31|Rusty's.

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Mikhail.

Nos encontramos reunidos en la mesa. Micah engulle su plato de pasta con hastío, seguramente perdió la campaña contra su némesis, y ahora está de mal humor. Mickey aparta el plato de pasta frente a él, y observa sus manos con concentración, lo más probable es que haya tenido un mal día en la escuela. Lo anoto mentalmente, después tendría que conversar con él. Y Sara está sumida en su tableta, mientras que de vez en cuando bebe de su copa de vino. Estiro mis piernas por debajo de la mesa, y aparto el plato.

Se me esfumó el apetito en cuestión de segundos. El silencio que consume la estancia es abrumador, son alrededor de las cinco de la tarde, y en una hora debo pasar a recoger a Kath en su casa.

Suspiro como un idiota al pensar en la niñera. Ella es tan dulce todo el tiempo, y sus labios me encantan. Sin duda es lo que más amo de su cara, son carnosos, y rosados, pero al mismo tiempo suaves y delicados.

En el momento en el que le confesé lo que sentía por ella, ni siquiera pude asimilarlo antes. Tenía días practicando frente al espejo la manera en la que se lo diría. Antes de ella, no había conocido a ninguna chica que me hiciera sentir así de especial, ella no esperaba más de mí, no me juzgaba por la vida que llevaba, y no intentaba cambiarme. Fue un flechazo que sentí desde el primer instante en el que la ví.

Micah iba a mi lado, estábamos bromeando sobre la noche anterior, cuando de pronto escuchamos que mamá nos llamaba con insistencia. Tan pronto bajamos por las escaleras, me encontré con sus brillantes ojazos marrones, su nariz pequeña y delicada, y esos hermosos labios que me atraen tanto, incluso creo que podría contemplarlos durante horas...

¿Qué estoy diciendo? Podría besarlos durante horas hasta el cansancio.

Observo a Mickey, jugar con los hilos de espagueti que se encuentran en su plato. Tiene el ceño ligeramente fruncido, y los labios juntos. Muchas veces pienso que a pesar de tener cinco años puede llegar a entender más que los niños de su edad. Y eso no es bueno para él.

—¿No vas a preguntarle a Mickey, cómo le fue en la escuela? —le pregunto a mi madre con ahínco, a pesar de que ella no me mira. Su atención está fija en la pantalla iluminada de la tableta.

Sara parpadea un par de veces, y empuja sus lentes con sus dedos hasta el borde de su nariz. Luego me mira desconcertada, y frunce los labios.

—¿Cómo te fue en la escuela, Mickey? —le pregunta, alzando las cejas, mirando de reojo la pantalla de su tableta. Aprieto las manos que tengo sobre la mesa, y me entierro en la silla. ¿No puede prestarle cinco minutos de atención a una persona que no sean sus colegas?

Por el amor de Dios. ¡Es su hijo! ¡Tiene cinco años!

—No muy bien, tengo que hacer un proyecto de ciencias para la escuela, y mi compañera es Maxine Collins —responde con timidez, alejando el plato de espagueti de su panorama.

Atracción Irresistible © | EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora