Capítulo 24: Acoplándonos

Comenzar desde el principio
                                    

Rosy sonrió emocionada.

—¿Y cómo reaccionó? ¿Qué dijo? —preguntó ansiosa.

—Asumo que lo sorprendí, al principio se congeló, pero luego empezó a tratar de corresponderme...

—Aw, su primer beso.

Reí, esta joven no dejaba de hacer preguntas.

—Oigan chicas —llamó Marcos—. ¿Vamos a cenar algo por ahí?

—Claro —respondimos las dos.

Sirio me sonrió de forma dulce al verme más tranquila. Rosy me miró de forma pícara.

—No importa lo que le hayan enseñado hasta ahora —dijo sonriente—. Ahora eres su esposa, y se nota que te ama, va a dejar hacerse lo que tu quieras. —Sacó de su bolsillo un paquete de pastillas—. Por eso me tomé la libertad de comprarte esto —me lo dio y quedé estupefacta, eran pastillas anticonceptivas. Me ruboricé por completo—. ¡Feliz luna de miel! —exclamó en voz baja.

Me reí completamente ruborizada y avergonzada.

Los métodos anticonceptivos habían evolucionado en los últimos siglos, ahora la gran mayoría eran cien por ciento efectivos y estas pastillas en particular hacían efecto el mismo día, pudiendo tomarlas cuando a una se le antojase.

Quizá las tomaría, pero aún no podía ir tan rápido, apenas estaba empezando recién. Lo amaba, pero no me sentía bien conmigo misma abusando de todo lo que me había dado y de su inocencia, tenía miedo, ¿qué pasaba si algo fallaba entre los dos y él se arrepentía? Sabía lo feo que era arrepentirse, y teniendo una mentalidad diferente como la suya... Agradecí avergonzada y guardé el paquete en mi bolsillo.

Entramos a un restaurante y nos quedamos en la terraza, así la oscuridad ayudaría a que la gente no notara los ojos de Sirio. Tuvimos una tranquila y amena cena; Sirio estaba nuevamente maravillado por la rara comida humana. Esta vez habíamos escogido un restaurante de pastas, una comida que había sido gestada en un lugar que alguna vez se llamó Italia, cuando este no estaba bajo el mar.


***

Volvimos al hospital, Sirio y yo pasamos viendo a su padre antes de ir a nuestra habitación. Estaba dormido en la camilla, había mejorado notablemente. Fuimos hacia la zona de investigaciones y por las habitaciones, los dos evolucionados estaban rondando por ahí.

—Mañana estará completamente recuperado, ¿verdad? —preguntó el H.E. del que no sabía su nombre.

—Sí, tendremos que revisar si sus huesos ya soldaron, eso es algo delicado —respondí.

—Gracias, tengan buenas noches.

Sirio tomó mi mano y fuimos a nuestra habitación.

Me quedé observando las pastillas.

—¿Estás enferma de algo? —preguntó preocupado, sacándome de mis cavilaciones.

—No, descuida, es por otra cosa. Algún día de estos lo sabrás —respondí suavemente.

Suspiró y sonrió.

—Me pregunto cuándo llegará ese famoso «algún día de estos».

Reí y lo abracé, buscó mis labios y se los di sin dudarlo. Lo besé sin apuro, gozando una vez más, acoplándome a él, otra nueva experiencia. Tiré suavemente de su labio inferior, él sonrió e hizo lo mismo, cuidando de que sus colmillos no me hincaran demasiado.

—Debes dormir —le dije con cariño.

Rozó su mejilla con la mía a modo de caricia, como un felino.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora