Capítulo 23: Rigor en la capital

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Sirio se sentó en la cama y se dejó caer en el colchón, quedó mirando al techo. Estábamos en la habitación que me habían dado, ahí íbamos a quedarnos por un tiempo al parecer.

—Tranquilo, tu papá estará bien —le aseguré.

Sonrió apenas y me senté a su lado.

—¿Crees que llegará el momento en el que tenga que matarlo? —preguntó mirando seriamente hacia el techo. Se refería a Orión.

Me recosté a su lado y giró el rostro para verme.

—Hallaremos alguna solución si eso es lo que te preocupa, no es necesario que te llegues a encontrar con él.

—No es que me preocupe, podría hacerlo si llegara el momento —volvió a mirar al techo—. Lo haría en defensa personal, no mataría por el simple hecho de matar, no es lógico. Siempre he querido darle la contra a las tradiciones de mi nación, al parecer —mostró una fugaz sonrisa—. Pero no me siento cómodo con mi padre tratando de solucionar los problemas que yo he causado. No puedo creer lo que hizo Orión, ¿en dónde está el honor del que tanto me habló? Debería usar más el cerebro que la fuerza bruta.

—Hey, tú no has causado los problemas. Él se ha creado los problemas solo, créeme. —Si era verdad lo que yo suponía acerca de su madre y Orión, ese rencor y ganas de lastimar a Sirio podían venir desde mucho antes. No era su culpa—. Muchos humanos son tan salvajes como los evolucionados, supongo que ambas especies tienen sus ventajas y desventajas. Ustedes tienen un lado salvaje que muchos no pueden dominar. Y, por su parte, muchísimos humanos también tienen el mismo problema. —Sonreí—. La fuerza bruta es un extra de ustedes.

Sonrió también, al fin pude ver una verdadera sonrisa en su rostro después de tantas horas. Giró acomodándose sobre su costado y me rodeó con sus brazos, apretándome contra él. Enterré mi nariz por su cuello y nos quedamos así por unos minutos.

Mi estómago me recordó que tenía hambre con un gruñido bastante vergonzoso y estallé en risas.

—Perdón —dije riendo.

—¿Por qué te disculpas? —preguntó—. Tienes hambre, es normal...

—Eh... bueno —me encogí de hombros.

Besó mi frente y quedó mirándome, atrapándome con esos bellos ojos dignos de un libro de fantasía.

—¿Sabes? Pienso que eres hermosa...

Me ruboricé y no pude evitar sonreír como una tonta.

—Basta —dije avergonzada.

Seguía con esos bellos ojos en mí.

—Sí, lo eres, eres muy hermosa —susurró sin retirar su profunda mirada de mi—. Te amo —dijo con esa voz que me hacía estremecer.

Me ruboricé más, era la primera vez que me lo decía. Mi corazón se aceleró, se acercó y me besó, esta vez robándome el aliento con su intensidad, dejándome gozar sus labios una vez más.

Cada beso que le daba era una nueva experiencia, me encantaba, me provocaba cosas nuevas. Uno de sus colmillos rozó mi labio superior sin lastimarme. Le mordí el labio inferior con algo de fuerza, tirando de él y girando para que quedara sobre mí.

El peso de su cuerpo me hizo expulsar aire en un intenso suspiro, se separó parcialmente, pasó su brazo por debajo de mi cintura alzándome con facilidad y nos deslizamos sobre el colchón, adentrándonos por completo en la cama.

Lo besé de forma casi desenfrenada. Todo esto era nuevo para mí, su colmillo hincó mi labio de nuevo pero eso ya no me detuvo. Ladeé mi rostro, besé su mejilla y le di una suave mordida. Besé su mentón sumida en la pasión, me repetía a mí misma que podría parar cuando quisiera, solo quería seguir un poquito más. Solo un poquito más, me repetía mentalmente, mientras seguía con mi arrebatado ataque.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora