38|Noticias Inesperadas.

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Mis cejas se elevan, y mi pulso se detiene. No me esperaba esa respuesta. Ella cubre su rostro entre sus manos, mientras solloza en voz alta. Me acerco a ella, y estrecho su cuerpo entre mis brazos. Puedo sentir su corazón latir con fuerza mientras sus lágrimas humedecen la piel de mi pecho. Tiene miedo, y su tristeza se me resulta desgarradora.

—¿Cómo...? —me aclaro la garganta. Las palabras no salen de mi boca—. ¿Quién es el padre?

Ella se detiene, y se aparta un poco para evitarme. Oh, no.

¿Qué demonios has hecho, Lana?

Siento mi instinto sobreprotector luchar con la razón para no reprocharle. Lo que menos debe querer escuchar en un momento así, son reproches. Estoy consciente de que su familia no lo aceptará bajo ninguna circunstancia, no podrán perdonarselo.

—¿Quién es el papá, Lana? —le enfrento, ahuecando su cara entre las palmas de mis manos—. ¡¿Quién coño es el padre, Lana?!

Ella se muerde el labio, y reprime un sollozo. Pero a la mierda el llanto.

—Yo no lo sé... —confiesa, soltando una que otra lágrima. Siento el corazón comprimido adentro de mi pecho, el enojo ruge en mi interior, y solamente quiero golpear al desgraciado que no uso protección con ella—. Tengo miedo, Mikhail. No, no le he dicho nada a mis padres, ellos no lo aceptarán, y...

—Ya sé eso, Lan. Desde luego que no lo aceptarán. ¿Cómo mierda vas a explicarles que mientras ibas a estudiar a casa de tus amigas te escapabas para irte de fiestas por la vida? —mi tono de voz es rabioso, reprochante, y sin compasión—. Y que para colmo, quedaste embarazada de qué coño irá a saber quién —agrego manteniendo el mismo tono acusador.

Niego con la cabeza, y ella lloriquea en silencio.

—Te ayudaré con... —masajeo mis sienes, antes de centrar mi mirada en su abdomen plano—. Te ayudaré con esto, Lana.

Su mirada se ilumina, y trata de extender una pequeña sonrisita que se decae lentamente. Aprecio su esfuerzo, al menos.

— ¿Qué sucederá con Kathleen? ¿No va a enfadarse? Ya te dije que no quiero arruinarle la felicidad a los demás.

Me rasco la barbilla.

—Kathleen no es así, Lana. Ella lo entenderá —o eso ruego a Dios. Lana asiente con su cabeza, limpiándose una que otra lágrima, y me mira casi impaciente—. No puedes decírselo a tus padres, no aún.

—¿Qué sucederá cuando lo sepan? ¿Me obligarán a abortar así como lo hicieron con Labrine? —pregunta volviendo al hueco de la tristeza del cual apenas había asomado la cabeza.

—No vas a abortar, Lana. Sólo confía en mí, ya pensaremos cómo decírselo a tus padres.

Ella toma mi brazo, y la acerco a mi, depositando un beso sobre su frente. Aun recuerdo la trágica historia de Labrine, y lo mal que se puso cuando su hermana se suicidó después de que sus padres la obligaron a abortar a la edad de Lana. No permitiré que eso le suceda a ella.

Lana siempre ha sido mi mejor amiga, siempre hemos estado juntos brindándole apoyo al que lo necesite. En todos mis desastres, nunca me abandonó. Incluso cuando tenía motivos para abandonarme.

—No estás sola, bonita. No están solos.

. . .

Cuando vuelvo a la habitación del hotel en el que dejé a Kath. La consigo sentada sobre el sofá. Una toalla se adhiere a su torso, y  tiene la vista perdida a través del enorme ventanal de la habitación. Dejo la bolsa de comida que he traído del buffet sobre la mesa redonda en un costado de la habitación, y me limito a admirar su semblante.

Atracción Irresistible © | EN FÍSICO Where stories live. Discover now