La chica solo suspiro. Distraído le quedaba chico.

—Como iba diciendo, — cruzó los brazos— a pesar de lo que puedas creer, no creo que seas el motivo de Louis.

Harry le vio con confusión, así que continuó. —Verás, para eso tendrías que crear un buen impacto. No quiero ser grosera, Harry. Pero, seamos realistas: no le caes muy bien que digamos, y ambos sabemos que Louis no se escondería de todo el mundo dos días enteros solo porque no soporta verte. Es más propenso a hacértelo saber y restregártelo en la cara hasta que te incomode lo suficiente para quitarte de su camino.

Hubo silencio y ella continuó.

—Lo que trato de decir es: no te des tanta importancia. Es decir, no te martirices. No puede ser tu culpa.

El ojiverde sonrió, desconcertando a Elizabeth.

Si tan solo ella supiera, pensó Harry. Si solo se imaginara aquella confesión que había traspasado la barrera mental del ojiazul. Tal vez creería lo mismo que él.

—Si, estoy consciente de que no soy su persona favorita, Elizabeth.

La chica se encogió de hombros. —Solo decía.

El menor estuvo a nada de decirle ''no conoces el lado de él que yo veo'', pero la chica fue llamada al taller y antes de que se diera cuenta ella ya se había despedido.

Bueno, no tenía que probarle nada a ella, ni a nadie.

Ya encontraría a Louis en un momento dado. Podría salir a buscarle, como la vez pasada. No tenía mucho que hacer, salvo ensayar y estudiar. Tal vez comenzaría aquella tarde....

* * *

—Alza tu mentón y estira tu cuello— pidió la costurera.

Elizabeth estaba metida en su vestuario de la Hada de Azúcar. Era un papel importante e icónico del ballet, y estaba feliz con él, aunque no era su primera opción. Ella quería ser Clara.

''El Cascanueces'' era una tradición navideña en Europa; el Royal Ballet presentaba anualmente su rendición de la obra, haciendo la puesta en escena cada vez más magnifica.

Y ahora, la academia presentaba su propia versión días antes de que se anunciaran las fechas del Royal Ballet. Pero contrario a lo que podrían estar pensando, no se trataba de una competencia silenciosa, ni de un reto.

Como se ha mencionado previamente, la academia obtenía su prestigio por la calidad de alumnos que producía. La capacidad de sus bailarines contra el mundo real del baile eran prueba viviente de que el internado era la escuela para estudiar, si tu meta en la vida era tener una plaza en algún ballet reconocido, principalmente en Europa. La mayoría terminaba en el Royal Ballet, pero muchos habían seguido escalando hasta el ballet de Moscú, el Paris Opera e incluso, el New York City Ballet.

Entonces, las obras que la academia presentaba al público general eran algo así como una audición abierta para todas aquellas compañías de danza. Los reclutadores asistían a las puestas en escena y evaluaban el performance de cada alumno; La escuela siempre se encargaba de incluir entre la propaganda, posters anunciando a los alumnos designados en los papeles estelares de las obras, adjuntando alguna foto de sus caras. Era algo así como un anuncio, una cara fresca y joven que podría tomar el lugar de los bailarines más cotizados, en un par de años.

Louis y Elizabeth eran unos de los tantos que tenían un puesto ganado en las listas de audiciones. Era seguro que cartas de invitación al Royal Ballet llegarían a las puertas de sus casas apenas se graduarán de la academia.

Por eso todo tenía que estar perfecto: los alumnos, los vestuarios, la escenografía. Era una obsesión que compartía todo el cuerpo de alumnos y maestros.

𝙿𝚘𝚒𝚗𝚝𝚕𝚎𝚜𝚜 | Libro #1| Larry StylinsonWhere stories live. Discover now