Capítulo 34: Plan en marcha

78.4K 3.7K 1.1K
                                    

Sirio me miró con algo de tristeza repentina.

—¿Qué sucede? —pregunté preocupada.

Se acercó a mí y no pude evitar perderme en sus ojos. Cuando me di cuenta me tenía acorralada contra el escritorio, se inclinó un poco, apoyando sus manos en este, a cada lado de mi cintura.

—Tú no estás condenada a muerte, no lo estás —dijo casi susurrando.

Apoyé mis antebrazos en sus fuertes y bonitos hombros, y acaricié su cabello.

—No te preocupes por mí, me preocupas tú. —Le dije lo que él siempre decía.

Negó en silencio sonriendo de forma melancólica.

—Estaré bien.

Lo jalé de forma lenta hacia mí hasta sentir su aliento sobre mi boca. Sus brazos pasaron a rodear mi cintura. Rocé sus labios, recorriendo y sintiendo la perfecta forma de su labio superior.

—Estaremos bien —susurré—. Nada malo va a pasar, ¿sí?

Me besó de forma suave, haciéndome vibrar con esa deliciosa sensación. Le correspondí, deleitándome otra vez. ¿Por qué había tenido que enamorarme de un hombre que me sacara de mis cabales tan rápido? El leve roce de sus dientes caninos me hizo recordar que no era un hombre cualquiera.

Me separé de él y observé su rostro, su ligera expresión de tristeza no se iba. No me gustaba eso. Le sonreí con dulzura y él hizo lo mismo, así me gustaba, mi dulce y algo salvaje, celoso y terco H.E.

Volví a besarlo, esta vez con más intensidad. Sus manos se escurrieron bajo mi pijama y acariciaron mi piel mientras yo acariciaba su pecho que ya empezaba a arder de forma embriagadora. Nos abrazamos y quedamos así por varios minutos.

Su cálido aliento golpeó mi cuello antes que sus labios, y sonrió contra mi piel.

—Me atraes tanto... —susurró. Tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos—. Y hueles tan bien... Cuando te veía caminar a mi lado, tan libre, admirando el bosque. Cuando vigilaba tus sueños y te veía tan apacible, siempre sintiéndote segura conmigo a pesar de lo que yo soy, me preguntaba por qué no podía decírtelo, ¿por qué no podía declararte mía de algún modo?

El rubor estaba en todo mi rostro.

—Yo pensaba lo mismo de ti, ¿por qué no me atrevía a besarte? Quizá el hecho de que no lo supieras me hacía dudar.

—Me hubiera encantado saber sobre los besos antes, yo te habría besado sin dudarlo.

Reí entre dientes.

Deslizó su mano por mi cuello y llegó al primer botón de mi pijama, jugueteando un poco con este. Me miró, mantenía esa tan dulce y además pícara sonrisa. Me quedé cautivada, ¿sabría él que me estaba enloqueciendo?

—Eres tan... deseable... —le susurré ruborizándome, sintiendo el corazón en la boca.

Ladeó el rostro, obviamente sin entender el uso de esa palabra en esta situación pero no me importó, sacudí la cabeza sonriéndole con ternura. Su sonrisa era deslumbrante, me abrazó y su calor me inundó, me acarició, no lo hacía apropósito, pero ya me había hecho perder la cordura.

Sus manos se posaron sobre mis pechos, estremeciéndome. Suspiró contra mis labios y deslizó su nariz por mi mejilla hasta mi oído.

—Me gustan —ronroneó con voz grave y extremadamente seductora—. ¿Sabes? Me tienen fascinado, los observaría todo el día.

—Bueno, puedes hacerlo —murmuré.

Mis manos recorrieron su pecho y bajaron. Apreciaba mi cuerpo con total calma, delicadeza y naturalidad, me encantaba. Me seducía con solo el roce de su piel y me envolvía con su delicioso aroma.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora