Extra 5

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Era la primera vez que tenían una cita formal, y estabas nervioso. Bastante.

Habías quedado con Nico para verse a las cinco de la tarde en tu cabaña, la idea era llevar algo elegante pero no demasiado formal.
Desde después del almuerzo entraste en crisis sobre que ponerte para ir; lo primero que hiciste fue revolver absolutamente toda tu ropa de la cabaña y no había anda que pudiera acercarse a eso, pensaste en ir a tu hogar en una escapada pero sabías perfectamente que ahí tampoco tenías nada de ese estilo. ¿¡Qué cojones te pondrías si no tenías nada!?.
Te tiraste en la cama abrazando frustrado tu almohada y te levantaste de golpe tirando a un lado la almohada solo para correr directo a única cabaña que podría salvarte. La cabaña 10.

Tocaste la puerta rápido y fuerte logrando que sea Drew la que te abra, y como era de esperarse te puso mala cara, pero pasaste de ella yendo directo a donde estaba Mitchell al parecer acomodando su ropa.

  — Mitchell necesito de tu ayuda con URGENCIA —dijiste mientras los mirabas. Un par de veces lo habías salvado de unos buenos golpes en un que otro captura la bandera, y de alguna u otra forma se habían hecho amigos.

  — ¿Qué ocurre? —dijo preocupado mientras tomaba tu mano acercándote a una de las sillas de la cabaña en lo que la ex-capitana se daba por vencida para tratar de echarte.

  — Veras... —dijiste antes de tomar aire y lo soltaste todo de una sola vez:—, Nico me invito a una cita y debo llevar algo elegante pero no formal, pero no tengo absolutamente nada de eso ni aquí ni en casa, es decir, jamás compre ropa de ese tipo y eres la ÚNICA persona que podría salvarme.

  — Entiendo el problema —dijo rápidamente mientras se lo pensaba—, debemos buscar a alguna de las chicas que sean de tu talla, ¿A qué hora quedaron y en donde?

— Mi cabaña a las cinco —dijiste esperanzado.

— Tenemos tiempo~ —dijo animado levantándose—, vamos, creo que sé quien puede ayudarnos ahora.

Decidiste seguir al chico mientras este te tomaba de la muñeca y luego de unos cuantos gritos y búsqueda de unos diez o quince minutos acabaron volviendo a la cabaña acompañados de una de sus hermanas mientras tu amigo le contaba que tenías una cita en unas horas y no tenías vestuario. Y al parecer Valentina era la qué más cercana estaba a tu talla.

Estuvieron al menos unos cuarenta minutos haciéndote probar camisas, jeans, remeras, vestidos, zapatos, abrigos y más hasta que decidieron que conjunto te pondrían (y accediste al ser algo cómodo); y justo cuando pensabas agradecerles y solo tomar la ropa que te prestaron entre los dos te frenaron.
Te hicieron algunos tratamientos de belleza para la piel, luego se fueron los tres a tu cabaña para que te ducharas, (y con algo de ropa de entre-casa y de no muy buen gusto para los chicos de Afrodita) te sentaron y empezaron a demostrar sus dotes en cuanto a moda y belleza.

Para las cinco menos diez minutos Mitchell y Valentina chocaron las manos al verte. Te habían echo un precioso y simple peinado, tenías un maquillaje muy suave y apenas visible sobre todo en las mejillas y los ojos (para re-alzarlos un poco por lo que dijeron) y traías ya puesto un vestido algo entallado en la parte superior, pero bonito y hasta las rodillas, un par de zapatos y un collar pequeño y delicado. Según tus ellos dos te veías INCREÍBLE.

  — ¡Gracias! —dijiste dando un vuelta frene al espejo para verte casi sin reconocerte prácticamente, pero notando que te quedaba precioso—, espero que le guste.

— Si no le gusta yo mismo voy a golpearlo —dijo Mitchell mirándote orguloso de su trabajo.

— Y yo cambiare de talla toda su ropa y haré que NADA le convine —dijo Valentina acomodando un pequeño mechón de cabello al frente.  

. . .

Para cuando di Angelo toco a la puerta de tu cabaña los dos chicos de la cabaña 10 ya habían salido. Suspiraste de forma lenta una vez para calmarte y abriste quedándote prácticamente mudo mirándolo, Nico estaba vestido con unos jeans oscuros (diferentes a los que solía llevar siempre), una camisa blanca sin corbata y un abrigo que podría ser un saco casi; sin dudas se veía apuesto. Pero de todas formas él también se asombró al verte, se quedo callado mirándote unos cuantos segundos antes de entrar con una sonrisa casi embobada en los labios.

  — Te ves increible —dijo tomando tu mano un momento y robándote un pequeño beso.

 — Tampoco te quedas atrás —dijiste de forma suave y cariñosa—, estas muy guapo.

 — ¿Listo para nuestra cita? —dijo mirándote directo a los ojos, no pudiste evitar preguntarte si también se sentiría nervioso.

Asentiste de forma tímida. Y con todas las cortinas bloqueando la luz en tu cabaña sentiste las sombras envolverlos de nuevo y la nada bajo tus pies mientras Nico te tenía de la mano los cinco o diez minutos que duro el viaje.

. . .

Aterrizaron bajo el cielo estrellado, justo a la luz de la luna frente a un restaurante elegante (sin llamar la atención por suerte). Él paso primero y te abrió caballerosamente la puerta para que entraras.

— Di Angelo —dijo con calma al recepcionista que solo asintió anotando algo.

— Certo, da queste parti per favore —pronuncio el hombre antes de que un mesero los llevara a un lugar más apartado, una pequeña terraza con algunas mesas desocupadas.
(Por supuesto, por aquí por favor).

Se sentaron en una de las mesas y no pudiste reprimir una pequeña risa mientras lo mirabas.

— Eres todo un caballero di Angelo —dijiste mientras lo mirabas con una expresión enamorada en el rostro—, no me esperaba que fuéramos a cenar a Italia.

— Quería sorprenderte —dijo llevándose una mano a la nuca con las mejillas algo rojas— ¿Te gusta?

— Hiciste más que sorprenderme —dices mirando el lugar antes de volver la vista a él—, me encanta Nico.

Tardaron unos minutos en decidir que platillo de la carta ordenar, pero al final él le dijo al mesero que comerían respectivamente, y luego solo quedo esperar a que trajeran la comida entre charlas.

Así fue que la cena y el pequeño postre pasaron fantásticamente.

Salieron del lugar después de pagar y tomados románticamente de la mano, decidieron dar un paseo por las calles de Venecia hasta la quinta banca de un parque tranquilo que quedaba frente a uno de los canales, y se quedaron hablando o simplemente admirando el paisaje en un cómodo silencio por unas cuantas horas. En algún punto incluso te levantaste y le tendiste la mano para bailar un poco entre risas tontas sin música de fondo mientras pegabas tu cuerpo al de él enseñándole como era un baile lento, perfecto para una cita romántica como esa.

A eso de las 3 a.m (en Italia) acabaron por volverse en un viaje en sombras a tu cabaña a aprovechar lo que les quedaba de tiempo (salteándose la cena) hasta el toque de queda.

Definitivamente aquella había sido la mejor cita del mundo...

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Me gustas di Angelo (Nico y tú - BL) [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora