⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil.
Insatisfecha con lo que sabe de su pasado y deseosa de conocer más de él, Alaska se escapa del orfanato y se dirige hacia Little Hangleton, una villa muggle cuya...
¿Qué hacía él allí? La pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza, sin lograr encontrar una respuesta coherente. Alaska supuso que estaba muerto y que aquellos sueños no eran más que pesadillas, pero si él no estaba muerto...
Se puso de pie en un saltó cuando vio al hombre levantarse, comenzando a bajar las escaleras de las tribunas. No apartó su vista ni un segundo de él para no perderlo de vista. Tal vez trabaja en uno de los departamentos del Ministerio, fue su pensamiento más coherente.
—Vuelvo enseguida. —Murmuró a Archer, soltando su agarre.
—Lasky, no deberías ir. —Le sugirió Ann con aspecto grave.
En el fondo sabía que debía hacerle caso, pero no estaba razonando. Necesitaba hablar con aquel hombre, enfrentarlo. Tal vez así podría descubrir más acerca de su pasado, de su familia. Sí, sentía un odio inmensurable hacia él, pero su curiosidad era más fuerte. Su deseo de saber más acerca de sus orígenes.
Ignoró cualquier llamado mientras bajaba por las tribunas, incluso el de Draco. No sabía porque intentaba hablar con ella en ese momento, pero no le intereso en lo más mínimo. Siguió su camino. Al salir del campo de Quidditch notó algo que no percibió antes, el aspecto del hombre era extraño. Podía ver su cuerpo completo, cada uno de sus movimientos, pero su consistencia era extraña. Nublosa y de un color demasiado suave para la noche.
No era un fantasma, ni ninguna otra cosa que ella conociera. Lo llamó varias veces, si la escuchaba o no nunca lo supo, seguía avanzando por los terrenos de Hogwarts y no se detuvo hasta que llegaron a los límites de la escuela. La figura desapareció de pronto, justo frente a sus ojos.
—Por Morgana... —Se quejó Alaska por lo bajo.
Sin embargo aquella decepción no se alargó por muchos minutos. Una figura apareció de entre las sombras, acercándose lentamente hacia ella con la capa de color borgoña flameando levemente tras él. Cuando la luz de la luna ilumino su rostro pudo notar que su aspecto era diferente al de sus sueños. Su cabello rubio dorado tenía un corte parejo, la barba tenía el crecimiento de un par de días y sus ojos avellana brillaron. A pesar de tener unas visibles bolsas bajo los ojos, parecían desaparecer cuando sonrió. Una gran sonrisa que mostraba sus dientes blanquecimos y un par de hoyuelos a los costados de sus labios.
—¡Alaska, pequeña! —Habló por fin el hombre—. Merlín, nunca creí que volvería a verte. Estás tan grande... —Añadió, dándole un largo vistazo mientras pasaba sus dedos por la barbilla.
—Un pensamiento acorde, ¿no? Por intentar matarme en esa cabaña.
