Capítulo 42: Asuntos pendientes

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Desperté adolorida pero completamente feliz al tener su cuerpo ardoroso enredado con el mío. Mi brazo estaba un poco más afectado en la zona donde se me habían incrustado los colmillos de ese H.E; eso tardaría en sanar a pesar de que ya había cicatrizado. Pero había algo más, me ardía la garganta y me sentía extrañamente más caliente, me dolía la cabeza también.

Chasqueé los dientes. «Me enfermé, ¡genial!»

Me quejé bajo mientras me cubría más con la sábana. Sirio abrió sus ojos felinos y quedó mirándome fijamente, ese verde vivo y destellante me envolvió. Me sonrió con ternura, pero pronto puso cara de preocupación y me palpó la frente.

—Oh no...

—Perdón... quizá debí vestirme con algo —murmuré con débil voz.

Besó mi frente y salió de la cama dándome una buena vista de su perfecto cuerpo. Me ruboricé más de lo que ya estaba por la fiebre. Se puso el pantalón.

—Ya vuelvo —dijo con prisa y salió de la habitación.

Me envolví bien con la sábana. Qué vergüenza por no haber traído ropa, ¿en qué estaba pensando? Sí... en nada realmente. Sirio entró con algo de ropa, se sentó a mi lado y tomó una camiseta suave.

—Ven —dijo mientras tiraba suavemente de mi mano, ayudándome a sentarme.

Para mi sorpresa me ayudó a ponerme la camiseta como si fuera una niña pequeña, haciéndome sonreír. Cuán amoroso y atento podía ser. Me ayudó también a ponerme un pantalón de la misma tela suave, y finalmente sacó una colcha de un cajón de su clóset y me cubrió.

Acarició mi cabello.

—Te prepararé algo para que te sientas mejor —susurró.

—No te incomodes por mí, creo que tengo una pastilla en mi mochila...

Frunció levemente el ceño.

—Esas cosas no son buenas, te mejoran algo y te empeoran otra —acarició mi mejilla—, y tú nunca me incomodas. —Me dio un beso en la mejilla y volvió a salir.

Suspiré. Era el colmo, ahora él me estaba atendiendo. Vi el reloj en el estante de libros y me sorprendí, eran las once de la mañana. ¿Tanto habíamos dormido? Miré espantada hacia el jardín. ¿Nos habría visto durmiendo su mamá?

Jalé la frazada cubriéndome más, hasta la mitad del rostro. Sentía vergüenza, ¿qué pasaba si su mamá nos había visto? ¿Habría salido a regar el jardín como aquella vez? Habíamos estado durmiendo desnudos, aunque con la sábana encima, igual me preocupaba. «Qué barbaridad, era una desvergonzada».

A pesar de todo, la felicidad no cabía en mi cuerpo. No podía ser más feliz, mi Sirio estaba de vuelta, no sabía de dónde había sacado tanta suerte. Esta vez no quería que se me escapara, si lo hacía me iría con él. Cerré los ojos.

Al poco rato, Sirio volvió. Traía una taza con un líquido caliente, parecía un té. Me reincorporé y me apoyé en el respaldo, se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo por los hombros. Me dio la taza y me acomodé recostándome en él.

—¿Qué es? —pregunté. Podía ver algunas hierbas en el fondo de la taza, estaba bien caliente.

—Remedio natural —respondió acariciando mi brazo—, es mejor que una pastilla. Tómalo de a poco, te hará bien. Solo tienes un resfriado, pero si te pones peor ahí si tendríamos que conseguir medicina humana.

Reí entre dientes. Soplé un poco y tomé un sorbo.

—Hum... es agridulce...

—Sí.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora