XXVI: Sin que se note.

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Las cosas no cambiaron demasiado tras tomar parte en la consulta de Ethan aquel primer jueves de prácticas. Aunque el momento en sí había sido un poco tenso, Vitto se había apresurado a enviar un mensaje al chico apenas había salido de la consulta en un notable intento por dejar claro de manera indirecta que todo aquello no había afectado en lo más mínimo su imagen del rubio. Habían mantenido una charla bastante normal, lo cual le tranquilizó, y Vitto lamentó profundamente haber hecho planes aquel fin de semana y no poder quedar con él. A partir de aquel momento, quedar entre semana sería complicado por la incompatibilidad de horarios y no podrían volver a verse hasta el fin de semana, exceptuando la hora de consulta que, en realidad, ni siquiera contaba.

Cuando salió de la consulta el viernes, Judy le esperaba junto a la parada de autobús. Vitto se acercó a ella con las manos en los bolsillos e intentando no pensar en lo estresante que resultaba no poder llegar a casa y tirarse en la cama a intentar morirse las próximas tres horas. Era todo lo que quería después de una semana completa pasando cinco horas al día en una consulta psicológica, la mayoría del tiempo, con la doctora Janis.

—¡Hola! —el, en su opinión, excesivamente animado saludo de la chica le hizo esbozar media sonrisa mientras correspondía a su abrazo —. ¿Qué tal estás? ¿Cómo ha ido el día?

—Dormiría un mes si pudiese —aseguró. Se giró hacia el poste de la parada de autobús. Aun quedaban 3 minutos para que llegase —. Estoy agotado, deberíamos haber quedado mañana.

—Anda ya, si estás cansado es mejor haber quedado hoy —Judy se colgó de su brazo y le dedicó una amplia sonrisa —. Así puedo hacerte la cena y cuidarte esta noche, ¿vale?

Podría haber sacado una larga lista de razones por las que aquella respuesta no le había gustado demasiado, empezando porque siempre había odiado a las mujeres que se prestaban con demasiada facilidad al servilismo frente al hombre. Ser ama de casa le parecía una profesión muy noble, pero lo cierto era que también la encontraba muy triste como única meta en una mujer que tenía la oportunidad de estudiar una carrera. No es que creyese que Judy quisiera casarse y pasarse el resto de su vida en casa cuidando de sus hijos y su marido, pero aquella respuesta era demasiado parecida a la de alguien que sí quisiera eso. Debía estar demasiado acostumbrado a convivir con dos personas como Angelo y Giancarlo, que eran demasiado conocedores de su tendencia a quejarse cuando estaba cansado o enfermo y, simplemente, le ignoraban.

—Tranquila, sobreviviré. Espero.

El viaje a casa fue tranquilo. El italiano tuvo la precaución de preguntarle por sus vacaciones de Navidad y asegurarse así de que ella hablaría durante todo el trayecto, ahorrándole la molestia de ser él quien llevase la batuta en la conversación. No habían sido las vacaciones más interesantes del mundo, y cuando la chica mencionó que le había hablado de él a sus padres y su hermana, Vitto decidió que habría preferido no saber absolutamente nada sobre aquello. Pero, ¿es que esa chica no le escuchaba cuando hablaba o simplemente le estaba poniendo a prueba para ver cuanto tenía que insistir para hacerle cambiar de idea?

Tuvo la suficiente paciencia como para no tratar el tema en el autobús y esperar a que llegasen a casa. Ya tendría una buena charla con ella. Tenía toda la noche para hacerlo, visto que la chica había cambiado su bolso por una mochila.

Cuando llegaron a casa, sin embargo, la idea de tener una charla desapareció en cuando Vitto se tiró boca abajo en la cama, con un quejido lastimero que hizo reír a Judy.

—Vamos, sólo llevas una semana.

—¿Sólo? Ha parecido una eternidad —se quejó. Su voz sonaba amortiguada por la almohada. Giró un poco la cabeza y miró a Judy, que había caminado hasta el escritorio y se había sentado para quitarse los zapatos. Vitto recordó cómo Ethan le había pedido permiso para hacerlo cuando se había quedado a ver Moulin Rouge y una pequeña punzada golpeó su pecho —. ¿Podemos dormir, no sé... unas cuarenta horas seguidas, por favor?

The light behind his eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora