Capítulo 2 ☺

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Capítulo 2 ☺

El chico se agachó.

Yo sabía quién era.

Bueno, no lo conocía, ni siquiera recordaba su nombre pero era nuevo en la universidad. Acababa de llegar hacía unas semanas y tenía a la mitad de las chicas tras él. Había escuchado a Alice hablar sobre él con sus amigas en el teléfono. Obviamente él no sabía de mí, porque no parecía asustado o apenado como reaccionarían todos los que sí me conocían.

Tomé la pera antes de que él pudiera tomarla.

—¿Qué mierda es esto?— pregunté molesta.

El chico dudó.

—Es… una pera, ¿no lo notas?— contestó con todo sarcasmo—Lo siento mucho, te atravesaste— se encogió de hombros— Tú tienes la culpa, no yo.

Entrecerré los ojos confundida y enojada.

—¡¿Enserio?! ¿Dices que me atravesé mientras lanzabas tú… una maldita pera?— exclamé sintiendo cómo la sangra fluía hacia mi cara.

Él se alejó un poco.

—Tranquila, no es necesario hablar con palabras tan vulgares— dijo enarcando las cejas con una sonrisa burlona en la cara— ¿Me puedes devolver mi pera, por favor?

¿Qué le divertía tanto? Estúpido carita.

Mi sien seguía palpitando del golpe.

Un grupo de chicos y chicas que estaban a unos metros de nosotros, comenzaron a reír mientras nos señalaban.

Ellos también eran de la universidad.

Cuando me volví hacia ellos, todos miraron a otra parte.

Odiaba a esos chicos, siempre creyéndose superiores en todo en la universidad, haciendo sentir como mierda a todos los demás. Era una lástima que ya hubieran contaminado con sus aires de superioridad y vanidad al chico nuevo, porque se notaba que ya eran todos unos amigos íntimos…

 Aunque pensándolo bien, se podía notar a kilómetros de distancia que él era todo un rompecorazones y encajaba a la perfección en ese maldito grupo de egocéntricos olímpicos.

El chico parado frente a mí, se volvió hacia ellos, que le hicieron muecas de advertencia. Una chica se pasó la mano frente el cuello simulando cortarse la cabeza. El tarado pareció no comprender nada, sólo rió y se volvió de nuevo hacia mí.

Apreté la maldita pera con los dedos, logrando que el jugo me cayera por las muñecas. Me arrepentí. Ahora quedaría pegajosa y sucia.

—Se nota que no llevas mucho tiempo aquí— dije fríamente mientras le fulminaba con la mirada, conteniendo el impulso de dislocarle la mandíbula de un golpe.

—Ah, ¿sí?— hizo una sonrisa ladeada, clásica de un galán de telenovela—Aún no conozco bien la ciudad, quizá tú puedas mostrármela— me guiñó un ojo.

Puse los ojos en blanco.

¿Ahora qué? ¡¿Por qué carajos estaba flirteando conmigo?!

—¡Deja de hablar conmigo como si no me hubieras lanzado una maldita fruta directo al cráneo!— grité nerviosa… y molesta.

Nunca nadie me había guiñado un ojo… gracias a Dios.

Era extraño pero no sabía qué hacer o cómo reaccionar.

Él rió.

—¡Ya te dije que siento lo de la pera!— rió— Odio las peras.

Me crucé de brazos.

Let it GoWhere stories live. Discover now