38. Una Difícil Despedida

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Perder a alguien cercano es una sensación horrible, desgarradora... pero perder a la mujer que tanto amaba, era una sensación aun peor.

Ella que fue más que mi segunda madre...

Me sentía terriblemente mal... pensaba en cientos de cosas, en qué hubiera pasado si yo hubiese estado con Peggy durante las últimas horas... en las cosas que pude decirle y en lo que ella pudo decirme... pero ahora ya jamás sabría. Ahora jamás podría verla sonreírme de nuevo, ni oírla regañándome ni contándome maravillosas historias... ya no la abrazaría de nuevo, ya no volvería a verla jamás y no tuve la oportunidad de despedirme de ella.

No dormía bien al tener lo que ocurría en mente.

Luego pensaba en que Madrina Peggy odiaría verme así, odiaría verme lamentándome y me la imaginé regañándome por ello; ella no hubiese querido que nos despidiéramos, porque para ella no significaba un "adiós", ella hubiese preferido que me quedase con los buenos momentos que pasamos juntas y con lo mejor de ella, entonces tal vez debía hacerlo, pensar en ello... y sí, como un relámpago, regresaron todos aquellos momentos que tanto amé pasar a su lado, desde que gustosa cuidaba de mí, desde todas esas veces en las que me apoyó en todas mis decisiones, en los regalos que ella me hizo, en los que yo le hice... en las angustias también, pero más que nada en los buenos momentos, los cuales ahora atesoraría muchísimo más.

Sabía que eso era lo mejor, era solo que... jamás me imaginé que su muerte me dolería y me afectaría tanto... la extrañaría demasiado... en este momento debía ser fuerte, nada más que no sabía si podría cuando era demasiado reciente. De cualquier manera cuando me soltaba a llorar era en los momentos en los que estaba a solas, porque no me gustaba mostrarle a cualquiera mis lados vulnerables, no me gustaba que sintieran pena por mí.

Con lo que ocurrió, me olvidé de todo lo demás, de los Acuerdos de Sokovia, del Complejo... absolutamente todo adquirió un segundo plano y me vi obligada a viajar, pues como todo el tiempo, quien era la primera en interesarse y ocuparse en Peggy, era yo, aunque los familiares de mi madrina también aparecieron para arreglar todo el asunto para velarla y prepararla para viajar a Londres y darle la última despedida como la merecía.

Los parientes de Madrina Peggy se mostraron demasiado agradecidos conmigo por lo que ella significó para mí, y por siempre estar al pendiente de ella y lo que necesitaba, por visitarla con frecuencia, y más que nada por amarla... para mí, no era una obligación ni nada por el estilo, ya que yo siempre estuve dispuesta a todo por ella, así como ella siempre estuvo dispuesta a todo por mí, y como siempre me vio como a su propia hija.

Durante los últimos tres días hemos preparado todo para el funeral de Peggy, viajamos a Londres y yo me encargué de que mi Madrina recibiese todos los honores que merecía. Nuevamente, los familiares de Peggy se asombraron de que me esmerara tanto por ella aun cuando ya había fallecido, por esto, decidieron que querían que yo fuese quien diera un último discurso de despedida para ella, estaba honrada de hacerlo, y acepté, aunque no sabía si tendría la fortaleza suficiente para subir y no desesperar al abrir la boca para honrar a mi madrina. No preparé un discurso, y no lo haría, porque no deseaba leerle a mi madrina, sino que deseaba que las cosas que dijese salieran al momento y desde mi corazón, el problema era que yo no sabía si era lo más adecuado, pero al menos, sería honesta, y seguiría lo que creía que era correcto, como Peggy me enseñó tantas veces.

Con lo anterior, había alguien que no estaba muy contenta, y esa persona era mi némesis favorita Sharon, de nuevo, surgieron en ella conmigo las mismas actitudes de cuando éramos niñas, solo que ahora un poco menos intensas que entonces, y de todas maneras no le presté demasiada atención, porque estaba en un momento en el que ella no me importaba en lo absoluto, y no deseaba discutir con ella, pues sabía que a mi madrina no le hubiese gustado que durante su última despedida discutiésemos como niñas inmaduras. Por lo menos ahora, Sharon y yo debíamos actuar tranquilas, debíamos hacerlo por Peggy, pues fuera del repudio que sentíamos la una por la otra, las dos amábamos a Peggy y por ella, teníamos que esforzarnos, al menos, mientras el funeral y la recepción terminaban.

Collision [•Steve Rogers•]  (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora