XXXI: Keep holding on.

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Eran las diez menos cinco de la mañana cuando llegó a la esquina de la calle y echó un vistazo alrededor, buscando el coche de Christian. Habían quedado a eso de las diez y algo en el sitio de siempre. Aquella frase le había hecho gracia. Al escucharla había tenido la sensación de que sonaban como dos viejos amigos que quedaban continuamente o incluso a dos amantes que acordaban su cita semanal. Nada más lejos de la realidad.

Por supuesto Christian no estaba allí. El italiano se apoyó en el muro de piedra que delimitaba el jardín de la primera vivienda dispuesto y resignado a tener que esperar durante, al menos, diez o quince minutos. Aquello de la puntualidad británica no era más que una leyenda urbana, un tópico que había demostrado ser tan falso como todos.

Tal como había calculado Christian llegó a las diez y diez, y se lo hizo saber tocando el claxon repetidamente hasta que dio señales de haberse enterado que estaba allí. Caminó hasta el coche con las manos en los bolsillos y se montó en el asiento del copiloto sin perder tiempo. Aún hacía frío aunque lo peor del invierno ya había pasado.

-Buenos días -saludó con un hilo de voz mientras se frotaba las manos.

-Buenas. -El chico arrancó en cuanto escuchó el click del cinturón de seguridad de Vitto y se incorporó rápidamente al tráfico. Parecía cansado, por lo que supuso que no había dormido demasiado aquella noche-. ¿Llevas mucho esperando?

-No, tranquilo -mintió-. ¿No has dormido bien?

-Época de exámenes -aclaró poniendo rumbo hacia el centro. No era hora punta, pero aún así el tráfico se intensificó bastante-. Y Matt sigue en casa...

El chico suspiró y Vitto le miró por el rabillo del ojo mientras quitaba el volumen a su teléfono. Ethan le había comentado algo. No hablaban demasiado desde la discusión del domingo anterior, pero sí lo suficiente para que el tema hubiese salido en un par de ocasiones

-¿Aún no habéis ido a hablar con sus padres?

-No -él asintió en silencio. Christian le dedicó una mirada rápida aprovechando un semáforo en rojo-. Por eso he querido aprovechar.

Esta vez fue él quien miró al conductor con la mirada plagada de confusión. Christian le había comentado que quería ir con él al centro comercial, pero le había dicho que ya le contaría los detalles en persona. Supuso que había llegado el momento.

-Quiero que me ayudes a escoger algo adecuado -le explicó tras unos instantes de silencio-. Y para la graduación, también.

No pudo evitar sorprenderse ante las palabras del chico. Primero, por su significado, y segundo por haber sido capaz de decirlo con aquella naturalidad, sin dejar ver lo mucho que aquello debía molestarle en realidad. Durante el tiempo que pasaron en el pequeño atasco que se formaba en la entrada al aparcamiento subterráneo del centro comercial, Vitto se limitó a guardar silencio, inmerso en sus pensamientos. Quizás no fuera para tanto, pero todo aquello le parecía un buen avance de su relación con Christian.

Consiguieron aparcamiento cerca de las puertas que llevaban a la zona de tiendas. El italiano bajó del coche y esperó a que Christian cerrase antes de poner rumbo hacia las escaleras mecánicas. Christian no tardó en acompañarle.

-Bueno -dijo al fin-, y ¿cuál es tu idea?

Christian se encogió de hombros. Parecía no tenerlo demasiado claro.

-Ni idea -admitió-. Encontrar algo que no me haga sentirme disfrazado pero que a ojos de unos pijos remilgados sea algo decente, supongo.

Asintió. Por lo que había visto Christian se sentía más cómodo con camisetas y vaqueros. No era lo peor que podría haberle pasado, pero tampoco el estilo más sencillo para adaptar a dos personas como los Beverley. A pesar de todo, supuso que no sería difícil dar con unos vaqueros sencillos y quizás podrían llegar a encontrar alguna camisa que Christian no encontrase excesivamente arreglada y que pudiera suavizar las cosas con sus suegros dándole un aire más arreglado.

The light behind his eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora