Capítulo 34

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Jota caminó lentamente, soportando el peso de Cat en su pecho. Una parte dentro de él, le decía que David necesitaba estar solo, y la mirada de agradecimiento que el chico le dirigió le sirvió para darse cuenta de que no se equivocaba.

David se tocó el cabello. Necesitaba ducharse, pero estaba tan cansado y pensaba en tantas cosas a la vez que tan solo se tiró en la cama. Sacó el arma de su pantalón y la colocó debajo de la almohada con el seguro puesto. Tan sólo le daba vueltas a que no era capaz de recordar con claridad los rostros de las personas que estaban en esa habitación en la que se reunió con Relf. Estaba seguro de que los reconocería si volvía a verlos, pero por el momento, no era capaz de hacerlo. No supo en que momento se durmió, pero estaba tan cansado en todos los sentidos que no tardó mas de unos minutos en hacerlo.

David estaba en la playa y acariciaba la arena con una mano. Cogió un puñado y la dejó caer al suelo, lentamente, como si fuese un reloj de arena. Se limitó a contemplarla caer y fundirse homogéneamente con toda la arena que formaba aquella playa. El sol le caía en los ojos y le hacía entrecerrarlos un poco. El mar se oía de fondo, y las olas rompían con suavidad en un mar de agua clara, casi transparente. Todo iba bien. Sentía el sol en su rostro, en su cuerpo, en su fuerte abdomen, en sus piernas. Tan sólo llevaba un bañador en color rojo. Si tiró hacia atrás en la toalla y se relajó todo lo que pudo. Algunas gaviotas lo sobrevolaban en lo alto del cielo. Se sentía en paz. Se sentía tranquilo. Todo iba bien. Todo estaba en calma. Su calma. Espera no. Allí faltaba alguien. ¿Y Verónica? ¿Donde estaba? ¿Qué había pasado con ella?

-Tranquilo, ojos grises.

Escuchó su voz como si estuviese lejos, muy lejos de ella, como si tan solo fuese un eco. Abrió los ojos y de pronto las olas cada vez eran más y más grandes. Más y mas fieras. El agua cristalina y clara se había convertido en azul oscura, y el sol se había empezado a ocultar por nubes grises. Toda su calma se esfumó de golpe al verla en mitad del agua, con una ola enorme acercándose a ella.

David quiso gritar, pero no le salió la voz. Se limitó a salir corriendo, como alma que lleva el diablo hacia ella. Cuando sus pies rozaron el agua pudo ver que estaba cerca sonriendo. En mitad de todo aquel oleaje, de todo lo peligroso, ella le sonreía.

David siguió corriendo hacia ella, notando como el agua estaba helada y como se volvía más sucia por momentos. Había un sin fin de algas por todas partes, y plásticos, de todo tipo. Trataba de llegar a ella, pero ella estaba lejos. Estaba lejos de él. Lejos de lo que eran juntos. Y no podía acercarse más a ella. Por mucho que lo intentase, era como si la corriente le tirase hacia atrás, aunque pusiese todo su esfuerzo en ello. Con el corazón en un puño vio como la ola rompió en ella, llevándosela lejos, haciéndola desaparecer. Noto como el pecho se le descomponía en finos pedazos y tan sólo comenzó a gritar, acercándose todo lo que la corriente le permitía y luchando contra ella, buscando a Verónica por todas partes.

-¡No! ¡No! ¡No!

Tan sólo oía sus gritos y el sonido del embravecido mar. Nada mas parecía existir. Notaba los ojos ardiendo por haberlos abiertos debajo del agua, pero no le importó y volvió a hacerlo una y otra vez mientras la buscaba. Jamás iba a dejar de buscarla. Aunque eso significase que su vida iba a acabar en aquel mar.

