Capítulo 20: Ocultos

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Hace cinco meses...

***Steiner***

Terminé mi turno de día. Nada muy pesado había sucedido. Capturamos a dos Oníricos que estaban causando estragos, pero nada más aparte de ello. Apagué la computadora, y caminaba para salir del edificio, hasta que Vincent me detuvo.

—Tenemos algo pendiente, una misión. —Él habló.

—¿Una "misión"? ¿Una de día, o de noche? —cuestioné interesado.

Había una enorme diferencia entre ambas, y desde hacía varios años que ambos, como agentes especiales, las estábamos ejecutando infaliblemente.

—Una de noche. —Sonrió.

Caminamos hacia mi oficina de nuevo. Cerré la puerta con llave tras nosotros.

—Mira. —Él abrió su computadora portátil. En ella estaba toda la información del caso.

Como agentes especiales de la Ciudad Onírica, teníamos una enorme responsabilidad. Estábamos bajo las alas del gobierno, pero podíamos doblar ciertas reglas para poder ponerle nuestro... "toque" a las situaciones.

El nuevo caso hablaba sobre un club nocturno, donde supuestamente se iría a reunir varia gente relacionada a la Deep web. Sería de suma importancia lograr mezclarnos entre el entorno, para así lograr sacar información de utilidad para el futuro.

—Así que... ¿estás conmigo? —preguntó Vincent, emocionado por la misión.

—Claro que sí. Nos vemos en el Bar Somnífero a las doce en punto —respondí.

Salí de la oficina rápidamente. Manejé hacia mi apartamento. Siempre tenía cuidado al observar a los alrededores, en caso de que alguien me estuviera siguiendo. Esta vez, por suerte, no había nadie. Mi apartamento era simple, ordenado, limpio y acogedor al mismo tiempo. Me gustaba tener todo en orden, me daba cierta sensación de seguridad, de cierto modo.

Vivía solo. Mi trabajo no me dejaría tener esposa o hijos.... Además, no quería nada de eso por el momento. Alguna lejana vez, tuve ciertas ilusiones respecto al tema, pero concluí que este proceso, que el deber... que todo, tiene un precio, y que no todas las vidas idealizadas son para todo el mundo.

La noche anterior no dormí nada por trabajar, y esta noche tampoco lo haría. Decidí entonces quitarme la ropa y dormir un rato. Encendí la televisión, me tiré a la cama, y me dispuse a descansar.

Me levanté aproximadamente a las diez de la noche. Estaba cansado, pero tendría que levantarme, así como siempre lo hacía. Me bañé con agua helada para despertar, y tomé ropa de fiesta. Una camisa negra de botones y unos jeans. Tomé la pistola y la guardé. Tenía 49 años. Me veía joven todavía, pero elegante y serio cuando lo deseara.

Salí de casa y pasé por Vincent. Ambos fuimos al Bar Somnífero. Desde el parqueo se podía escuchar el tipo de música característico de ese lugar todas las noches. Era una música disco industrial electro oscura, algo definitivamente original, aunque con solo el hecho de pensar el estar ahí con el máximo volumen me mareaba.

Concluí que por eso el nombre del bar. Era enorme, y muchísimos jóvenes iban todas las noches. Era el lugar perfecto para el consumo y venta de psicotrópicos ilegales, todo lo que cualquiera deseara, lo encontraría en el sitio.

•—Empezar Música—•

Caminamos hacia la entrada. Había una fila de aproximadamente diez personas. Pagamos y entramos. El humo era intenso, la música me aturdía, y el movimiento de las personas era sofocante. Había luces de todos los colores, además de las blancas que parpadeaban intermitentemente, haciendo que sintiera un ligero mareo.

Había algunas chicas muy borrachas que se movían como trapos al ser empujadas por el resto de gente que bailaba en trance. Había gente sin pantalones, sin camisas. Había otros que lanzaban licor por todo el lugar. Olía a alcohol por doquier.

—¿Qué es exactamente lo que buscamos? —interrogué, gritando a su oído.

Él señaló hacia arriba. Había un cuarto con suelo y paredes transparentes. Ahí había varios sillones negros y dos tubos, con dos mujeres semidesnudas bailando. Llegamos hacia las gradas para poder subir ahí. Era evidente que no lo lograríamos, así como así. Un enorme guardia nos paró.

—¿Hacia dónde van? ¿Quién los invitó? —preguntó.

Hicimos silencio. Un joven estaba caminando tras nosotros. Iba de camino hacia el mismo lugar.

—Están conmigo. —Nos tomó de los hombros, sonriendo—. Vamos.

Vincent y yo lo seguimos. Las escaleras eran largas, y llegamos al segundo piso. Había un enorme pasillo negro, y después dos puertas rojas. Una de ellas era el cuarto transparente, y la otra el baño.

No intercambiamos ni una palabra en el camino. Entramos al gran cuarto, y lo que veía era cada vez más interesante. Había cuatro sillones grandes. Uno de ellos con una señora castaña, de avanzada edad. Se veía realmente elegante, tenía un vestido y joyas impresionantes. Su maquillaje estaba hecho a la perfección, y sostenía un Martini. En el segundo sillón, se encontraba un señor muy elegante, de cabello oscuro y varias canas. Su traje se veía carísimo, al igual que sus zapatos. Él sostenía vino tinto.

El tercero estaba en una esquina donde casi no llegaba la luz. En él se encontraba una chica cuya cara no logré ver en lo absoluto... Lo único que podía ver era su colorido vestido. Algo que no calzaba para nada con el lugar en el que se encontraba.

El cuarto sillón estaba vacío. El joven nos invitó a sentarnos junto a él. Se podían ver cientos de personas bailando en éxtasis debajo de nosotros, con el DJ justo en frente, al otro extremo de la disco.

El muchacho sirvió vodka con una gaseosa genérica para nosotros. La aceptamos, siguiendo el protocolo de no tomarla, por obvias razones. Las dos chicas bailaban en los postes de maneras sexuales, como si dominaran la noche, consumiendo su enorme feminidad con las luces, con el ambiente onírico que se empezaba a desarrollar.

Tenían poca ropa. Una de ellas tenía cabello largo, de color azul oscuro. Sus pestañas y labial eran del mismo color, al igual que su ropa interior. Tenía la piel ligeramente morena, como si se bronceara de cuando en cuando, y de vez en cuando soltaba una mirada nerviosa, insegura, pero volteaba a ver a la segunda, y reafirmaba su postura.

La segunda, tenía una peluca negra y opaca, perfectamente peinada. Le llegaba hasta los hombros. Su maquillaje era de color negro, con sus labios, pestañas, delineado, y su oscura mirada era tenuemente insinuante. Creaba poses aún más sexuales, invitaciones de caderas evidentes, sonrisas tentadoras, y su piel blanca resaltaba con su ropa.

—Así que... ¿qué los trae por acá? —cuestionó el joven.

Fiestas nocturnas. El lugar perfecto para reunirse a hablar de lo prohibido, de lo oscuro, de lo oculto...

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora