Mañana el día definitivo

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Mañana el día definitivo

"Tres metros sobre el cielo" eso amaba Step a Babi, pensaba Hermione recostada en su cama y un dolor agudo volvió a palpitar en su pecho, una soledad incrustándosele en cada poro de su piel al añorar esos labios que jamás volvería a ser suyos. Estaba segura que ella amaba a Draco mucho más de esos tres metros sobre el cielo, su cariño era infinito e inagotable, solo esperaba que pronto pudiera el dolor disminuir al menos un poco aunque sabia claramente que tenía que vivir a partir de ahora con esa opresión en el pecho ante la ausencia del primer amor.

Nadie muere de amor, se dijo pero a veces dudaba de sus propias palabras. Su lado racional seguía apagado para dar paso a ese ilógico y acongojado sentimiento que le hacía creer que ya todo estaba perdido y que de un momento a otro moriría, como muere el día, pero con la diferencia de que ella posiblemente no renacería con un prometedor mañana.

Draco muy lejos de ahí tampoco dormía, no podía, como un condenado a muerte solo esperaba su sentencia, eso era para él ese compromiso, quizás matarle no le causaría tanta congoja, al menos así dejaría de sentir y de pensar en ella, de añorar esos ojos cálidos de caramelo liquido, esos labios rojos de sabor dulce y embriagador que tanto deseaba volver a probar.

Tenía los brazos acomodados tras su nuca y sus pensamientos viajaban inevitablemente hacia ella, hacia Hermione, quien hubiera pensado que esa chiquilla que tanto había aborrecido en el pasado le hubiera cautivado hasta el punto de desconocerse a si mismo ante esos sentimientos que ella había sido capaz de despertar en el.

Por mucho que dolía se obligaba a recordarla, a pensar en ella cuando era una tierna niña de 11 años con su indomable cabello alborotado y esa mano que  se levantaba con la rapidez de una snich para contestar cualquier pregunta formulada. Le recordaba a pesar de haberla detestado esa etapa de su vida con toda claridad como si frente a el regresaran esos momentos que ahora eran tan lejanos.

Esa hija de muggles de aire sabiondo que estudiaba como procesa sin darles tregua a sus inseparables amigos, cuanto detestaba verlos juntos porque aunque no lo reconociera el los envidiaba, codiciaba esa amistad incomparable y sincera que unía a San Potter, la comadreja y la sabelotodo, cuanto los detestaba pero más a ella, porque ella era el lazo que los mantenía unidos, el cerebro de un mismo ente que era capaz de mantener la cordura y protegerles de ellos mismos.

Recordaba ese rostro infantil de facciones redondas, de ojos sedientos de conocimientos, esos dientes asomándose indiscretos y esos dedos siempre manchados de tinta por tanto escribir. Entonces se percato de algo, se sentó en el borde de la cama y abrió los ojos con sorpresa por su descubrimiento.

Como era posible que hubiera estado tan ciego para no darse cuenta, cuando tenía la verdad ante sus ojos. -Idiota. -Se dijo tirando con fuerza de sus cabellos platinados, para después tomar una almohada, la rompió con frustración haciendo que cientos de plumas se esparcieran sobre el y se dispersaran por todo el lugar.

No entendía como a estas alturas caía en cuenta de que recordaba a Hermione con tanto detalle, con demasiada claridad como si de manera inconsciente siempre le hubiera cautivado, porque para odiarla se había fijado demasiado en sus rasgos afilados, en sus manías de morder su labio o en esas manos tan delgadas pero firmes que acariciaban con deleite las pastas de los libros antes de abrirlos como pidiendo permiso para adentrarse en los conocimientos que guardaban, veía su ceño fruncido y sus mejillas coloradas de contrariedad cuando peleaban y tuvo que reconocer lo mucho que siempre le había gustado ver ese color encender sus mejillas y sentir que eso era por su causa.

Quizás ahora ya no tenía esas facciones redondas y aniñadas, esos sendos cabellos levantándose sin cuidado alguno como matorrales, esos dientes frontales desproporcionales y ese cuerpo menudo e infantil desprovisto de formas, quizás ahora sus facciones eran más finas y definidas y sus redondeces más marcadas esculpiendo un cuerpo de mujer, pero sus ojos brillantes eran los mismos así como su esencia y su carácter, y con todo se daba cuenta que la quería desde antes sin saberlo, le quería siendo una simple hija de muggles testaruda, le quería más que odiarla antes, y ahora la amaba más que quererla.

Ya todo estaba claro, la hacía rabiar con demasiada frecuencia con deseo de ver esa mirada llameante de indignación y esa respiración agitada que hacia subir su pecho de manera cadenciosa, le insultaba delante de sus amigos para desquitar ese vacío que le dejaba verle con ellos y no con el.

Quizás solo al principio el odio había sido verdadero, pero no era un odio dirigido precisamente a ella, era más bien odio a si mismo, a su padre por obligarle a verla como a una inferior y después descubrir con frustración que el siendo quien era no le llegaba ni a los talones.

La odio, o eso había pensado porque Granger era alagada y alabada solo por su talento,  siendo una simple hija de muggles era mucho más talentosa de lo que nunca podría ser el mismo. La odio como odio a Potter por haber rechazado su superioridad y haberlo visto como un simple mortal del monto y no como el gran Malfoy que era.

Se levanto para caminar con desesperación regando más las plumas de la desecha almohada. Le había llevado tanto tiempo darse cuenta de esos pequeños detalles que hacían la diferencia, porque era precisamente esa manera de Hermione de tratarlo como un igual lo que más le exasperaba, porque ella era la única que no lo trataba como si no fuera de la realeza, y en su fuero interno quizás por eso la tomaba en tal consideración que con ella descargada sus frustraciones para que se diera cuenta que al menos podía ser el mejor en algo, aunque eso fuera por ser el mejor y el más grande cabron que hubiera pisado Hogwards.

Por eso era un patán indeseable, un resentido y aberrante verdugo de impuros, o mejor dicho de impuras, de solo una, de ella para ser exactos.

Pero de que valía darse cuenta de que hacía años de manera inconsciente había albergado una rara fascinación por la leona, de que servía quererle como lo hacía cuando nunca podría ser posible tenerla.

Mañana, mañana seria el día definitivo y se cerraría el compromiso acordado, su condena, su condena en vida y como buen Malfoy habría de cumplir con las exigencias de su apellido y enlazar su vida a otra sangre pura para mantener el linaje, el dinero y el poder que había decaído de su antigua familia de alta estirpe.

Hoy era su última noche antes de entregarse como un condenado a muerte a un tormento indefinido que le castraba, que le cortaría las alas para poder amar a una impura, su impura.

Hoy más que nunca deseaba ser un don nadie sin apellido que cuidar, sin linaje que mantener, quería ser solo un hombre que pudiera realizar sus sueños, un hombre capaz de enamorar a su impura y hacerla feliz. Que tonto había sido todo ese tiempo, cuanto había desperdiciando en sus estúpidas ideas y malas interpretaciones de príncipe mediocre y malo, muy caro pagaría su estupidez y su ceguera crónica, mañana se comprometería  de manera formal y saliendo del colegio se casaría con una mujer que no amaba, que podía ser una bruja hermosa y escultura, de buena familia, de sangre pura, pero no a quien el amaba.

Draco Busca EnamorarseWhere stories live. Discover now