Capítulo 3 ☺

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Capítulo 3 ☺

Me desperté media hora antes de lo que debería, como siempre.

Gracias al cielo, Alice no escuchaba mi alarma del móvil debido a su sueño pesado, sino, haría un drama y me llamaría «maldita loca» hasta que pudiera volver a dormir.

Silenciosamente me cambié la pijama por un pants hasta las rodillas y una sudadera. Trencé mi cabello por un lado y rellené mi botella de agua en el garrafón.

Guardé mi llave del dormitorio en el bolsillo de la sudadera y salí de ahí.

Frente al edificio se encontraban los grandes campos de fútbol del equipo de la universidad de Gilmore. Comencé mi recorrido de siempre; al principio calenté los tobillos, las rodillas y los codos, estiré el cuello y comencé a trotar dos vueltas alrededor de los campos. Luego me dirigí hacia el edificio de la biblioteca de la universidad, subí los escalones corriendo y los bajé del mismo modo.

El sol ya podía dejarse ver entre las montañas que se veían a lo lejos y comenzaba a calarme en los ojos. Cuando regresé a los campos de fútbol, todos los del equipo ya estaban ahí haciendo pases con el balón y corriendo por todas partes.

Iba tan distraída que ni siquiera pude evitar chocar con la persona que se me había atravesado.

Cuando reaccioné, estaba yo sobre algo duro.

Ay, mierda.

—¿Tú otra vez?— dije quitándome de encima suyo— ¿No te cansas de hacerme caer?

Me miró con sus enormes ojos verdes.

—¿Yo? ¿Quién fue la que chocó conmigo?— discutió él.

No quería admitirlo, pero él tenía razón.

Yo había chocado con él, no él conmigo, pero no le iba a pedir perdón, no era mi estilo. Además tenía otra vez esa sonrisita burlona de mierda que me hacía odiarlo, porque parecía que se divertía al verme molesta.

—Pues yo no te arrojé ayer una pera a la cabeza— dije señalando mi sien, en donde había quedado un rasguño por el estúpido tallo de la maldita pera.

Nicholas rió.

—¡En efecto! No me la lanzaste a la cabeza.

Enrojecí.

No tenía ni idea de qué era lo que yo hacía aquí, frente a él.

Negué con la cabeza, lo rodeé y seguí mi camino corriendo. Si me quedaba parada iba a enfriarme y me podría lastimar. Eso lo había aprendido por las malas cuando era una niña en el gimnasio de box de Miami.

—Espera— gritó detrás de mí.

En unos segundos ya lo tenía corriendo junto a mí observándome sin quitar aún esta sonrisa que me daban ganas de tirar diente por diente. Lo fulminé con la mirada cargada de desprecio.

Nunca me había dado cuenta de lo bien que me sentía sin que nadie se acercara a mí y sin tener el compromiso de tener que hablar con otras personas hasta ahora que él intentaba conversar conmigo y se burlaba de mí como si nada le preocupara en absoluto y me encontrara divertida.

Más que enojarme, me confundía.

—¿Qué quieres? Estoy ocupada, si no te importa— dije entre jadeos por el esfuerzo.

Nicholas echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

Dios, mátame.

—Pues nadie te obliga a correr, ¿por qué no te paras un momento y… platicamos?

Let it GoWhere stories live. Discover now