Epílogo: The death of a bachelor

1K 82 44
                                    

Sábado, 21 de mayo de 2022

—Te tiemblan las manos.

Giancarlo no solía ser una persona que resaltara lo evidente, pero en aquella ocasión creía necesaria una excepción. Cuando sus dedos se cerraron en torno a las muñecas de Vitto tiró suavemente de las manos de su amigo, apartándolas de la corbata que con tan poco éxito había intentado arreglar. Su pulgar trazó círculos en el dorso de su mano, en un intento de relajarle.

—Tranquilízate, ¿quieres? Todo va a salir bien.

—Eso no lo sabes, no puedes saberlo y sabes que no puedes saberlo.

Giancarlo bufó.

—Puedo darte un revés y tranquilizarte, ¿qué te parece?

—¿Y si te digo que no me parece tan mala idea?

Rió ante la mirada de desprecio que el pelirrojo le dedicó. Sabía que Giancarlo no estaba del todo convencido sobre aquella ceremonia. Él no quería estar allí. Había acontecimientos de los que no quería formar parte, celebraciones que no creía dignas de celebrar, y, sin duda alguna, las bodas eran una de ellas.

—¿Crees que saldrá bien?

Con un profundo suspiro, Giancarlo liberó las manos de su amigo y se dejó caer pesadamente en la cama, sentándose. Los padres de Matt les habían cedido amablemente aquella habitación con el fin de que ambos novios tuvieran la ayuda de sus testigos cerca mientras se mantenía de igual forma la tradición de evitar que los novios se vieran el día antes de la boda. Vitto había intentado no mostrarse sorprendido, a pesar de que no había esperado que los Beverley pusieran demasiado interés en aquella ceremonia.

—No lo sé —los dedos de Giancarlo juguetearon con los extremos de su corbata. Vitto no estaba seguro de si aquella inquietud era frustración o cansancio—. No entiendo el funcionamiento del matrimonio. No le quito importancia a su validez y utilidad como contrato legal, pero ni comprendo ni quiero comprender el resto de mierda que conlleva.

—Eres tan romántico.... Pero de los románticos de verdad; de los que se morían alcoholizados, hipotérmicos y con tifus en una buhardilla cutre de Montmartre.

—Es mi tipo de romántico preferido.

La tensión que reinaba en la habitación se deshizo entre las suaves risas de ambos. Vitto cruzó la estancia y se arrodilló ante Giancarlo, tomó los extremos de la corbata y reanudó el trabajo que había quedado interrumpido unos minutos atrás. Los ojos de su amigo no se apartaron de su rostro ni un instante, examinando la expresión concentrada de sus rasgos. Cuando las manos del moreno asentaron con cuidado la pieza de tela sobre su garganta, Giancarlo deslizó una mano hacia la nuca de Vitto y tiró de él hacia delante, hasta que sus frentes se tocaron.

—Saldrá bien.

Vitto asintió.

Giancarlo palmeó su hombro y se incorporó, propiciando que su amigo casi perdiera el equilibrio ante el brusco movimiento.

—Voy a ver cómo van Matt y Mel—anunció—. Deberíamos irnos en breve. Termina de vestirte, ahora vuelvo.

Cuando la puerta se cerró a su espalda, Giancarlo se tomó unos segundos para disfrutar del silencio que reinaba en la vivienda. Se habían levantado temprano, tan temprano que no estaba seguro de que fuera a aguantar despierto toda la noche. Pero después de un año y medio soportando día sí y día también a Vitto, Ethan, Matt e incluso Chris hablar de los preparativos de la boda, lo único que quería era que todo aquello pasara rápido y poder retomar su tranquila vida sin romances ni preguntas estúpidas sobre de qué color deberían ser los centros de mesa del banquete.

The light behind his eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora