Capítulo 38 ☺

124K 5.3K 477
                                    

Capítulo 38 ☺

—No estaría tan mal, de hecho— murmuró Alice examinando mi cabello.

Gruñí.

—Por supuesto que sí. Quién sabe cómo querrá que me lo corten— me imaginé regresando al campus con el cabello de color azul eléctrico cortado en picos. Madre mía— ¡Marielle! Tu hermano está volviéndome loca— le dije a la chica, que se encontraba sentada en el alféizar de la ventana de mi dormitorio.

Rió.

—Imagínate yo que he vivido con él prácticamente desde que nací.— contestó— Sólo dile que no te lo quieres cortar y ya. Boxeas a la perfección, ¿por qué no darle un golpe?

Reí sin ganas mientras Alice asentía.

—No te lamentes, ¿qué tal que sales de ahí aún mejor de lo que te ves ahora? Quizá no sea tan malo, relájate.

Rodeé los ojos. Ninguna de ellas dos me entendía.

Además consideraba que todo esto era muy injusto. Él se había tropezado primero y me había hecho caer; en secreto me alegraba de que no fuera a él el que se quedaría calvo (así se veía bien), pero tampoco me agradaba la idea de cortar mi cabello que tanto trabajo me había costado hacer crecer.

—Voy a morir— dije al ver el reloj.

Eran las 9:59 A.M., justo un minuto antes de que Nick dijera que lo vería fuera de las residencias. El tiempo me torturaba.

Sin más remedio, tomé mi bolso y me despedí con cara de preocupación extrema.

—Las veo al rato— moví una mano en señal de despedida.

—Suerte— gritó Marielle desde la cornisa—. Dale a Nick un beso de mi parte— se burló.

Le lancé una mirada de “cállate de una vez”.

Crucé la puerta y bajé las escaleras lo más lento que podía. Bajaba un escalón y subía dos. Así tendría tiempo para relajarme. Llené de aire mis pulmones y salí de las residencias.

El BMW de Nick se encontraba aparcado en la calle con su dueño recargado en él. Tenía unos lentes de sol (sí, hoy era uno de esos pocos días en los que salía el sol) y sonreía contento. Se veía bastante bien, la verdad.

Crucé la calle al tiempo que él reía.

—¿De qué te ríes?— dije fingiendo mal humor.

—De nada— dijo inocentemente— Vamos, sube.

Me abrió la puerta del copiloto para que subiera.

—Gracias— respondí de mala gana.

Nick rodeó el auto y se subió al lugar del conductor para ponerlo en marcha.

—¿A dónde iremos?— me atreví a preguntar.

Aunque llevaba dos años viviendo en Eastbourne, jamás me había cortado el cabello ni una sola vez. Era por eso que nunca había investigado en dónde había una peluquería en la ciudad.

—Ya lo verás— me guiñó un ojo, acelerando para ponernos en marcha.

Intenté controlar mis nervios alterados por el guiño de Nick.

En Londres cuando Nick había conducido como loco para llegar al aeropuerto y no perder el vuelo, había jurado que sólo había manejado de esa manera para hacer menos tiempo. Ahora me quedaba más que claro que él conducía como maniático a diario.

Let it GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora