Capítulo 69: Nervios de punta

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Abrí la boca. Él observó mis dientes unos segundos. Se alejó y la cerré.

—¿Entonces? —consultó Tricia.

—Voy a tener que sacarle los colmillos —explicó él—. No tengo anestesia...

—Adelante. No podemos estar atrasando esto —insistí desafiante.

Tricia entrecerró los ojos, pensando. El dentista se acercó. No dijo nada, era obvio que me iría a doler muchísimo lo que fuera que me hiciera. Tomó un bisturí, o algo parecido, y se empezó a acercar a mi boca. Cerré los ojos al perder el contacto visual con el instrumento.

De inmediato sentí la punta metálica empezar a hacer presión en mi encía. Un escalofrío me recorrió el cuerpo salvajemente. Me agarré de los apoyos de la camilla a los que estaba atado.

—¿Cuál es el procedimiento? —preguntó Tricia, sin expresión alguna, a pesar de ver la acción.

—Tengo que abrir espacio en la encía, alrededor de los colmillos. Luego tengo que abrir más espacio en el resto de la encía para poder mover los dientes un poco, y así finalmente que quepan los nuevos colmillos —explicó.

Tomó un soplete de dentista para lanzar aire y que se fuera secando la saliva y la sangre, la cual llenó toda mi boca en segundos. Sentía cómo el bisturí iba haciendo espacio entre mis dientes y la encía. También usaba otros instrumentos metálicos para crear espacio e ir moviendo los dientes.

Estaba sintiendo el peor sufrimiento que jamás había presenciado. Al mover un poco mis dientes hacia los lados podía sentirlos hasta mi cráneo. Estaba gritando muy fuerte, y de vez en cuando involuntariamente cerraba la boca, chocando con las manos del dentista y torciéndome los dientes con las suaves encías.

Cuando me torcía los dientes, él tenía que regresar para arreglarlos, causando exactamente el mismo dolor asqueroso. Las lágrimas caían, junto con algunas gotas de sangre por los lados de mi boca, mezclada con saliva.

Él tomó mi colmillo derecho, y lo empezó a mover, lento, pero de manera muy fuerte, para aflojarlo. No pude aguantar el dolor del diente chocando con las partes de mi encía floja. Me intenté levantar, pero no podía soltarme de la silla. El dentista se alejó.

—No te muevas, no hables y no cierres la boca o tendré que reiniciar todo —comandó.

Tenía la boca abierta, no quería cerrarla por el dolor que iría a sentir cuando todos los dientes de la parte superior de mi boca estaban flojos. Me dolía la mandíbula, y las lágrimas seguían saliendo. Estaba en la peor pesadilla de mi vida... el haber tomado sangre había sido mil veces mejor que esta tortura que estaba sufriendo ahora.

—Nada más necesita quitar los colmillos, poner los nuevos y todo terminará —confirmó Tricia—. Aguanta un poco más.

—Recuéstate de nuevo —comandó el dentista.

No podía hablar. Seguía con la boca abierta... y con el dolor en toda la boca. Me dolía la cabeza, y hasta el cuello y la nuca. Me acosté. Veía hacia la luz directamente, esperando que a como estaba cegándome de la vista, me cegara del dolor... pero no fue así.

Movió el colmillo muy fuerte, empecé a intentar patearlo. Tricia me agarró las piernas, la pateé, pero me agarró de nuevo y se sentó en ellas, sin dejarme ir de ninguna manera.

—No puedo hacer una endodoncia —explicó el dentista—. El hecho de envenenar al nervio para que muera y no sienta dolor.

—No importa, no tenemos tiempo, sácaselo —ordenó Tricia.

El dentista movió el diente agresivamente. Logró sacarme el colmillo, y cuando lo hizo sentí un jalón desde la encía hasta las puntas de mis pies. Que me hizo soltar el alarido más terrible que había hecho. Abrí los ojos al seguir sintiendo el dolor punzante, lo que vi me aceleró el corazón.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora