Capítulo 35: Sirio mío...

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—Los evolucionados que mandamos debían destrozar todos los cuerpos que hubiesen para que no pudieran ser reconocidos y luego se dio orden de incendiar todo para que nadie pudiera investigar. Justo unos minutos antes de que llegase la policía. Ya le dije, tener evolucionados de tu lado no sirve.

Apreté los puños. Lágrimas empezaron a querer salir, estaba llena de amargura. Sirio me rodeó y contuvo entre sus brazos. No podía creerlo, mis padres también habían llegado a hacer amistad con evolucionados, y aun así, no pudieron salvarse. Al menos me aliviaba saber que yo había continuado con su labor de detener a esta gente.

—Sinfonía —murmuró Sirio—, ve ya...

La chica titubeó un momento, pero finalmente caminó hacia la salida. Yo ya quería volver a aquella habitación, refugiarme y consolar mi dolor en los brazos de mi esposo, mi mundo.

Max les hizo señas a sus hombres y estos se acercaron a esposar al gobernador y a sus acompañantes.

—¡No pueden hacer esto! ¡Soy el gobernador!

—No después de que el presidente y las personas vean esto.

—¿Tú crees que a alguien le va a importar? —dijo de forma burlona mientras lo esposaban.

—¡Sirio! —gritó una aguda voz femenina desde afuera.

Era sinfonía. Sirio y los otros corrieron veloces hacia la salida. Max y sus hombres los siguieron y yo también.

Salimos todos y quedé horrorizada, era un enorme ejército de evolucionados, habría como cien de ellos, pero me aterré aún más al ver a uno de los motivos de mis peores pesadillas: Orión.

Me bajó la presión arterial.

—Cuánto tiempo —dijo sonriente. Tenía a Sinfonía, la estaba aprisionando del cuello con el antebrazo. Ella pataleaba y le rasguñaba el enorme brazo que tenía, pero era inútil—. Qué fácil fue seguir a esta niña... —Miró a su costado—. Altair... —Este se abrió paso y salió al frente—. Tenías razón, aquí estaba, era de suponer que no se iba a ir más lejos. Debía quedarse con su humana, no era capaz de dejarla —se burló—. Perdón por desconfiar, pero debía cerciorarme de que aun me fueras leal.

Sirio empezó a gruñirle.

—Suéltala —dijo entre dientes.

—¡Oh Dios! —gritó el gobernador—. ¡Los trajeron aquí, traidores!

Los evolucionados corrieron hacia nosotros en una veloz estampida. Sirio me cubrió con su cuerpo.

—¡No! —pude gritar antes de que los evolucionados nos rodearan y empujaran.

Tomaron al gobernador y lo levantaron del suelo mientras gritaba aterrado. Lo llevaron hacia Orión.

—¡Pagarán por esto!

—Calla o te descuartizamos ahora mismo —le respondió Altair.

—Bueno, es hora, Sirio. Entrégate y no mataremos a nadie —ofreció Orión.

Me aferré a su brazo. El pánico me invadía, no íbamos a salir de esta, no había señal como para conseguir refuerzos. Apreté los dientes.

Mi Sirio, mi Sirio, no podían llevárselo. Maldito Orión. ¿Por qué simplemente no podía dejarlo en paz?

—¿Acaso los ancianos líderes continúan diciendo que debo morir? —retó mi chico.

—Tú ya cargas con una deshonra, la de tu madre, así que se te ha negado una segunda oportunidad.

—No. Si eso es cierto, muéstrame la carta de permiso.

—¿Estás negando tu deshonor? Qué vergüenza.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Where stories live. Discover now