Capítulo 35: Sirio mío...

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Las cosas se calmaron en pocos segundos, los evolucionados habían logrado separarlo del gobernador antes de que lo dejara inconsciente y lo mantenían sujeto.

—¡No se atreva a tocarla! ¡¿Escuchó?! —amenazó Sirio.

El gobernador se levantó del suelo y se sacudió el traje, pude ver que temblaba, pero simuló estar bien.

—Arréstenlos —ordenó— y maten a los H.E.

Los evolucionados se nos acercaron, uno de ellos me agarró del brazo y el caos volvió a empezar. Sirio le había dado un codazo a uno de los que lo tenían sujeto y de un puñetazo contra el otro se había liberado y lanzado contra el que me había agarrado el brazo. Ácrux y los hermanos también se lanzaron al ataque.

Sinfonía se acercó a mí, completamente asustada. Max y sus hombres también se habían lanzado a la pelea. Ambas soltamos un grito al ver a dos H.E. que se venían a nosotras. Sirio lanzó a uno de ellos con una embestida y al otro lo recibió con un puñetazo. Corrió hacia otro más y dio un brinco, le cayó y lo aplastó contra el suelo, lo levantó y lo lanzó a otro más que venía.

—¿Están bien? —preguntó.

Ambas asentimos y se lanzó al ataque contra otro más, gruñéndole y mostrándole los colmillos, le mordió el brazo. El otro le respondió con un puñetazo y la angustia vino a mí cuando otro más vino por detrás y le mordió el hombro. Me estremecí. Ahogó el grito apretando los dientes y volteando para asestarle un fuerte golpe a su atacante. Volvió a voltear y le dio un zarpazo al que estaba en su enfrente tirándolo al suelo también.

Miré a mí alrededor y los evolucionados del gobernador habían sido abatidos rápidamente por los hombres de Max; sabían pelear y habían cargado sedantes. Aunque al parecer no con suficientes municiones ya que quedaban unos cuantos en pie, los cuales estaban siendo golpeados por varios de los soldados en una especie de carga montón, usando las armas descargadas a modo de bastón.

Escuché una leve explosión que vino de afuera. Miré confundida hacia la puerta que daba al exterior, pero no parecía haber nada.

El gobernador y sus hombres quedaron estupefactos, mirándonos; pronto empezaron a realizar llamadas, pero por sus rostros de confusión al ver sus teléfonos asumí que las líneas no funcionaban.

Max se acercó satisfecho.

—Bien señores, ahora negociemos —pidió—. Desistan de usar el arma, lo tengo todo grabado, esto podría ir al presidente —amenazó.

Los hombres fruncieron el ceño mientras trataban de seguir insistiendo en realizar llamadas. Era raro, las líneas muy rara vez fallaban.

—Señor, al parecer ha habido un corte de luz general —murmuró uno.

El gobernador nos miró con el ceño fruncido.

—¿Qué han hecho con las líneas? —preguntó—. ¿Acaso poseen un arma de shock magnético?

Max juntó las cejas, confundido.

—Deje de cambiar el tema.

El gobernador alzó parcialmente las manos.

—Debemos ver qué sucede.

—Usted no irá a ninguna parte.

Me acerqué.

—Por favor... ¿Dónde están los cuerpos de mis padres? —pregunté.

Sabía que mi pregunta era fuera de lugar, pero quería saber. Frunció más el ceño.

—No lo sabemos.

—No mienta —le gruñó Sirio.

El hombre suspiró con pesadez.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Where stories live. Discover now