Capítulo especial 1: Un raro beso

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Me dijo que confiaba en mí, le demostré mi aprecio como me lo había enseñado. Aunque, aparte de ser por eso, le di un beso porque ese «algo» en mi interior lo pedía casi a gritos. Y ahora la traje a ponerla en las garras de la muerte. Creí que de algún modo sabría que tengo algo planeado y que estaba fingiendo ser despiadado como ellos, pero la escuché llorar tras esa puerta y supe que no, que rompí todo lo que había logrado con ella, que ahora me odiaba, tal y como supuse, tal y como temí.

Tuve que ir a mi pueblo a cerciorarme de que los otros hombres de Orión dejaran de vigilar a mamá.


—Madre, perdóname por ponerte bajo situación de estrés —le pedí con la cabeza gacha.

—Tranquilo. Lo importante es que has terminado la misión.

—Sí... en cuanto a eso... Debo volver.

—¿No has acabado?

—S-sí, pero. Debo volver. Descuida. No hay problemas, es solo... Volveré, madre, descuida.

Me despedí inclinando la cabeza y me fui.


***

El clima fresco ayuda a que no me agote en sobremanera, y para después del amanecer, ya veo el lugar. Apus y Antares están en el exterior, eso me preocupa.

—Oye —uno de pone de pie y me alcanza un frasco—. Se le olvidó a Altair.

No me detengo a preguntar y entro a la edificación mientras escucho algunos gritos. Mi corazón ya no puede latir más rápido, pero mi preocupación parece poder más.

Al quedar en el marco de la puerta de la celda de Marien, me horrorizo con lo que veo. Altair la tiene contra la pared, asfixiándola. Mi sangre se calienta y, de nuevo, la bestia interna despierta. Esa que se desataba cuando Marien estaba en peligro, algo que nunca pensé que pasaría con un humano.

Antes de detenerme a pensar, he corrido y lo he empujado, con tanta brusquedad, que ha caído. Me mira con sorpresa y furia. Entrenamos juntos, y sé cuánto detesta a los humanos, pero podría medirse, ella no le ha hecho nada.

Ella no es mala, no merece nada de esto. Aprieto los puños para contenerme.

—Así que volviste —murmura Altair poniéndose de pie.

—Muévete —gruñe Orión.

—Creí que les había pedido no lastimarla —reto con severidad.

—Sirio, muévete —reniega Orión entre dientes, dando un par de pasos adelante, puedo oler su furia.

Sé lo agresivo que es y su fuerza es mayor a la mía, pero no se lanzaría a pelear aquí. Quedaría mal frente a una humana y su orgullo puede más. Debo pensar rápido en algo que los haga dejar de lastimarla, porque no lo soporto, soy capaz de atacar, y eso también es peligroso para mí, pero, sobre todo, para ella.

—Hice el trabajo, ahora escucha. De no haber sido por ella, yo no hubiera podido volver. Lo mínimo que puedo hacer es pedir que no sufra.

—¿Acaso quieres poner en juego tu poco honor?

—Solo hago lo que creo que es justo. Le debo esto. Y odio deber cosas, peor si es a un humano.

Finalmente parece caer en lo que digo. Es verdad, al Sirio antiguo le molestaría deberle algo a los humanos.

—En ese caso, la matarás tú, ya que eres mejor que nosotros en no causar dolor.

Sabía de algún modo que no la dejaría ir, así que había planeado pedirle eso en caso de suceder. Me alivia ver que al menos una cosa ya viene saliendo como en mi plan original. Tengo mejor oportunidad de sacarla de aquí al ser yo el encargado.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Where stories live. Discover now