Capítulo 16: La luz

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Irrumpieron en mi celda.

—Buen día, ¿ya ha decidido, o requiere de un día más? —preguntó Orión.

—Hablaré, no voy a dejar que maten a más —respondí.

Los tres sonrieron de forma siniestra, pero complacidos. Me sentí desolada, abandonada, como lo había estado desde que mis padres murieron.

—¿Está segura? Podría aplazar su propia muerte si deja que esa escoria muera primero.

—No, gracias —murmuré apretando el borde del colchón de la cama en la que estaba sentada.

¿Cómo se atrevía a burlarse? Ya bastante difícil era para mí, Me sentía sin aliento, todavía con ganas de llorar, pero no tenía idea de dónde había sacado la fuerza para aceptar mi propia muerte.

—Excelente. Descuide, soy hombre de palabra —afirmó.

Asentí con cautela, los tres cruzaron los brazos a la espera.

—Bien, fue hallada en las heces de una persona con botulismo, una antigua enfermedad. Creo que aún existe en algunas regiones del mundo, así que suerte en hallarla —dije con algo de sarcasmo—. Para resumir: causa parálisis mortal en la víctima.

—¿Y cuánto se requiere? —preguntó Orión.

—La dos mil millonésima parte de un gramo de esta puede matar a un hombre, no sabemos cuánto se requiere para ustedes, pero asumo que no varía mucho.

—¿Y la forma de expandirla?

—Un misil especial, que aún está en desarrollo.

—¿Dónde se encuentra?

—En alguna base secreta de la capital, pero no sé en dónde está exactamente. Además no es parte del trato —terminé.

Orión sonrió. Altair soltó una corta risa siniestra, Sirio me miraba fijamente con esos aún hermosos ojos de verde destellante. Nunca más iba a volver a verlos, y me dolía saber que iban a ser los últimos.

—Los humanos son tan fáciles —se burló Orión—. Aunque esperaba que divertirme más, en fin. —Suspiró pesadamente—. Sirio, ahora es toda tuya. Ya puedes matarla.

Me sobresalté. Orión se apoyó contra la pared al lado de la puerta junto a Altair. Mi cuerpo me traicionó, después de haber creído que iba a poder aceptarlo, y sentí el horror invadirme. Sirio se acercó a mí, mientras los otros se prepararon para el espectáculo.

Me puse de pie y retrocedí instintivamente, estaba perdida.

—Sirio... por favor... —susurré, temblando.

—Tranquila, no vas a sufrir, lo prometo —dijo, pero no encontré piedad en su rostro ni en su tono de voz.

Ni siquiera le importaba, y eso destruyó.

—¡No!

Él se abalanzó a mí y yo logré esquivarlo tal y como lo hice hacía tiempo, cuando intentaba enseñarme a defenderme.

Corrí hacia la puerta pero Altair me bloqueó el paso y me empujó haciéndome caer. Me puse de pie y corrí a la pared a un costado, Sirio me miraba furioso. Iban a jugar conmigo como gatos con ratón antes de matarme.

—¿Qué pasa, Sirio? Te he visto hacerlo mejor —renegó Orión.

—Quién lo diría, me enseñaste a esquivar bien —le dije con el poco valor que tenía.

Sirio me gruñó y me agarró del cuello pero sin apretarme aún. Mi pulso martilleaba en mi cabeza.

—Date prisa o lo haré yo, yo sí quería ver sangre —exigió Altair.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora