QUINZIÈME

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N/A: Chequen el reparto JAJAJA.

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Nueve en punto. Cielo negro, con vientos fríos y fuertes que hacían a los abrigos revolotear y a las ventanas crepitar. Así era la mañana del último ensayo.

Louis roncaba apaciblemente dentro de su dormitorio, envuelto hasta la barbilla en su colcha y sabanas negras. Su cabello se disparaba en distintas direcciones sobre su almohada, a medida que se agitaba en su sueño. Ni siquiera el sonido de la ventana a punto de ceder ante el viento lo inmutaba.

Él y sus amigos habían vuelto bastante tarde a sus dormitorios, por lo que se encontraba agotado.

Harry había conseguido escabullirlos una vez más. Los tres habían colapsado en el dormitorio de Louis, pero apenas dieron las seis, Elizabeth había vuelto a su dormitorio y Stan había partido a un entrenamiento fuera de la academia, por lo que no había nadie que interrumpiera el sueño del ojiazul.

O al menos así fue durante los veinte minutos que le tomó a Harry llegar hasta allí.

Louis, que ya estaba medio despierto, confundió por un momento el sonido de las pesadas gotas de lluvia golpeando el techo, con el sonido de los nudillos del menor tocando la puerta. Permaneció totalmente quieto en su lugar, no completamente consciente todavía. Tal vez, si no se movía, Harry asumiría que estaba muerto, o que había salido. Lo que sea que le llenara su mentecita estúpida, y entonces, lo dejaría tranquilo.

—Louis, sé que estás ahí. Yo mismo te metí en la cama. Levántate ya.

El ojiazul deja salir un gruñido desde lo más profundo de su ser. Sin abrir los ojos, maniobra su camino entre las sabanas y se envuelve en una especie de burrito apretado. —Vete a la mierda de aquí.

Hay un momento de silencio en el que Louis exhala feliz. Por fin, se fue. En cierto sentido se queda un poco dormido. Pasan los minutos y el ojiazul concilia el sueño una vez más.

La puerta de su dormitorio se abre de repente, luego de un rato. No es de golpe, sino como tu madre suele abrirla cuando ya has acabado con su paciencia, pero te quiere lo suficiente como para no gritarte. Inmediatamente, hay un olor dulzón invadiendo la habitación.

—Vamos, Louis. Levanta.

—Levántame esta.

—No hace falta, de aquí se ve que puede hacerlo solita.

Louis toma un puñado de sabanas y se las echa sobre su entrepierna, avergonzado. Desde debajo de la almohada que se ha colocado sobre la cabeza, murmura un ''idiota''.

Harry suelta una risita. Hay un sonido de algo pesado siendo colocado en una superficie dura. El ojiazul se digna a abrir uno de sus ojos, encontrándose con un muy molesto mocoso parado frente a él.

—¿Te causa algún tipo de placer sexual molestarme todos los días?

—Hey, tu fuiste quién se alteró por dos semanas sin hablar conmigo — el ojiverde alzó las manos y se encogió de hombros, a la vez en que tomaba asiento en el diminuto espacio sobrante en la cama de Louis.

El mayor, para nada contento con que le echara en cara su momento de debilidad, le respondió dándole una patada en el trasero, lo que ocasionó que Harry fuera a dar al piso.

El menor abrió la boca para hablar, pero su lengua se vio petrificada al escuchar el sonido de la risa de Louis. No recuerda haberlo oído reírse así. Era un sonido encantador.

—¿Te vas a quedar a quedar a echar raíz en el suelo o qué? — habló Louis, irguiéndose sobre sus codos. Ahora fue el turno de Harry para reír. El ojiazul se odió por no poder contener la sonrisa.

𝙿𝚘𝚒𝚗𝚝𝚕𝚎𝚜𝚜 | Libro #1| Larry StylinsonWhere stories live. Discover now