Capítulo 27

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Inconciente.

—¿Puede repetirme el apellido, por favor?

—¡Hale! —vociferó el profesor, apretando a puño una de sus manos, tamborileando los dedos de su otra mano sobre el escritorio del recibidor— Derek Hale —recalcó con poca paciencia. Sintiendo que estaba a punto de perder la cordura.

La joven muchacha notó su actitud impaciente mientras buscaba el nombre de Derek en el listado de visitantes en la computadora. Aquella forma en que el hombre le miraba lograba intimidarla y siendo tan nueva en el trabajo, no estaba lista para que alguien se quejara por tan mala atención. 

—No encuentro la lista en este horario, se...

—¡Solo desbloquee la puerta 118 y déjeme pasar! —exclamó el otro en voz alta— Vengo todos los días.

—Cálmate, hijo —Peter posó una mano sobre el hombro de su sobrino, quien al primer contacto se relajó y soltó, con exageración, aire por la nariz. El mayor llevó la vista a la joven morena y le sonrió de aquella manera deslumbrante que lo caracterizaba. Por momentos esa sonrisa parecía espeluznante, o burlona, pero su juventud chulezca y llena de picardía, acostumbraron a su semblante a verse de esa forma, pero justamente aquello fue lo que tranquilizó a la encargada de la guardia— Busca exactamente en el horario de las cuatro de la tarde —le ordenó con amabilidad.

Con una sonrisa tímida, la mujer buscó en donde le sugirió y sonrió más intenso al encontrar rápidamente lo que buscaba.

"Únicos visitantes: Derek y Peter Hale." Leyó que decía al principio, para visitar a uno de los más recientes internados en el Hospital Psiquiátrico Eichen House.

—Aquí está —musitó haciendo click en la autorización, extendiendo la tarjeta electrónica a Derek— Disculpe el inconveniente.

Sin decir nada, el moreno le quitó la tarjeta de la mano y ascendieron juntos con Peter por las escaleras. Es que con los ánimos que traía encima, no estaba como para tolerar a empleados inútiles que no saben hacer bien su trabajo.

Al momento de llegar al tercer piso, Peter tuvo que tomarlo del brazo para pararlo en seco.

—¡Tienes que tranquilizarte, Derek! —exclamó por lo bajo. Pero como el inmenso pasillo estaba vacío, retumbó su voz en todo el piso, haciendo que algunos de los pacientes encerrados en los cuartos asegurados, comenzaran a exclamar cosas que no se entendían muy bien. Su tío le jaló hasta un pasillo más pequeño y se acercó al moreno— Cambia esa cara. Lo que menos necesita él en este momento es verte de malhumor.

—¿Qué caso tiene? —mofó Derek encogiendo los hombros— Lleva más de un mes así. ¿Qué caso tiene llegar sonriendo si va a ignorarme el resto de la visita?

—Sabes por todo lo que tuvo que pasar, sobrino —empezó Peter, observándolo con pesar— No es fácil para él sobrellevar esto. Tienes que ser fuerte y transmitírselo.

—No voy a recuperarlo —soltó Derek con el semblante afligido... triste. Sentía sus ojos arder al pensar en las veces que lo visitó sin obtener ni siquiera una mirada— El día que vuelva a hablarme,ya no será lo mismo. Tenía que haber sido más atento.

—Ya deja eso —lo regañó Peter frunciendo el ceño— Todos nos equivocamos y yo no debí permitirlo. Pero no por eso vamos a castigarnos. Y no lo vas a perder, él simplemente sigue en shock.

Las lágrimas ya no se hicieron esperar, porque al ver que su tío, el único familiar con vida que le quedaba, pareció prometerle, con una simple y fija mirada, que no iba a perder a la persona que amaba. Pero para estar seguro dejó fluir  sus lágrimas sin apartar sus ojos verdes de los azules de Peter.

La casa del Tío Peter | Sterek | जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें