Capítulo 38: Sin retorno

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***Sonnet***

Sentía miles de pensamientos pasar por la cabeza, los latidos pesaban en mi sien más que nunca. Tenía el corazón en la garganta, la garganta seca, mis manos temblaban... era una oportunidad en un millón. Veía hacia la ventana, perplejo. Las cortinas se movían suavemente, y el silencio se los segundos restantes me martirizaba.

—Sonnet, ya pasó el minuto. ¿Sigues ahí? —consultó Alice.

Volví a ver a Serina. Dormía tranquilamente, estaba en su mundo, mientras el mío se derrumbaba pieza por pieza, una vez más... Toda mi vida había intentado esquivar estos momentos, y había topado con pared de nuevo. Las migajas de lo que quedaba en mis tiempos felices terminaban de desintegrarse, y las telas de la oscuridad empezaban a hacer que el futuro fuera imposible de percibir. Cerré los ojos con fuerza.

—Acepto... —concluí con dolor.

—Oh, debo admitir que no esperaba que tuvieras tantas agallas. —Ella soltó una risa macabra—. Perfecto entonces, tendrás que ir al restaurante que te diga en una hora exacta. Ahí estará Tricia esperándote. No llegues tarde... o lo lamentarás.

—¿Cómo sabré quién es Tricia? —pregunté nervioso.

—Créeme que lo sabrás. Ella es algo... original, diferente a los demás —elaboró con sarcasmo—. Oh, y otra cosa, Sonnet.

—¿Qué? —Mi alma estaba más amarga que nunca... mi sentencia estaba sellada.

—No te pongas a arruinar todo llamando a tu estúpido amiguito el policía, ni diciéndole a tu novia o a tu familia. Tú desaparecerás, así como así. Es mejor desaparecer, a estar muerto. ¿Cierto? —amenazó.

—... Sí —respondí, con un dolor inmenso en el corazón.

—Muy bien entonces, cuando llegues a hablar con Tricia, ella te explicará lo que falta. —Estaba complacida con mi respuesta—. Puedes llegar ropa, una galleta, por si te da hambre mientras te alimenta, o lo que sea.

—... Está bien —acepté.

—Un gracias no estaría de más, sabes. No a cualquiera le hago estos favores —sugirió hipócritamente.

—Gracias, Alice —gruñí entre dientes.

—Oh, ¡pero claro! No es nada —dijo—. Espero que te vaya bien en tu velada. Nos vemos. Por cierto, nada de cartas, nada de notas diciendo que te vas, nada de nada...

Colgó.

El peor sufrimiento en esa hora, sería tener el secreto más grande de mi vida, y no poder hablarlo con mi novia, con mi familia, o mis amigos. No sabía qué era lo que estaba haciendo... la obsesión de salvar a Lyra me había cegado, y no sabía si había tomado la mejor decisión. Lo que sí sabía, era que tenía que cumplir una vieja promesa que me hice al espejo. Una promesa de valores insuperables, la que me motivaba día a día.

No habría vuelta atrás luego de encontrarme con Tricia. Me acerqué a Serina, sentándome en la cama junto a ella. Acaricié su cabello suavemente. Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

—Sabía que no era un sueño que estuvieras aquí —suspiró Serina, despertando—. Gracias por quedarte aquí, conmigo.

—Serina... —El nudo en mi garganta era enorme. No podía siquiera hablar. Ella se sentó en la cama, junto a mí, viéndome a los ojos—. Te amo demasiado, y eso no cambiará nunca.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora