Epílogo ☺

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Epílogo ☺

Miami, Florida.

Llevaba tres meses de vuelta en mi ciudad natal, y aun así, seguía sin acostumbrarme al horroroso calor que hacía aquí en verano. Era el tipo de clima que te tentaba a quitarte la ropa y quedar en paños menores, o en todo caso, como Dios te trajo al mundo.

Las clases en la Universidad de Miami acababan de dar inicio hace un par de semanas. Por supuesto me había inscrito al instante en la clase de boxeo para cubrir los créditos en Educación Física.

Extrañaba el gimnasio en la universidad Gilmore, a pesar de que éste tenía instalaciones más nuevas, el ring era mucho más grande y tenía sacos de boxeo en muchos planos diferentes a los que me había acostumbrado a golpear.

Mi nueva entrenadora Daisy, por el momento estaba embarazada, por lo que tenía unos cambios de humor impresionantes. No la soportaba, tenía ganas de golpearla cada vez que la veía y me hacía extrañar cada vez más los entrenamientos de Marcus.

En sí, la universidad no estaba tan mal. El campus era enorme y me parecía casi imposible encontrar mi salón de clases a diario, pero los programas no estaban nada mal. Por ahora vivía en casa de la tía Harper, ya que Haley y su novio habían decidido mudarse juntos a un nuevo apartamento y no iba a incomodar.

Por desgracia, la casa de la tía Harper no estaba tan cerca como me gustaría del campus. Todas las mañanas debía de ir a la parada del autobús si quería llegar a tiempo a clases.

La primera vez que había entrado al gimnasio de boxeo de mi nueva universidad, todos los chicos me miraron como si nunca hubieran visto a una chica entrenando box. Probablemente sí habían visto a una boxeadora, pero no estaban acostumbrados a juzgar por sus gestos. Fácilmente podía calcular que había cincuenta chicos y tres chicas (contándome con ellas) en todo el gimnasio, lo cual lo volvía frustrante.

Mientras entrenaba no podía hacer más que lanzar miradas de odio hacia todas direcciones. En dos semanas ya había logrado que se hablara de mí en toda la universidad como la nueva chica que flagelaba a los chicos. Era cierto que ya había golpeado a algunos por intentar pasarse de la raya, pero no era mi culpa. Ellos eran los que me habían provocado, ¿no?

De alguna manera, mis primeras dos semanas me habían dado la extraña sensación de déjà vu.

Estos días, reconocía que había estado insoportable. Ni siquiera yo misma me toleraba, sentía ganas de ahorcar a cualquiera que se pusiera frente a mí y sencillamente prefería estar sola.

Extrañaba mi cómoda soledad de Eastbourne. En Miami me atosigaban mi hermana, la tía Harper, o incluso los profesores en la universidad. Estaba al borde del colapso mental.

Como si eso fuera poco, todo lo que veía, hacía o escuchaba, me recordaba a Nick. Ni siquiera me había despedido de él como me hubiera gustado y ya me imaginaba cómo me odiaba en este instante al saber que yo ya no estudiaría en Eastbourne.

Tomé una cuerda ligera y comencé a saltar mientras la canción de When You Were Young de The Killers, comenzó a sonar en todo el gimnasio. Siempre había música puesta, pero jamás habían puesto The Killers. ¿Por qué la vida era tan cruel conmigo?

Mientras saltaba la cuerda con un solo pie, escuché la voz de la entrenadora, que me hizo apretar los puños.

Por mí, que le cayera un camión en la cabeza.

-¡Tú! La chica nueva- gritó desde el otro lado del gimnasio- ¡Libre, con el ojo derecho cerrado!

Asentí conteniéndome.

Me acerqué al saco en plano vertical luego de ponerme los guantes y lo golpeé libremente mientras cerraba el ojo derecho. Escuchaba la voz de la cagante mujer en todo el gimnasio, gritándoles a todos por igual.

Let it GoWhere stories live. Discover now