Capítulo 23 ☺

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Capítulo 23 ☺ (2/3 MARATON)

Por la ventanilla, pude ver las nubes fuera del avión y ninguna estaba exactamente blanca y esponjadita como se veían desde allá abajo.

Nope.

Estaban grises y se veían algunos rayos a lo lejos.

Prefería no verlos.

Volví a cerrar los ojos cuando un trueno resonó fuertemente. Parecía como si estuviera cerca del avión. Contuve mis ganas de no gritar.

—¿Si era enserio lo de la brutofibia?— preguntó Nick, asombrado de ver mi reacción.

—¡Tú eres el bruto! No es brutofibia, es brontofobia, inútil— reí, a pesar de estar a punto de colapsar.

—Es la fobia más extraña de la que he oído jamás, te lo puedo asegurar.

Otro trueno.

Subí las piernas al asiento y abracé mis rodillas, escondiendo mi cara en mis brazos.

—Sí, te creo.

—¿Y qué se supone que te tengo que decir? ¿“No, Marine, las tormentas no muerden”?

Levanté la cabeza.

—Lo sabía, tú sólo te burlas de mí— entrecerré los ojos.

—No es verdad.

—¿Ah, no?

—¡No!— me rodeó los hombros con un brazo.

Otro maldito trueno resonó.

Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. Sabía que lo mejor era intentar dormir, pero los nervios no me lo iban a permitir de todas formas.

Temblé.

Al parecer Nick lo había notado porque me atrajo hacia él. Casi sin querer y más como un instinto de sobrevivencia, escondí la cara en su pecho.

Me palmeó la cabeza con la mano, justo como mi padre lo solía hacer… ¡Oh, genial! ¿Ahora qué? ¿Me iba a  poner a llorar como si fuera la niñita débil que había intentado ocultar todo este tiempo? Compórtate, Marine.

Los truenos eran cada vez más frecuentes.

Sin duda sería un viaje largo... no, eterno.

—¿Y si te duermes?— sugirió Nick.

Negué con la cabeza.

—No podría. Además, no dejaría que te burlaras de mí babeando o… roncando ¡qué sé yo!

Nick comenzó a temblar. Supongo que estaba riendo, a menos que sufriera de epilepsia o algo por el estilo.

—Deja de tomarme el pelo— le espeté.

—No tienes idea de lo divertido que es.

—Para ti, querrás decir.

—Sí, supongo que sí… Me gustas así.

Me sonrojé hasta las orejas.

—¿¡QUÉ?!— exclamé.

Se oyeron unos «Shh», «Silencio» y «Cállate» por detrás. No me importó.

—Sí, me gusta cuando estás callada y asustada. Aunque la Marine molesta y gritona es la mejor de todas.

No tenía sentido.

A nadie le gustaba una persona enojada. Al menos eso pensaba hasta ahora, que Nick cagaba esa regla.

Una persona normal (Nick no es normal, ahí está el error) se alejaría de una persona gruñona como yo.

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