Sinceramente no me esperaba aquello, ya no solo el hecho de que Philip hubiese ido a buscar a mis padres biológicos, que sin duda para mí era todo una sorpresa, sino que siquiera contaba con algún día saber acerca de ellos. Para mí el buscarlos no era más que una idea, más que nada por ese sentimiento de abandono y sobre todo porque no cambiaría a mi padre por nada ni nadie. Nunca he sentido rencor u odio hacia ellos, porque sé que hay muchos casos en esta vida y que a veces los jóvenes cometemos errores que no todos somos capaces de afrontar... Pero daba igual, ese sentimiento de abandono, fuera el motivo que fuera, seguía ahí. Curiosidad por saber de ellos? Sí. Ganas? Ningunas.
Así que sí, sin duda aquello me había tomado por sorpresa.

Opté primero por ver las fotos.
En la primera, aparecían una chica y un bebé. La chica era de mi edad o lo aparentaba, con cierto parecido a mí, de piel mas oscura, tostada por el sol. Su sonrisa era radiante mientras miraba a la cámara con sus grandes ojos verdes. Su nariz era mas ancha que la mía y su pelo más ondulado, casi rizado. Compartíamos mirada, pero no ojos, ni forma ni color y de compartir algo más, diría que la sonrisa y los labios. Parecía feliz conmigo en brazos.

-Entonces por qué me dejaste?-le pregunté a la chica de la foto aún sabiendo que no obtendría respuesta.

Seguí viendo fotos, la mayoría parecían estar echas el mismo día. En algunas salía yo sola, boca abajo en la cuna mirando a la cámara, mordiendo la oreja de algún peluche... En todas salíamos únicamente nosotras dos, bien juntas o por separado, todas excepto una. En una de las fotos aparecían la chica y un hombre de unos treinta años, un hombre blanco, rubio, de ojos azules y ligeramente achinados, como los míos, muy apuesto, ambos lo eran. Ella tenía rasgos latinoamericanos, mientras que él parecía escandinavo. Él era muy alto, o ella muy baja.

Entre los documentos estaba mi partida de nacimiento, colocándome en Brasil, ni más ni menos. El nombre por el que me llamaron fue Jissella. Nací con 3 kilos 600.

Los nombres de mis padres eran Adriana Carvalho y Alonso Gonçales. Varios documentos después encontré información de cada uno de ellos, donde confirmé que Adriana era brasileña y Alonso, aunque con nacionalidad brasileña, había nacido en Alemania, pero el apellido era de mi abuelo paterno, también brasileño.
Entre los documentos se encontraban los papeles de adopción. Una adopción abierta, en la que ellos dejaban todos sus datos y modos de contacto, por si el día de mañana yo los buscaba. Y junto a todos los papeles formales, una carta escrita en inglés, "Por si no llegas a aprender tu lengua natal, al menos de éste modo uso un idioma más universal", había escrito ella.

"Hola Jissella, hija mía.
No sé si seguirás llamándote así, pero es el nombre por el que tu padre y yo teníamos intención de llamarte durante el resto de nuestras vidas. Por lo que perdóname por querer aprovechar éstas líneas, ya que posiblemente solo aquí pueda llamarte así. "
Mis ojos ya habían comenzado a acumular lágrimas que en realidad no deseaba derramar.