David abrió los ojos despertando de su sueño y vio a Marco ante él. El chico se incorporó de aquel desgastado colchón y lo observó con los ojos sumamente abiertos. Marco se alejó un poco de él y lo observó desconcertado. David se llevó una mano a la cara. Estaba totalmente seguro de que Marco le había pegado un puñetazo para despertarlo.

-¿Qué demonios has hecho?-le preguntó iracundo-.

Marco lo observó y negó con la cabeza, algo temeroso de pronto.

-Estabas gritando. Gritabas y parecías pasarlo mal.-se excusó.- Traté de despertarte varias veces, pero hasta que no te pegué el segundo puñetazo no reaccionaste. El sueño te tenía totalmente absorbido.

David tembló imperceptiblemente y le dirigió una mirada inexpugnable. Verónica lo había absorbido por completo. Su búsqueda. Buscarla. Necesitaba buscarla. Se le hizo la boca agua al sentir todo lo que la necesitaba en aquel momento. Tanto que incluso lo asustó. Tragó saliva y volvió a observar a Marco.

-Solo ha sido...-se sentó en el filo de la cama y unió sus dos manos sobre sus piernas-.

Marco se acercó un poco mas a él.

-Una pesadilla.-completó el chico rubio.

David ni tan siquiera lo miró. Se limitó a asentir con la mirada.

-Tienes mal aspecto. Deberías de tratar de dormir un poco mas.

El chico asintió y echó la cabeza hacia atrás. Mirando el techo.

-¿Con qué has soñado?

David no le contestó. Jamás le hablaría a otra persona de Verónica. No a alguien en quien no confiase al cien por cien. Pensó en Rose durante un instante, ella sabía que había alguien, pero jamás podría saber quien era.

-Cobra.

Marco aún no se había ido, a pesar de que habían pasado unos minutos desde que dijo la última frase.

-¿Qué?

El chico sabía que no debía de volver a preguntar lo mismo. No si no quería problemas con David.

-¿Crees que lo de mañana no saldrá bien?

David cerró los ojos. No lo sabía, pero esperaba con todo su corazón que saliese bien. Tal vez por eso hubiese tenido aquella pesadilla. Puede que a una parte de su ser le aterrase que lo de mañana no saliese bien. No poder poner a salvo a los suyos, no poder volver a ver a Verónica. Tal vez por eso, a pesar de haber despertado, aún sentía esa angustia dentro de él.

-Haré todo lo que esté en mi mano para que salga bien.-le aseguró-.

Bajo ningún concepto iba a mostrar su miedo. Ni sus temores. A nadie. Eso era algo que le pertenecía a él, y solo a él. Marco cogió aire con dificultad y suspiró, como si le costase trabajo reprimir sus emociones. David sabía que el chico estaba nervioso, por eso trató de buscar palabras de aliento hacia él. Si Marco dudaba, podía traicionarlo.

-Todo va a ir bien. Mañana a la noche, no estaréis en España.

David intercambió una mirada con él, y supo por su expresión que el miedo seguía en lo más profundo de su corazón. Marco se le quedó mirando. Nunca antes había escuchado a David gritar por miedo, y llevaba muchísimo tiempo con él y habían vivido tantas experiencias juntos, que no podía evitar que lo fuese que hubiese asustado a David, aunque no supiese lo que era, lograse asustarlo también un poco a él.

-Y si sale mal, no estaremos en este mundo mucho tiempo.-añadió el chico rubio-.

David le dedicó una media sonrisa.

-¿Qué es la muerte sino el renacimiento para alguien que cree en Dios como tú?

Marco asintió con la cabeza y le devolvió la media sonrisa. Sus ojos eran serenos. David admiraba eso de Marco. No tenía miedo a la muerte. No cuando para él significaba reunirse de una vez por todas con su Dios.

-Voy a ir a despejarme-añadió el chico, dirigiéndose a la salida de la habitación-.

La voz de David hizo que se quedase en la puerta unos instantes.

-Tal vez deberías de rezar. Por ambos.



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