Capítulo 31. Para siempre

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Edward


Mi corazón palpitaba con fuerza a causa de mis nervios, las lágrimas bañaban mi rostro y me temblaban las manos como nunca en mi vida lo habían hecho. Lo había dicho, ya se lo había confesado, le había dicho a Chloé que yo era su padre. Ella sólo se me quedó mirando, con los ojillos verdes abnegados en lágrimas y una de sus manitas tapándole la boca. Bella y yo esperamos a que ella dijera algo... pero no lo hacía.


-Chloé, cariño...-murmuró Bella.


Entonces la niña se levantó y echó a correr hacia la playa, Bella iba a seguirla, pero yo al detuve agarrándola con cuidado del brazo.


-Se va a perder-me dijo.

-Yo estaré ahí para orientarla, te lo juro-susurré con mi rostro pegado a su frente.

-Tiene que estar muy enfadada conmigo-cerró con fuerza sus ojos.

-El enfado que tendrá contigo no será nada en comparación con el que tiene conmigo, eso te lo aseguro.

-¿Te ayudo?-preguntó.

-No, esto es algo que tengo que hacer solo-contesté.


Corrí hacia donde se había ido Chloé, la vi muchos metros más allá, sentada en unas rocas al pie de la orilla. Llegué hasta su lado y me senté en la roca más próxima. Ella no se movió un ápice a pesar de que sabía que yo estaba allí. Estaba mirando el lugar allí donde la Luna y el mar se unían formando una imagen preciosa.


-Sé que tiene que ser increíble-empecé-, pero yo soy tu papá Chloé. Nunca te busqué porque no sabía dónde estaba tu madre, y desde que te vi hace unas semanas supe que eras mi hija.

-¿Cómo lo supiste?-preguntó.

-Tus ojos son como los míos-contesté con una pequeña sonrisa mirándola, pero ella no me miraba.- no es cierto que no te quiera y que no me preocupe por ti. Te quiero muchísimo y si tú me lo permites, me preocuparé por ti todos los días de mi vida.


No habló, sólo fruncía los labios con la vista clavada en el horizonte hasta que en un momento bajó la cabeza y escuché su vocecilla temblorosa por el llanto.


-Siempre me he preguntado cómo sería tener un papá. Nunca le había dicho nada a mamá porque pensaba que algún día aparecería, pero al ver cómo me tratabas, como si yo fuera alguien a quien conocieras de toda la vida, como un padre, entonces tuve que decírselo. No había echado tanto de menos a un padre desde que te conozco-alzó la cabeza y me miró, sus ojillos llenos de lágrimas derramadas y por derramar. Se levantó y se puso frente a mí, ahora estábamos a la misma altura-. Y ahora me entero de que eres mi papá de verdad.


Su voz flaqueó al final y pasó sus brazos por mi cuello para abrazarme con mucha fuerza. Me quedé paralizado, pero supe responder al instante. La acuné entre mis brazos, le acaricié la larga cabellera y le di besos en la coronilla de la cabeza. No podía creerlo, me había aceptado. ¡Me había aceptado! Una sonrisa se adivinó en mi rostro, y cuando nos separamos descubrí que en su rostro

había otra sonrisa. Le di un beso en la mejilla y le dije:


-Perdóname por no habértelo dicho antes, perdonadme por ausentarme todos estos años...

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