Capítulo 7 - Incógnitas

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~Seth en multimedia~

La alarma sonó descontroladamente, como si se tratara de una maldita pesadilla

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La alarma sonó descontroladamente, como si se tratara de una maldita pesadilla.

Apagué la alarma de mi teléfono como pude y miré la hora, las diez de la mañana, había dormido dos horas.

Me dolía todo el cuerpo, mi cabeza estaba en la mierda y unas dolorosas ampollas se habían formado en mis pies por culpa de los tacones.

Por un momento me alegré de no haber bebido, o de lo contrario estaría muerta.

Me levanté de la cama y me acerqué al baño, atravesando el salón a duras penas, estaba peor de lo que pensaba.

Casi me asusto al ver mi propia cara, parecía un maldito zombie recién sacado de The Walking Dead. No perdí más tiempo y me apresuré a realizar las tareas básicas de aseo.

Ni siquiera me molesté en ponerme maquillaje, no iba a poder mejorar esas ojeras ni aunque el mejor estilista de toda la ciudad se presentase en mi apartamento en ese momento. Me dirigí al armario y cogí mis tejanos más cómodos y una simple pero cómoda sudadera, cogí los zapatos de running e hice un moño en mi cabeza. Ni de coña me iba a arreglar, y menos para acudir a una maldita clase de ética.

Salí de mi habitación y entré en la de North, quien seguía prácticamente en coma.

—North —la llamé mientras movía suavemente su hombro. —North tenemos ética. —North resopló en respuesta. —Vamos levanta.

—Joder un poquito más —prácticamente susurró.

—North vamos a llegar tarde.

—Dile a la profesora que no me encuentro bien, creo que voy a potar —se quejó aún con los ojos cerrados.

Como no, North bebió.

Se le metió en la cabeza el reto de que si yo no bebía ella tampoco, así que no tuve más remedio que fingir. Me llené un vaso e hice como si estuviera bebiendo, cuando en realidad apenas me mojaba los labios.
North no tardó ni treinta minutos en acabar por los suelos.

—Está bien —me rendí. —Espera un momento.

Salí de la habitación y me dirigí a la cocina, saqué un zumo de naranja y eché un vaso, mientras por el camino cogí el cubo de la fregona. Volví a la habitación y dejé el vaso sobre la mesita de noche y el cubo bajo su cama.

— Aquí tienes un zumo, te sentará bien. Si quieres potar tienes un cubo bajo la cama —le informé.

—Gracias, te quiero —volvió a murmurar, aún con los ojos cerrados.

—Yo también te quiero —me despedí y salí del apartamento.

En el pasillo no había ni un alma, y tampoco en el recibidor, atravesé los jardines, encontrándome con igualmente poca actividad. Entré en la facultad, dónde ya parecía haber un poco más de ambiente y sin más dilación me dirigí hacia el aula. Por el camino me pregunté que qué diablos estaba haciendo yendo a una clase optativa un sábado a las diez de la mañana, pero ya no había vuelta atrás, me había levantado, y de hecho ya estaba llegando.

RUN©Where stories live. Discover now