Capítulo 33

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David se despidió de Jorge con una sensación extraña, tal vez agridulce. Seguía sin encontrarse del todo bien y aún tenía dudas sobre su propio plan. A pesar del visto bueno de Jorge, él necesitaba seguir pensando en todo aquello. Ni tan siquiera cuando había planeado captaciones o robos le había dado tantas vueltas a las cosas. Aunque en ninguna captación se había jugado tanto la vida de las dos únicas personas que consideraba sus amigos. El hecho de que el zorro estaba en la misma habitación que él le había impactado demasiado. Trataba de recordar la cara de todos los hombres que estaban allí, pero por mucho que quería hacerlo, algunos rostros le venían a la mente borrosos. A pesar de que él nunca olvidase una cara, necesitaba volver a verla para recordarla. Cogió aire y lo soltó con suavidad, nervioso.

Luego pensó en Verónica y en que también necesitaba dormir algo. Llevaba ya demasiado tiempo sin dormir y se había pasado toda la mañana y toda la tarde con Jorge. Habían quedado en mantenerse en contacto y le había dado un móvil que solo debería de encender una hora antes de la redada. Eran las seis y media cuando llegó al cuartucho de Cat, donde Jota también lo esperaba. David le había mandado a él cumplir con todas sus obligaciones de aquel día, y estaba totalmente seguro de que Fauro ni tan siquiera se había percatado de aquello.

-¿Como estás gatita?-le preguntó a Cat nada mas verla.

Ella le dedicó una sonrisa triste, pero había esperanza en sus ojos. David tragó saliva y se acercó a ella, abrazándola. Sabía por lo que había pasado la noche anterior. Lo sabía y lo sentía en lo mas profundo de su alma. Si todo salía bien, esa sería su última noche como prostituta. Sintió como ella agarraba su camiseta con las manos, apretando la tela y aquel gesto le recordó a Verónica. El chico ya se había dado cuenta de que cuando estaba nerviosa necesitaba agarrar algo entre sus manos. Pronto podría agarrar sus propias manos tantas veces como necesitase. Tan sólo necesitaba que lo de aquella noche saliese bien. Bueno, faltaba esa noche y una mas para la redada. Y esa noche había planeado algo totalmente distinto para Verónica. Si cabía la posibilidad de que su plan no saliese bien, al menos iba a regalarle una noche digna de recordar. Tenía pensado enseñarla a disparar, llevarla a aquel sitio donde solía practicar cuando tenía unos años menos, y después de eso... le tenía una sorpresa. Algo que ella se merecía mas que ninguna otra persona en el mundo. Algo que él quería darle mas que nada.

Sintió como Cat sollozaba en su pecho y comenzó a acariciarle el pelo. Aunque quisiese no podía ni imaginarse lo duro que tenía que resultarle a la chica noches como la que había pasado el día anterior. Una punzada de culpa lo invadió y cerró los ojos, deseando poder soportar él todo el dolor que ella sentía y quitarle ese peso a la chica de cabello negro.

-Ya paso, Catalina, ya paso, tranquila. Estoy aquí. No voy a dejarte. Estoy aquí.

Jota intercambió una mirada con él. El chico sabía que nadie podía relajar a Cat después de una noche como aquella de la misma forma en la que podía hacerlo David. Era como si el joven fuese capaz de traspasar la seguridad que él mismo poseía a otras personas. Jota apretó los labios y el ángulo de su barbilla se marcó un poco mas. David le inquirió con la mirada, y supo que a él le gustaba tan poco aquella situación como a él mismo.

Jota se acercó y le tocó el hombro a Cat, indicándole que él también estaba ahí para ella, aunque una parte de él, no era capaz de quitarse de la cabeza a esa chica de ojos verdes que había estado allí hacía unos días. Se había dormido varias veces pensando en ella, y en que una vez que atravesase la frontera de Francia, si de verdad lo hacía, era posible que no volviese a verla nunca mas. No supo porqué, pero ese mero pensamiento logró hacerle sentir tristeza, algo que llevaba mucho tiempo sin sentir.

-Vamos pequeña.-le dijo a Cat, e hizo que se separase de David y se escondiera entre sus brazos-.

Jota sabía que David necesitaba descansar, y que con Cat no iba a poder hacerlo. Le dirigió una mirada de soslayo y luego le dedicó una media sonrisa antes de salir de aquel cuartucho con Cat aún sobre sus hombros. Haría como que iba a acostarse con ella y luego le daría el dinero como si realmente lo hubiese hecho, para que Maek no sospechase. Lo de siempre.

En realidad este capítulo y el siguiente son uno, pero como era muy largo y me ocupaba casi siete páginas lo he dividido en dos. Un abrazo y os lo subo en nada de nada.

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