46. Depresión y Demencia

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Existen vacíos que con nada lograrán llenarse, hay cosas que no tienen remedio y que cuando las pierdes, jamás podrás recuperar.

Sí, sé que me odian... ustedes voces, presencias o lo que sea que está dentro de mi cabeza... sí, sé que ustedes me odian... no es que me importe, porque yo me odio muchísimo más de lo que otra persona pudiese llegar a odiarme.

Tal vez me creen un monstruo, una irresponsable, una ingenua, una estúpida... les tengo noticias: sí lo soy, y ahora tengo razones de sobra para confirmarlo, no hace falta hacer una lista de todo lo que me convirtió en una maldita porquería, porque sin la necesidad de ésta, todos mis errores estaban más que presentes.

El error más grande: pasar por alto de aquella manera la presencia de ese bebé, pensar que era tan invencible como para que algo demasiado malo me ocurriese. Sí... total y completamente ingenua, porque... ¿a quién quería engañar? Era una mortal, débil, una mortal que es fácil de vencer, una mortal con habilidades que tal vez de nada servían si las comparabas con las habilidades de algún alterado o modificado genéticamente por algún accidente cósmico o radiactivo, sí, era débil, y no sé qué me hizo pensar que podía llegar a ser superior, que podía llegar a vencer a un enemigo con esas condiciones. Tal vez quería probarme a mí misma, la verdad ya no me interesaba analizar todas aquellas teorías, porque había algo más importante dentro de mi mente, al menos durante los días casi eternos que he pasado en esta prisión.

Mi bebé, el pequeño milagro que antes esperaba, atormentaba mis pensamientos durante el 50% del tiempo, el otro 50%, quien atormentaba mi pensar era Steve y lo que pensaría sobre mí.

Toda la bondad de Steve, todo su amor... ya no los merecía y estaba consciente de que si volvía a verlo y él se enterase de lo sucedido el único sentimiento que podría profesarme sería odio, desdén, desprecio...

Nunca llegamos a hablar de lo que sería formar una familia, realmente jamás llegamos a establecer una conversación sobre ello y no tuvimos tiempo de alimentar fantasías sobre los porvenires, al menos no con palabras. Nunca tuvimos aquellas conversaciones típicas entre parejas en las que se discutían el número de posibles futuros hijos, ni nombres, ni matrimonio, ni casa... lo más lejos que llegamos a hablar de algo así, fue después de que Peggy muriera, cuando hablamos de la grande posibilidad de retirarnos, y cuando ya éramos fugitivos, cuando Steve me dijo que después de atrapar al dichoso psicólogo, nosotros podríamos empezar a hacer una vida juntos...

Pero nuestra vida juntos ya había iniciado, y me dolía en el alma tan solo pensar que entonces, creía que todo estaría bien.

Nuevamente ingenua, porque nada estaba bien, no sabía siquiera lo que había pasado con Steve y Bucky en Siberia, ni si habían logrado atrapar al doctor. Hasta donde pude saber, Sam había terminado por decirle a Tony en dónde se encontraba Steve... y esto, en vez de tenerme tranquila, me tenía peor, porque ya no confiaba en Tony, y porque tenía una corazonada, no sabía si algo malo había ocurrido, si Stark había terminado por decirle a Steve lo que había pasado conmigo, si habían terminado por matarse el uno al otro.

Y es que esa posibilidad existía... y me angustiaba muchísimo más, no soportaba visualizarla, y sin embargo también estaba en mi mente.

No sabía qué dolía más, si imaginar a Steve muerto, o imaginarlo despreciándome por mis acciones.

Y después supe qué era más doloroso: que Steve ya no viviera; porque bien o mal, ya visualizaba su odio y podía vivir con ello, de cierta forma, sabía que podía sobrellevarlo de alguna manera; pero su muerte... no. Jamás, nunca... nunca podría vivir en un mundo en el que Steve no existiese, aunque bueno, ya no tenía ganas de seguir viviendo en este mundo, de cualquier forma.

Collision [•Steve Rogers•]  (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now