Capítulo 25: Algo oculto

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—Muy bien —lo felicitó el jefe—. Como ven, estas armas tienen un metal especial... —El soldado respiraba agitado, observando al H.E. en el suelo—. Tranquilo soldado, se curará. Es solo una bestia —le increpó.

Estaba horrorizada, eran ciertas las historias. Me percaté de que Sirio estaba tenso. Tuve miedo, lo había traído a la boca del lobo. Qué tonta había sido.

—Vámonos —susurré.

Miré de reojo a Marcos, y podía ver que también estaba horrorizado. Se sorprendió así que volví a mirar por el agujero para ver por qué.

Estaban haciendo ingresar a dos evolucionados, estos parecían estar más sanos. Liberaron sus manos y uno de ellos se lanzó al ataque. Un choque eléctrico de parte de uno de los soldados lo tumbó al suelo y empujaron al otro al centro de la arena. Al rato lo siguió el que había sido electrocutado.

—Señores, qué gusto —dijo el jefe, ambos le gruñeron—. Tranquilos —los calmó—. Su sociedad no los quiso, los desterró, así que seremos generosos. Pelearán a muerte. El que gane se quedará aquí y nos servirá para entrenar. Dennos un buen espectáculo.

La multitud exclamó casi eufórica.

—Argh, todo esto es cruel hasta para mí —murmuró Max, asqueado.

Me di cuenta de que Sirio estaba emitiendo un muy bajo y grave gruñido, tenía los puños apretados. Puso su mano sobre la manija de la puerta y me aferré lo más fuerte que pude a su brazo.

—No, por favor, no —le rogué.

Me estremecí al escuchar los rugidos furiosos de los evolucionados que habían empezado a pelear, pero no iba a soltarlo aunque muriera. Max se dio cuenta y lo detuvo de los hombros.

—¡No te metas, nos matarán a todos! —exclamó en voz baja—. Piénsalo, contrólate.

Él respiró hondo, calmándose.

—Como ven —exclamó el principal—, son bestias salvajes, no controlan sus instintos, solo matar.

Rogaba poder salir de aquí pronto.

—He grabado —dijo Max, sacando una mini cámara de su bolsillo—. Los acusaremos con los de las sociedades protectoras y con el gobierno mismo si es necesario.

Salimos enseguida.


—Llamaré a un amigo que tengo en una de esas asociaciones —murmuraba Max mientras marcaba un número en su móvil.

Me acerqué a Sirio. Había apoyado la espalda en la pared y estaba con los brazos cruzados y mirando al suelo muy molesto. Quedé frente a él, Alzó la vista relajándose por unos segundos y luego volvió a mirar al suelo con la misma expresión de enojo.

¿Qué podía hacer? No había nada que pudiera hacer, me sentí inútil, era tal y como lo había dicho Ursa, otra vez.

Crucé los brazos también mirando al suelo con tristeza. «¿Qué es lo que hubiera hecho ella?». Apreté los labios convirtiendo mi boca en una línea recta en mi rostro, frustrada.

Max conversaba con su amigo por teléfono, Marcos se acercó a nosotros, suspiró y también se apoyó en la pared.

—Listo —anunció Max acercándose—, mañana temprano iré a verlo. Vuelvan ya al hospital, no tardan en salir todos de este lugar.

Asentí, Sirio aún seguía en la misma posición. Suspiró y apoyó la cabeza en la pared, mirando hacia el cielo unos segundos y luego nos miró. Ya no estaba furioso, pero seguía tenso.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Where stories live. Discover now