Capítulo 25: Algo oculto

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—Sé cómo te sientes —dijo Max—. Estoy en una buena posición, tengo un ejército, podemos organizarnos con más gente y hacer algo, no sé... Alguna marcha. Las sociedades protectoras van a dar el grito al cielo, podríamos incluso iniciar una guerra civil.

—¿Qué hablas, Max? —repuso Marcos—. Estás hablando de algo muy grave, esto tiene sus inicios en algún tipo de corrupción, algo más grande que nosotros.

—Sí, pero no nos quedaremos callados, quiero que vengan conmigo mañana —sugirió—. Ya vamos.


Sirio caminó a mi lado pero no sentía que estuviera conmigo. Al llegar al hospital apenas cenamos.

—¿Qué sucede? —nos preguntó Rosy—. Traen cara de tragedia.

Marcos nos dio una ojeada.

—De aquí te cuento —le dijo.

Terminamos de cenar y fuimos a nuestra habitación.


Entré a ducharme, no quería enfrentarme al silencio de Sirio, no sabía qué hacer. Tontamente, deseaba tener alguna comunicación con Ursa para preguntarle qué es lo que haría.

Me di cuenta de que estaba bajo la ducha, inexpresiva, mientras el agua me caía sin parar. Terminé de bañarme y me puse pijama.

Al salir vi a Sirio apoyado en el marco de la ventana, como en la primera vez que fui a su cuarto, pero estaba bastante serio. Volteó a mirarme y sonrió apenas, una sonrisa que no impactó en su profunda mirada, luego volvió a ver hacia el cielo nocturno.

Me acerqué a él y lo abracé fuerte, enterrando mi rostro en su espalda.

—¿Todo bien? —preguntó.

Sacudí la cabeza contra su espalda en gesto de negación.

—No soporto verte triste —susurré, la voz me traicionó quebrándose un poco.

—No... no lo estoy —murmuró suavemente.

—¿Entonces? —la voz se me volvió a quebrar. «Rayos».

—Quizá me siento indignado, impotente, estas cosas pasan cuando hay guerras. Seguramente esos evolucionados también mataron humanos —suspiró—, pero aun así, también son víctimas de las cabezas detrás de esas batallas, incluyendo líderes como Orión.

—No hay excusa para lo que hacen esos hombres, están locos, es de enfermos, es... inhumano.

—Lo sé... siento que hayas tenido que ver eso, y siento haberte preocupado.

Volví a negar con la cabeza.

—Perdóname por no saber qué hacer para mejorar tu estado de ánimo.

—No digas eso —murmuró de forma dulce—. No tienes que disculparte, no es tu deber saber qué hacer para subirme el ánimo, o...

—Claro que sí —le interrumpí—. Soy tu esposa, debería saberlo y me siento inútil.

Hizo ademán de voltear a verme así que tuve que soltarlo para dejar que lo hiciera. Quedó mirándome.

—No eres inútil. —Tenía las cejas casi juntas en una expresión de preocupación y tristeza.

Bajé la mirada. Ahora le estaba complicando más las cosas, «genial».

—Perdón —dije casi en un susurro—, pero... —Me detuve, no sabía si era buena idea traer a colación lo que me había dicho Ursa, justo ahora. No, definitivamente no era buena idea, ya había sido hacía días y era estúpido e inmaduro de mi parte—. Nada, descuida, olvídalo.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz