Capítulo 13 - La gota que colmó el vaso

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Observé como la rubia desapareció con Chad escaleras arriba, al instante me relajé, mi enfado se evaporó y mis ganas de estrangularla con ellas

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Observé como la rubia desapareció con Chad escaleras arriba, al instante me relajé, mi enfado se evaporó y mis ganas de estrangularla con ellas. Hacía tiempo que no conocía a alguien tan ignorante, cabezona, insolente y prepotente a la vez. Su tontería se había costado una vida y un conflicto que podría matarnos a todos.

Su mirada de odio al final de nuestra conversación era lo que me había acabado de sacar de mis casillas, la había cagado y ni siquiera podía admitirlo.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — Pregunté a Frank, quien miraba la pared pensativo.

—Arreglar esta locura antes de que la cosa se ponga fea.

—Yo me encargo. — Fui a coger el teléfono, pero la mano de Frank me interrumpió.

—No. Encárgate de la chica, lo sabe todo, si habla estamos perdidos. —Casi me olvidaba. —Yo me encargo de hablar con Malcolm.

Asentí y di media vuelta, directo a las escaleras. Las subí directo al segundo piso, y me paseé un rato entre los interminables pasillos, tratando de encontrarlos. Mientras pasaba por el baño, sus voces llamaron mi atención.

— ¿Entonces vivís aquí? — Preguntó Violet.

—La mayor parte del tiempo, sí. Aunque viajamos bastante a menudo, ya sabes, el negocio nos llama. —Ambos rieron.

¿Se puede saber que coño estaba pasando?

Abrí la puerta de un manotazo, captando la atención de ambos. Se encontraban junto al lavabo, mientras que mi amigo sostenía una toalla mojada y se dedicaba a limpiar las manchas de sangre de la rubia, ella se apoyaba sobre el mismo. Violet se puso tensa al instante, mientras que Chad se limitó a mírame indiferente.

— ¿Chad puedes salir un momento? —dije serio con mi mirada fija en el moreno. Chad se despidió con Violet con un una simple mirada y salió al pasillo cerré la puerta tras nosotros.

—¿¡Se puede saber que diablos haces?! —exclamé en voz baja.

—Parece buena chica. —Se encogió de hombros.

—Es una aspirante a periodista que quería meternos en la cárcel, y tú le estás diciendo cómo trabajamos. —Aunque la situación era grave, Chad parecía no darle mucha importancia.

—Está aterrorizada, no dirá nada. —Aseguró. —Relájate un poco hermano. —Dio unas palmaditas en mi espalda y desapareció entre los pasillos.

Negué y me armé de valor para entrar en ese maldito baño, abrí la puerta y nuestros ojos conectaron. Se puso tensa de inmediata, para después fingir indiferencia, cogió la toalla y la mojó en el grifo, para después dirigirla a su cuello.

Cerré la puerta detrás de mi y anduve con decisión hasta ella, parando a unos escasos centímetros.

Me miró de reojo, claramente nerviosa y habló.

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