19. Mi nueva vecina

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SEBASTIÁN

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SEBASTIÁN

Después de acomodar mi escaso equipaje, comencé a hacer una lista de cosas que debía de comprar además de las tiendas que podrían estar. Era realmente difícil encontrar información ya que, a mi parecer, había demasiada información y más que ayudarte te confundía.

También estaba el asunto del trabajo. A los miembros de la manada se nos exigen un nivel alto de estudios, pero no ejercen nada de lo que estudian ya que a la mayoría no les interesan. Pero las nuevas generaciones cada vez se dedicaban más a lo que estudiaban que a los asuntos de la manada.

Yo había estudiado para ser intérprete y traductor. Hablaba perfectamente el inglés, el alemán y el japonés, por lo que el mejor trabajo que podía encontrar sería ser traductor en alguna empresa consolidada o bien ser profesor de idiomas en alguna universidad.

Al menos tenía un buen currículum para conseguir mantenerme solo, aunque, al pertenecer a la familia del alfa, tanto mi hermano como yo estábamos forrados. Pero evidentemente, ya que comenzaba una nueva vida, no iba a seguir dependiendo de ellos. Al ser bastante temprano, decidí ir a comprar a una tienda de comestibles que había a 10 minutos de casa. No era muy grande pero sí tenía lo necesario para llenar una nevera decentemente a un precio razonable. A partir de ahora, todo el dinero que usaría sería el que ganase con mis propias manos así que debía de empezar a ser diestro en el manejo de la economía.

Del fondo que tenía en el banco que tenía de mi padre, cogí lo necesario del piso y 300 dólares con los que ir tirando estos días hasta conseguir trabajo. Lo bueno es que al vivir solo los gastos se reducían bastante y al gustarme más leer que ver la tele, no pagaría demasiado de luz. Tampoco me apasionaba salir de juerga, así que también me ahorraría el alcohol; lo único peligroso eran los libros, mi preciado vicio que, a mi desgracia, no era barato.

Tomé 100 dólares con los que llenaría como pudiera la nevera y salí a hacer la compra. Decidí que para ahorrar lo más que pudiera, me movería no muy lejos de mi casa, ya que también los taxis eran caros. Mientras paseaba por las calles transitadas a pesar de ser por la mañana no muy tarde, vi que se necesitaba de un dependiente para llevar una cafetería. Me gustó el aspecto de que estuviera a tan solo dos minutos de casa y podría conseguir dinero hasta encontrar algo mejor.

Decidí aplazar un poco mis compras y entré a la cafetería con intención de hablar con el jefe acerca del trabajo. Una camarera de unos 50 años estaba sirviendo café a unas cuantas mesas ocupadas por los típicos hombres de negocios o los típicos secretarios pegados al móvil. Cuando me vio acercarme a la barra, ella vino hacia mí con una sonrisa.

-Hola buenos días, me gustaría trabajar aquí.

- ¡Buenos días joven!, que gusto me da que alguien se haya interesado; la gente joven no suele gustarle trabajar en las cafeterías en estos tiempos que corren y menos en estas zonas.

- ¿Y eso a que se debe?

-Pues porque esto se llena de gente que trabaja para todas las empresas de los alrededores ya que este es de los mejores cafés de la ciudad y aparte es bastante económico.

-Aun así, me gustaría trabajar aquí-Le dije convencido mostrando mi compromiso por el trabajo.

La mujer sonrió emocionada y me dijo con tono amable.

-En ese caso, no puedo negártelo querido. Tienes buena presencia, buenos modales y ganas de trabajar; justo lo que busco para mi negocio.

-Espere, ¿Es usted la dueña?

-Si joven; soy la que compró el edificio y la que lo decoró ella misma. Todo salió de mis bolsillos y soy realmente feliz viendo como poco a poco va creciendo mi pequeña inversión.

A pesar de tener muchas ganancias, aquella mujer prefería remangarse y ser una camarera normal y corriente para tratar con sus clientes y verificar que todo estuviera en orden. Ese tipo de personas eran admirables para mí; demostraban grandes dotes de liderazgo y de bondad.

-Bueno, como ya eres un marinero más en mi barco me presento; soy Margaret Parker, la dueña de esta preciosa cafetería, ¿Y tú?

-Sebastián Jones; estoy encantado de conocerla y de trabajar en su negocio-Le dije con una pequeña reverencia educada que la hizo sonreír aún más

- ¡Pero qué suerte que tengo, un caballero como los de antes!, a ver si mi hija sienta de una vez la cabeza...

Comencé a reírme sintiéndome realmente a gusto. Hablamos un poco acerca de mi horario de trabajo y de mi sueldo. Trabajaría de lunes a viernes de 8 de la mañana a 12 del mediodía y cobraría sobre los 1300 dólares al mes; nada mal desde luego.

Me marché a hacer la compra con una gran sonrisa; desde luego tenía una gran suerte. La zona a pesar de estar siempre llena de gente, admitía que era bastante tranquila y sin demasiado ruido.

Tras venir cargado con más bolsas de las previstas ya que, con la emoción compré de más, subí en el ascensor hasta llegar a mi piso. Entonces en el felpudo encontré un regalo, haciéndome sorprender gratamente. Lo tomé y entré a casa, dejando la compra encima de la mesa.

Al desenvolverlo, me encontré un cartel que ponía "Welcome" de decoración y una nota con una letra realmente bonita:

"Hola vecino:

Soy Lisa tu nueva vecina. Espero que nos llevemos bien y que disfrutes de tu nuevo apartamento. Gina me ha contado que eres nuevo en la ciudad así que si necesitas ayuda puedes contar conmigo y preguntar aquello que quieras saber. También puedes pedirme sal si se te acaba jaja.

No estoy mucho por casa debido a mi trabajo, pero si estaré por la noche durante la semana así que si me necesitas, toca la puerta sin miedo.

Aquella bienvenida no me la esperaba sobre todo porque Selina no es que fuera precisamente muy amable por lo que no estaba acostumbrada a ese tipo de trato. Sonreí y me guardé la nota en el bolsillo, buscando un lugar donde colgar el cartel que aquella misteriosa mujer me había regalado.

 Sonreí y me guardé la nota en el bolsillo, buscando un lugar donde colgar el cartel que aquella misteriosa mujer me había regalado

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Primadonna (Is It Love?Ryan?)#awardseditorialwattpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora