-Pero si ya os habéis casado una vez-dijo restándole importancia.

-Lo sé... Esa es la parte graciosa-dije haciéndola reír, supongo que por mi cara.

-A lo mejor es porque esta vez vienen nuestras familias y amigos al completo.

-A lo mejor...

-Meg, estás bien?-me giré para mirar a Alex. Asentí con dificultad, como si en lugar de vertebras tuviera piedras mal pulidas.

-Nerviosa, eso es todo.

Estuvieron un rato intentando tranquilizarme en vano... Yo estaba exageradamente nerviosa... Deseando ver a mi pequeño príncipe... Ésa era mi gran meta aquel día... No casarme ni nada por el estilo, tan solo estaba deseando llegar al altar y aunque no pudiésemos besarnos, obviamente porque no es el orden de acontecimientos, quería ver su mirada color chocolate clavada en mí y esa sorisita dulce y burlona que seguro pondría al verme, porque ya conocía mis miradas y con tan solo mirarlo notaría lo nerviosa que estaba y las ganas locas que tenía por tenerlo cerca.
Deseaba su abrazo.
Ese fue mi tranquilizante cuando me senté a que me maquillaran, el pensar en ello y que no faltaba tanto.

-Cómo estás Meg?-vaya... Cómo me sentía? Cómo explicar cómo me sentía, si lo que tenía era un torbellino inmenso de sentimientos arremolinándose en mi interior.
Ya íbamos de camino al museo, en un audi negro con el interior de moqueta y cuero beige, de seis plazas traseras, las cuales quedaban enfrentadas. Flores y lazos blancos decoraban los tiradores de las puertas.
Solo suspiré con fuerza a modo de respusta, provocando la risa de mis damas de honor.

Vaya... tantos invitados teníamos? Estábamos a menos de un kilómetro de la gran entrada al museo y ya se veía la concentración de gente que había allí esperando.

-Ooh señor-dije de forma inconsciente.

-Si vas a vomitar, saca la cabeza por la ventana-dijo rápidamente Alice haciendo reír a las otras.

-Meg-me llamó Alex con voz aterciopelada-Seguro que estás bien?-preguntó en cuanto la miré. Asentí lentamente.
Cerré los ojos y tomé aire suavemente.

-Ya estamos-oí nuevamente la voz tranquilizadora de Alex. Abrí los ojos y miré despacio hacia mi derecha.

Creo que a los Oscars de éste año fue menos gente que a mi segunda boda.

Roberto abrió mi puerta a tiempo de escuchar unas campanas a lo lejos, anunciando que eran las doce... Yo, de forma inexplicable, noté como el mundo se me venía encima.

-Meg te encuentras bien? Tienes mala cara-dijo Roberto cuando terminé de salir del coche y me quedé allí parada observando a nuestros invitados, viéndolos sonreír, aplaudir o echar fotos. Miré a Roberto tragando saliva, intentando echar fuera esa mala sensación y deseando que se quedaran dentro aquellas lágrimas que pedían salir.

-Sí, nervios-respondí buscando con la mirada a mi padre-Dónde está mi...?-no me hizo falta terminar la pregunta.

-Me ha pedido que te lleve yo hasta la puerta, él viene en un momento-dijo con voz calmada-Vamos?-asentí antes de agarrarme a su brazo, notando un extraño y doloroso peso en el alma.

Qué diablos me ocurre?-pensé. No entendía...

-Estás preciosa Meg-dijo Roberto sacándome de mi atontamiento.
Algo me decía que no iba a salir muy favorecedora en las fotos que me estaban haciendo.

-Gracias-dije casi sin mirarlo.

-Estás muy ausente, has dormido bien?-Roberto, obviamente estaba al tanto de mis cada vez más habituales noches de insomnio.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now