Amo Hogwards

3.4K 299 17
                                    

-46-

Amo Hogwards

Era su última noche en el colegio, a la mañana siguiente se irían buscando cumplir sus sueños, atrás dejaban esos años de escuela, parte de sus vidas estaba escrita en esas paredes que les dieron cobijo por tanto tiempo.

Hermione amaba ese lugar por muchas razones; en un inicio cuando supo que tenia magia, que era una bruja, por primera vez en su vida sintió que pertenecía a un lugar, que después de todo no estaba tan loca como ella misma había comenzado a creer después de tantas y tantas veces que se lo dijeron en la escuela muggle, podía recordar con toda claridad como si lo estuviera viviendo de nuevo, esa sensación de paz que la lleno cuando vio desde el lago negro el esplendido castillo irguiéndose ante ella.

Amaba la paz que le daba la biblioteca, ese sentimiento tan familiar cuando cruzaba el umbral y percibía el olor a pergamino viejo y  tinta. Cuantas y cuantas veces no habia caminado por los pasillos de noche, resguardada por la capa de invisibilidad para cumplir con alguna misión a lado de sus amigos. Amaba la sala común de Gryffindor adornada con los colores rojo y dorado, los sillones frente a chimenea, las mesas de estudio.

Todos sus afectos habían madurado bajo la tutela de ese enorme castillo que aun guardaba una gran cantidad de secretos que no había logrado descifrar. Granger amaba cada piedra, cada cimiento que conformada esa fortaleza, cada rincón oscuro, cada aula, cada pasillo solitario, cada recóndito pasaje escondido,  cada cuadro adornando sus paredes y cada armadura resguardando secretos.

Amaba los conocimientos que pudo adquirir en la gran biblioteca, las comidas en el gran comedor bajo el techo encantado, los jardines blancos tapizados de nieve en invierno y verdes en primavera; adoraba incluso los olores raros del aula de pociones, la humedad persistente en el baño de Myrtle la llorona, incluso a pesar de detestar la adivinación no podía odiar el olor a incienso y la aura enigmática que la envolvía, y como no amar las criatura tan "adorables" que siempre tenía Hagrid preparadas para su clase.

La Leona aprendió muchas cosas en su paso por esas aulas que tanto quería, aprendió que todo es mas fácil cuando cuentas con ayuda, pues al sumar manos y mentes se reduce el esfuerzo y se magnifica el resultado; que el orgullo no sirve de mucho cuando dejas que te sobrepase y te hace incapaz de ver mas allá de tus narices; que la amistad es el mejor regalo del mundo y que un abrazo es suficiente para reconfortar el alma; que un Gryffindor es valiente no porque no tenga miedo si no porque es capaz de sobreponerse, que un Slytherin a pesar de todo es un ser humano, que siente, sufre y se equivoca como cualquier mortal, que ser diferente y tener la convicción de defender lo que piensas a pesar de las burlas te engrandece como buen Ravenclaw y que espera lo mejor y no perder la fe es el más grande atributo de los Hufflepuff.

Pero principalmente Hermione Granger aprendió que las diferencias no tienen que dividir por el contrario complementan, que la mejor lógica se puede quebrantar cuando no eres capaz de sentir con el corazón, que toda leyenda tiene algo de verdad escondida en sus historias y sobretodo aprendió que el corazón abandona a la razón cuando te enamoras.

Draco Malfoy era invadido por sentimientos muy diferente a los de Granger, por muchas razones, entre ellas que esos años no fueron los mejores de su vida, porque a base de equivocaciones había descubierto por sus propios medios lo equivocado que había estado.

El príncipe de Slytherin se sentía aliviado de abandonar ese recinto porque no podía olvidar del todo sus fantasmas, sus errores, su falta de juicio, su incapacidad de tomar sus propias decisiones. Aun cargaba en su conciencia la muerte de Dumbledor por dejar entrar a los mortios al castillo, por mucho que Hermione insistiera que todo había ocurrido como el longevo director lo había pedido.

A pesar de no decirlo en voz alta, Draco aun podía cerrar los ojos y escuchar los gritos de la última batalla, podía ver como Crabbe moría  quemado en la sala de menesteres victima de su propio hechizo, podía recordar todas la veces que había insultado, lastimado y humillado a Granger y a muchos otros inocentes, y sentía culpa.

Por eso el sentía un indescriptible alivio al saber que pronto abandonaría ese castillo y dejaría atrás esa etapa negra de su vida, donde lo único bueno que había sacado era el amor y el perdón de Hermione Granger.

Esa noche era la última que pasaban en el castillo, la última noche que estarían bajo el resguardo del castillo en el que se había librado la última batalla, donde ambos lucharon en bandos distintos, separados por las clases, la sangre y el poder.

Pero a pesar de todo eso ya no importaba, ahora ya no les importaban esas divisiones, el amor las había sobrepasado, al menos para ellos.

A pesar del alivio que representaba terminar el colegio Draco sentía un poco de nostalgia y un creciente miedo de perder lo único real que tenia, sentía temor ante la incertidumbre de perder a la única mujer que amaba a Draco, el hombre, la persona, y no a Malfoy el rico sangre pura de la realeza mágica.

Como si Hermione conociera sus dudas e inseguridades apretó su mano haciéndolo regresar al presente, sacándolo de pronto de esos pensamientos impregnados de miedo, y le sonrió con dulzura mientras acariciaba su rostro con su mano libre y hacia chocar sus miradas.

-Te amo. -Le dijo sin perder de vista esos ojos grises que adoraba y Draco atrapo sus labios con ternura.

-Yo también te amo. -Replico sobre sus labios y acaricio su rostro delineando sus facciones.

La atrajo hacia el con delicadeza, con la necesidad de disipar cualquier temor que quedara con su calidez y asi fue, le basto tenerla entre sus brazos y aspirar su aroma para tomar nuevas fuerzas.

Esa leona lo hacía fuerte al tomar su mano porque en el fondo seguía siendo el niño asustado por los fantasmas de un pasado, pero ella le daba valor, le daba las razones suficientes para no darse por vencido y luchar contra el mundo de ser preciso para salvar su amor.

A su lado, solo a su lado no necesitaba de nada, no le importaba nada que no fuera esa calidez que lo embriagaba y que lo hacia el hombre más feliz del mundo, porque la amaba, la amaba profundamente y ahora era capaz de reconocer ese sentimiento que antes no comprendía ni conocía.

Draco Malfoy tenía que reconocer que a lado de esa Leona aprendió tanto o más de lo que aprendió ella a lo largo de esos años de escuela, pero sus conocimientos no tenían nada que ver con las clase impartidas en las aulas, en los salones de clase o la biblioteca, sus conocimientos tenia mas que ver con los sentimientos, con la capacidad de abandonarse a las emociones sin miedo, a aprender a ser vulnerables y que eso no implica ser débiles.

El gran Malfoy aprendió que un beso sincero opacaba todas esas noches de sexo desenfrenado, descubrió que no hay rostro más divino ni cuerpo más venerado que el del ser amado. Entendió que no estaba enfermo, que estaba enamorado, que esa era la causa de su pulso acelerado, del vacío en su estomago y la repentina explosión de adrenalina cuando estaba a su lado; que los escalofríos y la piel erizada cuando lo acariciaba era tan normal como que en su mente solo estuviera ella, no estaba enloqueciendo, estaba aprendiendo a reconocer los síntomas del amor.

 Esa noche, su última noche en el castillo había sido la elegida para que Draco aprendiera la gran diferencia que había entre tener sexo y hacer el amor en brazos de su Leona.

Draco Busca EnamorarseWhere stories live. Discover now