Capítulo 25. Tú... aquí

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Edward

No supe qué decir. Nadine estaba allí, a mi lado, esperando una respuesta que yo no sabía ni siquiera si podía darle. Por mi mente pasaban imágenes y más imágenes de estos últimos seis años y de pronto… me sentí patético. Sí, era patético que no fuera capaz de olvidar a Isabella Swan a pesar del tiempo que hacía que no la veía. Dicen que para amar a una persona no la necesitas físicamente, con su recuerdo basta. Pero… ¿era amor lo que yo seguía sintiendo por Bella? ¿O acaso el recuerdo de los maravillosos momentos que había pasado a su lado se clavaban en mi mente y no me dejaban olvidar?

Sea como fuere, decidí que ay era hora de acabar con esto. Mi situación debía cambiar… Nadine no sabía nada de mi pasado, no sabía nada más allá de mi vida en la empresa o de mis fiestas nocturnas por los clubes de Seattle, pero al parecer eso no le importaba y yo… yo no quería recordarlo todo contándoselo. Prefería guardármelo, prefería seguir con mi vida y dejarla a ella atrás. Sin pensar más me posicioné en frente de la rubia y cogí su rostro con suavidad entre mis manos.

-Tú eres la que ha estado a mi lado mucho tiempo.

-Desde que te conocí supe que tenías algo especial-me contestó.- Por eso no podía dejar de buscarte, aunque pareciese una gata desesperada o algo por el estilo.

-No lo parecías-contraataqué-. Y sí, me gustas… -acerqué mi rostro al suyo, a punto de besarla mientras ella sonreía-me gustas mucho Nadine.

Nuestros labios se unieron, nuestras lenguas se buscaron con agilidad. Ella posó sus manos en mi espalda y me atrajo hacia su cuerpo. Había tomado la decisión, y ya no había marcha atrás.

****

La luz del crepúsculo iluminaba mi oficina, ese día me había quedado allí hasta tarde repasando unas cuentas que tenía pendientes y por causa de una reunión con unos patrocinadores. De pie ante la enorme cristalera puse en orden mis pensamientos, y supe que ahora mi vida tenía un poco de tranquilidad. Nadine era ya formalmente mi novia, mañana iría a Forks a presentársela a mi familia como tal. Podría parecer precipitado pero ya no necesitaba conocerla más. Dos años de conocernos eran suficientes.

Giré sobre mis talones para recoger el papeleo del escritorio, cuando de pronto e asaltó el recuerdo de ese cajón. Me senté en el sillón de cuero y lo abrí para sacar el sobre, luego el papel de allí dentro y mirarla. ¿Para qué? Me dije a mí mismo, si ya de tantas veces que la había leído me la sabía de memoria. Me sabía de memoria la sarta de mentiras y estupideces que decía. Debía sacármela de la cabeza, ella probablemente ya había hecho lo mismo conmigo. Iba a arrugarlo y tirarlo, es más, iba a quemarlo para que se esfumase para siempre.

Pero algo me detuvo. No pude hacerlo. Volví a introducir la carta en el sobre y este en el cajón. Pasé la llave del mismo y la guardé en la estantería de la oficina. Tocaron la puerta, di el paso y me encontré con Nadine, mi novia, que me miraba sonriente. Se acercó para darme un beso suave en los labios y darme la mano.

-¿Nos vamos ya?-hoy íbamos a cenar al Space Needle.

-Sí-contesté sonriendo. Cogí mi maletín-, vamos, nos espera una buena noche.

Pasé mi brazo por su cintura y ella hizo lo mismo conmigo, eché un último vistazo sobre mi hombro hacia el escritorio, cerré los ojos con fuerza unos segundos y luego los abrí con el propósito de que esta nueva vida me trajera todo lo que la anterior no me trajo. Y cómo no… Con la decisión remota de olvidarla para siempre.

Edward,

Te preguntarás qué ha pasado, porqué hace tiempo que no me ves… La respuesta es muy sencilla. Me voy, me he ido lejos de Forks, de todos los problemas que me ha causado mi estadía en ese pueblo y también de ti. Tengo que admitirte que fuiste muy importante en mi vida, llegué a pensar que no viviría si no era contigo. Incluso antes de que empezásemos a estar juntos, aquella noche en la que estuve con James no sentí nada. Porque a cada movimiento, a cada segundo que pasaba tú estabas en mi mente. Pero ahora es distinto. Ahora no se trata solo de mí. También está el bebé, está el bebé que llevo en mi interior, y ese bebé necesita paz, una paz que no sé si tú puedas darle, al igual que este pueblo. En Forks todo son rumores que no te dejan ni vivir, y eso no es lo que yo quiero para el bebé. Sí, parezco egoísta… Pero ya te lo dije, yo, tal y como estoy, no soy buena para ti, y tú no me convienes a mí. No podía irme sin dejarte algo para que supieses qué ha pasado conmigo. De todas formas, gracias por todo. Muchas gracias por enseñarme a querer aunque ya no sea eso lo que siento por ti.

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