Capítulo 11

1.5K 419 34
                                    



Verónica se levantó esa mañana sintiendo una extraña punzada en el pecho. Como cada vez que tenía un presentimiento. No sabia si para bien o para mal, pero ese día iba a pasar algo fuera de lo común.

Se vistió frunciendo los labios, algo disgustada. Aquella noche Víctor tampoco había ido a su cuarto a buscarla. Estaba creciendo, y eso conllevaba superar los miedos, pero ella extrañaba que se metiese en su cama en mitad de la noche buscando su cobijo. Echaba de menos acariciarle el cabello mientras él se volvía a dormir sintiéndose protegido. Como si ella fuese una especie de superheroína capaz de defenderlo de cualquier peligro. A veces la confianza que su hermano tenía en ella la hacía sentirse más fuerte de lo que realmente creía que era. Tal vez fuese eso lo que todo el mundo necesitaba, alguien que te obligue a ser aún más fuerte y que te haga creerte que lo eres. Y así era como se sentía desde que abrió los ojos aquel día. Mas fuerte, y tal vez un poco mas viva. Vio esos ojos grises al cerrar los ojos mientras acababa de hacer la cama y no pudo evitar tener aún más ganas de volver a ver a David.

Se miró en el espejo mientras se colocaba la corbata y vio como había cambiado desde el día anterior. Esa noche por fin había descansado. De verdad. Y se había sentido segura. Por primera vez en bastante tiempo, sabía que las cosas iban a ir bien. A pesar de esa extraña sensación en el pecho. Con una mirada decidida, dio fuerzas a la chica del espejo para volver a ver a todas sus compañeras de nuevo. Las mismas que le habían pedido que no volviese a clase. Ojalá pudiese darles lo que deseaban. Ni ellas mismas sabían cuanto desearía hacer eso y no volver a pisar aquel centro.

Salió de su nuevo y aburrido cuarto y se sentó a desayunar. Su madre llevaba preparándole tostadas mas de dos semanas en el desayuno, preocupada porque a penas comía, ahora también controlaba su dieta.

La mujer se sorprendió cuando la vio comérselas sin protestar después de juntarle mantequilla y azúcar. Se bebió el zumo de naranjas de un solo sorbo, fue al lavabo y se cepilló los dientes, cogió la chaqueta, y le dio a su aturdida madre las gracias con un beso en la mejilla.

Violeta la vio salir con la boca entreabierta y se apresuró a salir tras ella. Había sido su madre quien la había estado llevando a su nuevo instituto todo este tiempo, pero siempre había sido después de protestar una y otra vez y de pelear y pelear y llorar y llorar y volver a llorar otra vez. Violeta se sintió reconfortada muy en el fondo, al ver que su hija comenzaba a reaccionar, pero a una parte menos honda de ella le asustó ese cambio.

Verónica encendió la radio mientras su madre conducía. Sus uñas volvían a estar cuidadas, y su madre se percató de ello.

-¿Por qué tienes ese buen humor?-le preguntó sin poder reprimirse, temiendo que sus temores fuesen ciertos y su hija hubiese vuelto a ver a ese chico, a pesar de todo lo que habían hecho su padre y ella para evitarlo.

Verónica posó sus ojos azules oscuros en ella, y su madre reconoció esa mirada. Era la misma que le dirigía de mas pequeña cuando le explicaba cosas que ella veía sumamente lógicas.

-No siempre puedo estar triste, ¿no crees?

Su madre cogió aire y se centró en la carretera. Quería creer con todo su corazón que su hija había recapacitado, pero su instinto de madre le dijo que había algo más, y esa sombra se instaló en su pecho durante toda la mañana.

La chica se despidió de ella en el coche, y le deseó que tuviese un buen día. Violeta recordó como siempre Verónica trataba de buscar las palabras para reconfortarla, fuesen cuales fuesen. Un flashback de esa noche en la que le dijo que la quería en la escalera después de su pelea con su marido le vino a la mente mientras la veía alejarse.

CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora