Capítulo 1

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Sermón.

Podrían burlarse de él por sus preferencias sexuales, por ser huérfano, por su manera de vestir con sus infinitas variedades de camisas de franela, por su despeinado pelo, incluso por su manera extravagante de expresarse en todo momento. Pero jamás meterse con la memoria de sus padres.

—¿Estás seguro de que no quieres ir al hospital? —preguntó un chico de oscuros rizos rubios mientras entraba en la cocina, se quitó su chaqueta y la colocó por el respaldo de la silla. Tomó una manzana de la isla y la empezó a comer.

—Que no, Isaac. Estoy bien —contestó Stiles, estirándose para agarrar un vaso. El rubio rodó los ojos al verlo esforzarse en vano y le ayudó a alcanzarlo—. Gracias —agradeció, pasándose la lengua por el labio inferior, sintiendo un sabor salado por la sangre del reciente golpe—, me pondré hielo y se acabó —bufó sentándose al lado de su amigo.

—¿Te das cuenta de que podrían suspenderte por esto? —inquirió Isaac—. Dejaste a Nolan medio muerto.

—Él se lo buscó —respondió de mala forma mientras se servía el zumo de naranja.

En ese entonces ingresó a la casa un hombre mayor con unas bolsas de papel lleno de víveres, cargando con dificultad. Isaac y Stiles se apresuraron a ayudar al señor con las bolsas y la dejaron en la isla.

No tardó mucho para que el hombre notara el labio partido y el ojo morado de Stiles antes de arrugar el entrecejo y negar con la cabeza.

Aquello fue una clara señal de que se venía un sermón. Entonces Isaac le dio un ultimo mordisco a su manzana y se la dio a Stiles en la mano, para luego colocarse de nuevo la chaqueta.

—Te veo mañana, amigo —se despidió—. Hasta luego, Peter.

—Adiós —se limitó a decir el mayor sin mirarlo. Estaba cruzado de brazos, en espera a que Stiles dijera algo.

Stiles estaba de muy mal humor como para dar explicaciones del porqué estaba así de golpeado. Pero más allá de no querer hablar del tema, Peter ya sabía lo que le sucedió y para darle su espacio, no dijo nada cuando Stiles se levantó para irse. Hasta que se quedó en el umbral de la cocina y se giró lentamente.

—Lo siento, tío Peter. Mañana le pediré disculpas al sujeto que golpeé para que no te vuelva a llamar el director —murmuró con vergüenza, aún enojado mientras tamborileaba sus dedos por el marco de la puerta.

El mayor elevó las comisuras de sus labios, formando una sonrisa y se acercó a pasos lentos.

—Sabes que eso no es lo que me molesta, Stiles. ¿Verdad? —preguntó murmurando para no romper la tranquilidad con la que empezó a hablar su sobrino.

—Sí, lo sé —dijo el chico, aguantando las ganas de llorar... ese sollozo que luchaba por salir de su garganta.

—Tienes que ignorarlos, hijo. A este paso van a expulsarte de la escuela y ya hemos visitado todos los colegios del condado por tu comportamiento.

El adolescente apretó sus labios con fuerza para no gritar groserías y desquitarse con el mayor. Sintió una lágrima caer por su mejilla y se limpió rápidamente con la manga de su sudadera. 

—Entonces ya no iré a la escuela y buscaré un trabajo para ayudarte con los gastos —soltó con rabia, sin mirar a Peter.

—No necesito que me ayudes con nada, Stiles —el hombre alzó la voz. Se fue a abrir la alacena y empezó a guardar las cosas que había comprado—. Yo no necesito que me ayudes en nada. Lo único que quiero es que termines tus estudios y que entres en una buena universidad.

La casa del Tío Peter | Sterek | Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα