Capítulo 54: El gran escape

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Subo las escaleras de prisa y salgo. Está atardeciendo, hay una brisa fresca. Camino hacia el centro comercial, pero está lejos... tendré que caminar mucho.

***Lyra***

Estoy sola. Tengo que poner mi plan en acción... esta será la última vez que podré escapar antes de que empiece mi transformación. ¡No la puedo desperdiciar! Abro los ojos, intentando recabar toda la información posible. Estoy atada, mis manos están a los lados de la silla y la cuerda me cubre varias veces todo el tronco del cuerpo, además de mis piernas.

Observo mi ambiente. Están las bolsas antiguas de Duke, de donde había sacado la lágrima que tengo en la mejilla. También está el sillón donde ha dormido Julie, y el colchón donde durmió Duke.

Además se encuentran las nuevas bolsas, en donde se encuentran el hilo y el agua. Si me lanzo al suelo, no podré levantarme de nuevo... por otra parte, sé que la silla es maleable. El metal cederá ante un eventual impacto, como cuando había caído por las escaleras junto a Duke. De esa manera me había logrado liberar en el pasado. ¿Podría pasar una segunda vez?

Tengo que encontrar la manera de doblar la silla. Un impacto fuerte, o varios moderados. ¿Cómo se puede lograr algo así? Además, no tengo muchas fuerzas debido a lo que le ha pasado a mi cuerpo.

Ojeo una mesa un poco lejos de mí. Hay un poco más de cuerda... Las escaleras tienen columnas que soportan la baranda, para sostenerse cuando se sube.

Tengo una idea. Sé que dolerá mucho, pero es buena y efectiva, aunque algo lenta. No tengo tiempo que perder. Me muevo dando pequeños saltos hacia la mesa, la cual está a mi nivel.

***Duke***

Mientras camino me meto a internet en el celular, para evaluar qué anestesia me servirá mejor. Todas tienen nombres extraños y complejos. Busco más específico en el navegador, anestesias que se puedan vender a alguien normal sin título alguno de médico o dentista, pero no encuentro nada. Esto es más difícil de lo que pensé.

Busco alguna anestesia que me sirva. Investigo sobre la lidocaína, el clorhidrato. Veo que sirve para muchos usos, como el bloqueo epidural, procedimientos quirúrgicos, dentales y obstétricos, para los partos.

De inmediato llamo a mi dentista de siempre. Voy pateando una roca mientras camino. Por suerte, su centro de consultas se encuentra en el centro comercial al que voy.

—¿Hola? —contesta el teléfono.

—¿Doctor? —pregunto—. ¿Cómo le va? Habla Duke.

—... ¿Duke? —Está nervioso—. ¿Qué sucede?

—Vamos, no se sienta asustado. Usted sabe que siempre he sido de confianza. Soy un chico bueno. ¿Sí? —digo—. Lo llamaba porque quería saber si tiene Lidocaína en su consultorio.

—¿Lidocaína? Sí... —contesta titubeando.

—¡Perfecto! ¿No habrá problema si me da una dosis? Es para ayudar a una amiga, para que no tenga dolor —elaboro casualmente.

—¿La chica que secuestraste? —cuestiona asustado—. ¿Qué demonios le estás haciendo?

—Eso no se pregunta, doctor —rio—. Mire, ¿me ayuda? Es solo un poco, me iré rápido de ahí.

—Voy a llamar a la policía, no vengas. —Está por colgar.

—¡Eh! Espere un momento. ¿Sigue viviendo en aquella casucha en donde lo visité la otra vez? ¿Cómo están su esposa y su hijo? Apuesto a que felices y vivos... ¿Le parece si lo mantenemos así? —pregunto convincente.

—Maldito... —Su voz tiembla.

—Me pregunto quién será capaz de llegar primero a su casa —comento—. Digo, en caso de que se vuelva loco e intente algo estúpido. ¿Me ayudará?

—Sí —contesta—. Llámame cuando estés por llegar.

—Nada de eso, señor. Se quedará hablando conmigo hasta que llegue, relájese, llevémoslo suave. ¿Está solo en el consultorio, como siempre? —interrogo.

—Sí... —responde—. Estoy solo.

—¿Cómo sé que eso es cierto? Hagamos una video llamada, anímese. —Lo llamo, con cámara, esta vez.

Él me enseña sus alrededores, mientras mantengo el dedo en la cámara mía, para que no me vea. Efectivamente, está solo. Lo obligo a abrir todas las puertas. Sigo hablándole mientras voy llegando. La pistola está en la parte trasera de mis jeans, además de la navaja con algo de sangre en mi bolsillo.

***Lyra***

He llegado a la mesa. Intento alcanzar la cuerda, pero es imposible. Me acerco lo más que puedo e intento morder la cuerda, pero no logro alcanzar. Tendré que tambalearme un poco para alcanzarla. Hago el movimiento y sale mal. Mi cuello queda atrapado entre la esquina de la mesa y la silla, causando que el aire se corte. ¡Estoy atrapada!

Siento la falta de aire, pero sé que si me estreso se pondrá todo peor. Sostengo la respiración, mientras siento la terrible presión de todo mi cuerpo en el cuello. Me tambaleo más, hasta que logro que mi cara se acerque a la cuerda, aunque me siga asfixiando.

Muerdo la cuerda y me muevo para lograr estar en la posición inicial. Tengo la cuerda en mi boca, y ahora puedo respirar. La textura de la cuerda hace que me den ganas involuntarias de vomitar, pero no la puedo soltar. Es mi única esperanza ahora.

La muevo con mi boca para que el lado más largo llegue a mi mano izquierda. Después de cinco minutos aproximadamente lo logro, pero mi mandíbula no aguanta más. Me duele demasiado. Tomo un pequeño descanso. Respiro profundo, mi corazón no deja de palpitar gracias a la adrenalina del momento. Siento el frío sudor bajar por mi cara y cosquillear mi cuello.

Una vez que tengo la cuerda en mi mano izquierda, empiezo a dar saltitos hacia las escaleras, donde están las columnas de la baranda. Mientras voy saltando, sostengo la cuerda con la boca y acomodo el otro extremo para que logre llegar a mi mano derecha, para tener un lado en cada mano.

Lo logro luego de otros minutos de constante lucha. Me posiciono a un lado de una columna, para que mi brazo pueda llegar a través de ella. La idea es poner la cuerda alrededor de la columna, y sostener cada extremo de la misma, una en cada brazo, para poder tener tensión. Logro ir poniendo más y más cuerda entre la columna y sostenerla con mi otro brazo. Ya puedo soltarla de mi boca.

Todo estaba saliendo de acuerdo al plan... solo tenía que tener éxito en la parte más complicada de todas.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora