Capítulo 32: La noche apenas empieza

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—¿Estás bien? —interrumpió su suave y grave voz.

—Sí —respondí con lentitud—. Bueno... no —confesé con débil voz—, solo estaba pensando —lo miré a los ojos—. Después de comer te lo digo, ¿sí?

Juntó las cejas, preocupado.

—¿Pasó algo? ¿Hice algo? ¿Es por lo que ocurrió más temprano?

Reí entre dientes.

—No, no, no es nada malo, tranquilo.

Me empiné y le di un fugaz beso en la comisura de sus labios. Su aliento se mezcló con el mío y su aroma amenazó con envolverme, mi cuerpo volvió a latir ante los recuerdos.

Nuevamente me encontraba caminando a su lado, con el molestoso rubor en mi rostro.


***

Sonreí al ver lo que había en la cafetería: pastel de chocolate. No dudé en coger una porción y darle a Sirio, por supuesto a él le encantó.

—Yo había pensado volver a intentar hablar con el gobernador —comenté—. Igual, pensaba pedirte que me acompañaras...

—Eso me alivia —me plantó su seria mirada—, me habría preocupado si no me lo decías y te volvía a pasar algo... —Miró fugazmente hacia su comida—. Me angustié, quizá no lo demostré mucho, pero me angustié muchísimo.

—Perdón —murmuré, sintiéndome culpable.

—¿Por qué pides perdón? —preguntó confundido—. No es tu culpa... Más bien, perdóname tú. —Ahora era yo la confundida. Me miraba fijamente, atrapándome con sus ojos que parecían mirar hasta lo más profundo de mi alma—. Quizá haya cosas que tú quieres que yo haga y no hago, quizá no te complazco en todo lo que te ha de gustar en una relación. Sí, quizá soy terco, no lo sé, quizá te he herido más de lo que creo. Quiero aprender más, hago lo que dicta mi sentimiento, pero tal vez tampoco soy muy expresivo y...

—No —interrumpí—, no necesitas cambiar, eres perfecto así. Te amo así —confesé al final, sintiendo mi rostro caliente.

¿Por qué me pasaba esto? Yo nunca había sido así, los hombres con los que estuve no me ponían tímida, eran relaciones normales, aunque no duraron, ni las recordaba ya. Pero él me desarmaba con esa mirada, vivía ruborizándome por él, y más ahora.

Qué rápido había pasado todo, desde que lo conocí, parecía incierto. Nuevamente me aterraba pensar que era muy bueno para ser cierto y que algo no tardaría en pasar. Yo no quería solo un instante con él, quería toda mi vida.

—Yo también —dijo casi susurrando, sus verdes ojos felinos destellaban algo más que dulzura, era amor. Me quedé hipnotizada—. Te amo con todas esas cosas que te hacen ser tú. No eres solo una humana para mí, eres mi humana, mía... —Un rubor apenas perceptible apareció en sus mejillas—. Más mía que de las formas que pude imaginar. —Recordaba la noche anterior, y por supuesto, la mañana—. Quizá hoy Max estaba molesto también porque estuve distraído, y es que no puedo... —cerró los ojos, suspiró, y sonrió más, volviendo a mirarme de forma profunda, robándome el aliento—. No puedo dejar de pensar en eso... —Me ruboricé más—. Y todavía puedo sentirte encima de mí —murmuró bajo, sonando casi como un ronroneo, sexy—. Lo he hecho todo el día.

Miré el tablero de la mesa, puse las manos en mis mejillas. Tenía que hablarle de eso.

—¿Vamos a nuestra habitación? —murmuré apenas, mi voz se escuchó diminuta.

—Ah, verdad que querías hablar sobre algo...

Asentí y me puse de pie, él me siguió. Le tomé la mano mientras íbamos de camino, palpé el anillo en su dedo y sonreí, sentí como si de pronto ese objeto me consolara y despejara mi nerviosismo.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz