Capítulo 30: Lazos.

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Caminé hasta el cuarto de baño y me detuve frente al espejo.

Me sobrecogí internamente ante mi imagen. Era un desastre, desde la punta de los pies hasta mi cabeza. Mi vestido estaba manchado de tierra y mi rostro estaba enrojecido por el llanto. Pero lo peor era el dolor reflejado en mis ojos.

Caí en la cuenta de que había cometido otro gran error.

Mis emociones eran totalmente legibles.

Había roto una gran regla de la entrenadora Melanie: jamás dejar ver lo que realmente pensaba. Tal vez se oía como vanidad, pero siempre había alguien que me había estado observando desde que tenía memoria. Tantas personas que esperaban demasiado de mi o quienes solo querían verme caer. No importaba la diferencia, jamás tenía que dejar caer la máscara.

Cerré mis dedos en los bordes del lavabo y me recargué contra él.

Mi equipo necesita a una capitana, me dije, no necesita a una niña de quince años que anda lloriqueando por los rincones.

Así que aplaste cada sentimiento de dolor para tirarlos a un rincón donde no pudiera permitirme verlos. Me trague mi necesidad irracional de llorar y de querer derrumbarme sobre los brazos de alguien de mi familia, amigos o cualquier en quien confiara.

Con extremo cuidado fui reuniendo las partes que componían a la capitana que la entrenadora se había encargado de formar. Las reuní, y las fui uniendo entre si hasta que pude lograr ver mi rostro sereno nuevamente. Me refugie en esa fría soledad y me abrigue en la certeza de que era invencible.

Conseguí alcanzar una paz extraña. Era algo hueco y resonante, demasiado inhóspito como para sentirse cómoda en ella, pero sin duda era lo que necesitaba.

Lavé mi rostro casi mecánicamente y comencé a eliminar los rastros del llanto. Pensé en ocupar algún truco del aura, pero lo deseché. Si alguno de los japoneses se daba cuenta que estaba ocupando un truco se darían cuenta de la farsa y no me convenía. Tenía que demostrarles que era autentico, que mi actitud era tan real y firme como el acero.

Y si quería eso, no tenía que ser una farsa, tenía que convertirlo en algo verdadero.

Busqué el maquillaje y lo comencé a utilizar. Cubriendo y resaltando las facciones de mi rostro según me convenía. Me arregle tan bien como si tuviera que enfrentarme a las cámaras de una conferencia.

Me tomo demasiado tiempo, pero no me rendí hasta que conseguí mi objetivo, y entonces, cuando volví a ver mi reflejo era lo que estaba esperando.

La sonrisa era perfecta; ni demasiado brillante, ni demasiado falsa. La forma en que mis ojos se entrecerraban casi podía pasar como una mirada juguetona.

Si alguien se detuviera a observar vería la dureza detrás de mis ojos, la tensión en la comisura de mi boca y se daría cuenta de la farsa en un chasquido de dedos.

Arquee una ceja, y trate de adoptar ese aire frívolo de Scarlette. La forma felina en que ella analizaba todo. Ya lo había hecho otras veces, podía hacerlo una vez más.

Necesitaba ser cuidadosa con mis siguientes movimientos, porque lo que hiciera a continuación definiría lo que ocurriría de aquí en adelante.

Había sido tan estúpida que grite a los cuatro vientos mi relación con Axel. El público también sería un factor que enfrentar.

Tenía que girar las cartas a mi favor. El mundo me destrozaría si supieran que me habían roto el corazón. Cada jugador con el que me enfrente en el pasado tomaría un trozo y me lo lanzaría a la cara para lanzar sal sobre la herida.

El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora