Me quedé muy quieta y él retiró la mano de mi boca, quitándose el pasamontañas para revelar una despeinada cabellera ondulada.

   –¿¡Qué te pasa!? –chillé apenas me fue posible, y le di un empujón cuando se quitó de encima–. ¡Estás loco!

   –¡Shhh! –volvió a callarme mirando a todas partes, como si temiera a que alguien lo viera.

   Resoplé dejando escapar toda la ansiedad acumulada. ¿Cómo llegó hasta aquí? Él estaba detrás de mí. Pudo haberme llamado por mi nombre en vez de haberme perseguido por el lugar entero.

   –¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó casi en un susurro.

   –¿Qué estás haciendo aquí?

   –Yo pregunté primero.

   Puse los ojos en blanco.

   –Traje a mi amiga –contesté resignada. Seis parecía nervioso y no dejaba de voltear hacia ambos lados. Parecía que se estaba ocultando.

   –Tienes que irte… ahora mismo –dijo haciéndolo sonar como una orden. ¿Cuál es su problema? Sé que salvó mi vida, pero eso no significa que voy a hacer lo que me diga sólo porque sí.

   –Oye, para empezar, casi me matas del susto. ¿Por qué me perseguías así? Pudiste haber dicho algo como una persona normal lo hubiera hecho –hablé ignorando la seriedad con la que me miraba. Por un momento creí que era ese tipo, el Avenged que me estuvo siguiendo.

   –¿De qué hablas? –cuestionó juntando las cejas.

   –No es gracioso… si querías asustarme, lo conseguiste.

   –Yo no te estaba persiguiendo –impuso tan sensato que casi parecía verdad, ¿Pero entonces quién era? No es coincidencia que alguien más lleve el mismo disfraz que él.

   –Sólo porque es Halloween no significa… –en ese momento, un fuerte sonido me interrumpió. Resonó sobre la música y se escucharon unos cuantos gritos después. Hace dos semanas no habría reconocido nada, pero ahora sabía qué era. Un disparo.

   Seis se colocó la máscara muy apresurado, y entonces por una milésima de segundo, pensé que no era un disfraz, pero esa era una idea descabellada.

   ¿Qué diablos pasaba ahora? La música dejó de escucharse y las voces curiosas llenaron la casa entera, podía oírlos desde aquí.

   –¡Oh dios mío! –una chica masculló asustada y luego diferencié unos cuantos gritos más.

   –Alissa ya no hay tiempo, ven conmigo –Seis habló con un hilo de voz y me tomó del brazo para llevarme con él.

   –¿Qué? ¿Por qué?

   No me contestó y los nervios se estaban apoderando de mí con lentitud. Me dirigió de prisa hasta la ventana junto a la alacena, y no comprendía qué estaba haciendo hasta que abrió el escaparate y lo señaló con la barbilla inquieto.

   –Sal.

   –No… ¿Por qué?

   –Sólo sal –decretó impaciente, y al ver que no me movía, avanzó un paso al frente y sacó una pierna agachando la cabeza, después la otra, y en menos de un segundo ya se encontraba fuera de la casa.

   –¿Qué estás…

   –Ven conmigo –me extendió una mano, y no me quedó otra opción mas que tomarla. Tenía un gesto de confusión pintado en el rostro, pero él no lo notaba, o simplemente no quería darme una explicación. Estaba actuando extraño, pero supongo que en Seis es algo usual. Salí por la ventana al igual que él sin soltarme de su firme agarre y una vez afuera, me dirigí por un pasillo de pasto que daba a la oscura calle, pero entonces se detuvo antes de pisar el pavimento y asomó la cabeza.

Damned ∙ libro unoWhere stories live. Discover now