Capítulo 19. Y, finalmente, sucedió

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-Gracias por traerme, Howard-le dije al chófer, pero él ya se había ido.

Suspiré y caminé sobre los pétalos hasta llegar a la puerta entreabierta, una vez estuve dentro vi que la alfombra seguía hasta doblar el recibidor y llegar al salón, donde acababa. En vez de eso ahora todos los pétalos de rosa se extendían por el piso del lugar de forma uniforme. La luz que había visto desde fuera a través de las ventanas estaba proyectada por unas cuantas velas aromáticas encendidas en algunos puntos estratégicos, y en medio del comedor había una mesa con dos sillas una frente a otra, decorada sutilmente con un mantel blanco, sobre el cual habían copas  y platos de cristal.

-Hola-murmuró alguien sobre mi hombro, yo sabía de quién se trataba, sonreí y me giré para besarle levemente, luego me di cuenta de que iba de traje, sin corbata pero de traje.

-Eres guapo, asombroso, romántico, espontáneo… ¿es que tienes algún defecto?

-No, porque si te tengo a ti a mi lado, lo tengo todo.

Sentí el color subir a mis mejillas y una gran sonrisa extenderse en mis labios. Me contó que había estado preparando esta cena varios días y por ello no habíamos podido vernos con decencia, pero como era una sorpresa no podía contarme nada. Me senté a la mesa y él empezó a traer la cena, todo cocinado por él. Yo no le creí, pero se notaba que la comida era casera así que al final tuve que confiar en su palabra. Luego llegó el postre: helado de canela también hecho por él. Estaba delicioso. Cuando terminamos de cenar nos sentamos en los cómodos sillones del salón con música de mi grupo favorito en el equipo de música. Jasper sirvió dos copas de champagne y me tendió una.

-¿Por qué brindamos?-pregunté curiosa.

-Porque esta sea solo una de las muchas cenas románticas que tendremos juntos.

-Porque esto que hay entre nosotros dure mucho tiempo-corroboré riéndome.

-Porque nunca dejes de esbozar esa sonrisa cuando me ves.

-Y porque te quiero-concluimos a la vez.

Nuestras copas chocaron y bebí sin dejar de perderme en esos ojos del color de la esmeralda tan avispados y expresivos. Después de un rato de risas y charla de nuestras vidas de pequeños, nos levantamos, Jasper cambió de canción hasta que dejó una y con una mano cogió la mía propia y la otra la posó en mi cintura con suavidad. Pretendía que bailásemos y yo no iba a negarme.

Empezamos a movernos al ritmo de la música, primer con suavidad, de un lado a otro, era como una especia de vals a pesar de ser música Rock. La letra de la canción era preciosa y Jasper no dejaba de mirarme a los ojos mientras bailábamos de un lado a otro de la sala. Me hizo girar sobre mis talones para luego volver a acercarme a su cuerpo y hacerme girar de nuevo con mucha gracia y soltura. Otro talento, encima bailaba bien. Bajamos el ritmo y yo posé mi frente en su hombro, entonces escuché cómo cantaba la canción en mi oído, dedicándomela. Sonreí, alcé mi rostro y nuestros labios se encontraron.

Mi lengua se enredó con la suya, nuestros labios se fundieron los unos en los otros, y cada vez que esto pasaba una deliciosa electricidad penetraba en mi piel. Me di cuenta de que él nunca podría hacerme daño, de que era el indicado, de que era el hombre al que yo amaba, y a pesar de ser solo una adolescente de diecisiete años, había encontrado el amor en la persona menos esperada.

Cuando nos separamos me alcé de puntillas y llegué a su oído.

-Quiero ser tuya esta noche-susurré.

-¿Estás segura?

-Como nunca.

Él volvió a mis labios, dejamos de balancearnos, mis manso se entrelazaban en su nuca con suavidad y acariciaban esa parte de su anatomía, las suyas viajaban por mi espalda. Dejé de sentir en un momento el suelo bajo mis pies; Jasper me había alzado en peso y me llevaba hacia algún lugar, y no me importaba donde fuera siempre que el estuviese a mi lado. Sentí de nuevo el suelo bajo mis pies, me di la vuelta y me encontré con una habitación de piso de parquet, una alfombra en medio, una chimenea en la pared del frente y a un lado una gran cama de doseles.

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