"Sé que debes de haberte preguntado el por qué de nuestro abandono y el resumen de nuestra excusa, es quererte.
Para que puedas hacerte una idea, soy una chica de quince años, que te tuvo por accidente tras un descuido con tu padre de veintisiete. No supe que estaba embarazada hasta el momento del parto, ya que cogí unos cuantos kilos, pero todo en mi cuerpo era tan normal y equilibrado, que lo último que se me pasó por la cabeza, fue que pudiera estar embarazada... No tuve barriga, no diste nada que hacer, cero malestares, cero incomodidad... De haberlo sabido lo hubiese interrumpido a tiempo, pero por favor no me malinterpretes, sigue leyendo hasta el final.
Tu padre te reconoció como su hija por la fuerza, no mía, yo podía ocuparme sola, o eso me creía, sino por la de mi padre, tu abuelo, quien básicamente lo amenazó de muerte.
Me hubiese gustado poder haber seguido adelante y haberte criado, pero mi familia es pobre Jissella, muy pobre y tu padre trabaja de forma humilde en el muelle como pescador... No tenemos como criarte, no queremos matarte de hambre ni que seas una niña infeliz... Ya que has tenido la suerte de escapar a nuestra enfermedad, no podemos condenarte de tal modo.
Respondiendo a tu pregunta mental... El mismo día del parto, me diagnosticaron VIH, tranquila, no eres portadora, será lo único bueno que te deje.
Espero que tú seas todo lo cuidadosa que yo no fui hija mía. Yo por no tener cuidado he estado a punto de arruinar doblemente la vida de una criatura, tú vida... Y no me lo hubiese perdonado jamás.
El día del parto tu padre estaba furioso, diciendo que aquello era una trampa, que no se haría cargo de ti porque no eras suya. Mi padre lo obligó a reconocerte y lo hizo, como comprenderás no le quedaba otra... No solo me había hecho madre, deshonrándome a ojos de todos, sino que también me había trasmitido una enfermedad de la que ya no tengo escapatoria.
Para sorpresa de todos, tu padre se enamoró de ti, iba contigo a todas partes, casi no dejaba que te cargara salvo para darte el biberón o dormirte. Pero no aguantamos el ritmo ni dos semanas. En mi casa estábamos peor que nunca, siete hermanos incluyéndome, mis padres, Alonso y tú... demasiadas bocas y cuerpos para nuestras posibilidades.
No nos está siendo fácil. Tu padre ha firmado, pero no se ha querido despedir, se ha quedado fuera enfadado conmigo y llorando por ti.
Lo siento, hija... No sabes lo feliz que me hiciste en cuanto llegaste al mundo... A pesar de mi situación... No pude escapar a esa sensación... Y el alma entera me pesa haciendo esto... Entregarte a unos desconocidos con la esperanza de que te vaya bien y rezándole a Dios que te cuide de toda maldad. Perdóname... pero no puedo.
Si el día de mañana y tras leer esto me buscas y aún tenemos tiempo de estar juntas, te estaré esperando con los brazos abiertos. Porque si algo sé ahora y por poco que haya pasado contigo, es que este amor que siento como madre, no morirá ni aún después de haberme ido.
Te amo"

Bajé en busca de Philip. Estaba sentado en el sofá, mirando hacia el ventanal con mirada perdida. En cuanto me vio llegar se levantó rápidamente para abrazarme, dejándome llorar contra su pecho.

-Me querían, no me abandonaron por lo que puedo hacer-sollocé.

-Has leído todas?-negué con la cabeza. Me abrazó fuerte.

-Los has conocido?

-No-dijo en un hilo de voz, haciéndome recordar su enfado. Me aparté para mirarlo. Sus ojos estaban aguados-Lo siento-las lágrimas cayeron sin más nuevamente.

-Cómo?-me era difícil hablar-La enfermedad?

-Tu padre sí, con casi cuarenta, a ella...-huyó a mi mirada por unos segundos-La atracaron con veintitrés-y así se habían esfumado mis renovadas ilusiones-Siento todo esto, posiblemente prefirieras no haberte enterado, pero necesitaba que al menos supieras que te querían-le sonreí tristemente antes de abrazarlo con fuerza.

-Gracias-susurré provocando que estrechara aún más su abrazo.

No quise seguir leyendo o viendo las fotos.

Durante prácticamente toda mi vida, había venido a mi mente esa pregunta de "Cómo habría sido mi vida si...", pero ya aquello no tenía sentido... No merecía la pena ver fotos para ahora, que sabía que me amaron, añorar una vida que ya simplemente no existía.
Con eso, con saber que me querían y me dieron en adopción con la esperanza de una vida mejor, me era suficiente, porque no solo lo hicieron con esa esperanza, sino que lo consiguieron.

Y hoy en día se lo sigo agradeciendo.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now