Capítulo 39: Nereo Dalaras.

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La mañana siguiente amanecí mucho mejor que el día anterior, pero tuve que soportar a Lena me ayudara a vestirme y peinarme. Las rosas que habían enviado Iwan y que las había amontonado en la esquina de la habitación fueron reutilizadas para acomodarlas sobre la curva de mi oído, fundiéndose en los mechones de mi cabello que Lena había vuelto a ordenar en una delicada trenza.

Luego de rociarme de perfume y crear la mejor imagen de mí, ella se marchó dándome un último abrazo y guiñándome un ojo con la alegría que la caracterizaba.

Al llegar al desayuno Axel me miró detenidamente y dio un sutil asentimiento con la cabeza. Fingí no notarlo, pero mi corazón latió con más ligereza que antes después de ese momento.

El desayuno continuo y por primera vez, no hubo discusiones en la mesa y todos participaron en la conversación que se mantuvo. Tal vez todos nos sentíamos más libres al saber que esa mañana la entrenadora y Nastia habían salido muy temprano, sin decir a qué hora volverían ni a donde iban.

El entrenador se paseaba de vez en cuando por el comedor, preguntando si habían vuelto, y con cada respuesta negativa de parte de nosotros, parecía volverse más hostil que antes.

-El entrenamiento se vas a posponer hasta que Melanie llegue. -dijo la última vez. -No puedo llevarlos a entrenar y dejar a un equipo sin vigilancia aquí.

Tony rodo los ojos, pero el entrenador volvió a irse, no sin darle una ultima mirada a la ventana del comedor como si esperara ver a la entrenadora ahí.

El desayuno finalmente llego a su fin, y justo cuando las chicas de la cocina comenzaron a llegar a la mesa para recoger los platos sucios, se escucho el tañido del timbre.

Dos veces.

Keris se levantó.

-Iré a...

-No. -le interrumpió Dawson. -Las empleadas hacen eso, no las gerentes.

Ella abrió sus ojos turquesas, pero al ver la determinación de Dawson, volvió a sentarse.

Intercambié miradas con Edgard y supe que ambos pensábamos lo mismo.

Así que tuvimos que esperar en un tenso silencio, hasta que una de las empleadas apareció en la puerta del comedor.

-Dos jugadores está aquí. -informo rápidamente. -Nereo y Sofía Dalaras.

Un segundo después, la empleada se hizo a un lado para dejar a dos jugadores al descubierto.

Una chica de cabello tan negro como una noche sin luna, largo hasta la cintura y atado en una elegante coleta detrás de su nuca, dio un decidido paso dentro del comedor. Rasgos delicados y elegantes, no muy alta ni muy baja. Sus ojos igual de oscuros que su cabello y su piel dorada por las horas que tuvo que haber pasado corriendo bajo el sol.

A su lado, estaba un chico más alto que ella y mucho más corpulento. De espalda y hombros anchos, con su cabello negro sujeto de una trenza que le llegaba hasta un par de centímetros por debajo de sus hombros. Los duros rasgos de su rostro quedaban al descubierto. Mandíbulas fuertes y una nariz recta, con un par de oscuras cejas que se curvaban elegantemente.

Cuando sus ojos plateados cayeron sobre mi sentí como el aire escapaba de mis pulmones.

Llevaba una remera negra con unos sencillos pantalones vaqueros y zapatillas deportivas. Sus brazos quedaban al descubierto y bajo la luz relucieron sus tatuajes.

Delicadas letras blancas del antiguo abecedario griego llenaban toda su piel. Desde sus muñecas, rodeando sus brazos y cubriendo sus hombros para girar en su cuello y llegar a su espalda. Sin dibujos, solo letras blancas que contaban la historia del inicio del mundo según creían los griegos en la antigüedad.

El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora