⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil.
Insatisfecha con lo que sabe de su pasado y deseosa de conocer más de él, Alaska se escapa del orfanato y se dirige hacia Little Hangleton, una villa muggle cuya...
Todos podían asegurar que las semanas siguientes fueron más complicadas de lo que hubieran imaginado, cada una de las clases se estaba volviendo más difíciles y duras que nunca, y les era difícil mantenerse al día con todos los deberes ya que los profesores incrementaron la cantidad de trabajo para aquel trimestre.
La profesora McGonagall les explicó a qué se debía, cuando la clase recibió con quejas los deberes de Transformaciones que ella acababa de ponerles.
—¡Están entrando en una fase muy importante de su educación mágica! —Declaró con ojos centelleantes—. Se acercan los exámenes para el TIMO.
—Pero si no tendremos el TIMO hasta el quinto curso —Se quejó Blaise desde el asiento que tenía delante—. ¡Es ridículo!
—Tienen que estar lo mejor preparados... —Les seguía diciendo.
Todos los profesores parecían estar de acuerdo con el exceso de trabajo para sus estudiantes. El profesor les mandaba a realizar redacciones todas las semanas sobre las revueltas de los duendes en el siglo XVIII; el profesor Snape los obligó a descubrir antídotos y realizarlos a la perfección; y el profesor Flitwick les había ordenado leer tres libros adicionales como preparación a su clase de encantamientos convocadores.
Hasta Hagrid los cargaba con un montón de trabajo. Los escregutos de cola explosiva crecían a un ritmo sorprendente y Alaska fue la única que logro descubrir de que se alimentaban; gusarajos. Hagrid estaba encantado y, como parte del proyecto, les sugirió ir a la cabaña una tarde de cada dos para observar los escregutos y tomar notas sobre su extraordinario comportamiento.
Sin embargo, no fue hasta su siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras que comenzaron a preocuparse en serio. En esa ocasión el profesor Moody anunció que les echaría la maldición Imperius por turno, tanto para mostrarles su poder como para ver si podían resistirse a sus efectos.
—Pero eso estaba prohibido, profesor —Se atrevió a decirle Daphne, nerviosa, al tiempo que Moody apartaba las mesas con un movimiento de la varita, dejando un amplio espacio en el medio del aula—. Está penado por el Ministerio usar las maldiciones contra otro ser humano.
—Dumbledore quiere que les enseñe cómo es —Le informó, girando hacia Daphne con el ojo mágico y fijándolo sin parpadear en una mirada sobrecogedora—. Si alguno de ustedes prefiere aprenderlo del modo más duro, cuando alguien le eche la maldición para controlarlo completamente, por mí de acuerdo. Puede salir del aula. —Y señaló la puerta con un dedo.
Daphne se puso muy colorada, y se fue a una esquina avergonzada. Alaska se impresionó cuando su moreno amigo se acercó con duda hacía ella, intentando animarla.
